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Miguel Ángel Martínez: “Los grandes gurús de las tecnologías de Silicon Valley no les dan teléfonos inteligentes a sus hijos de 15 años, ni tablets”

El doctor Martínez González afirma que “ningún padre o madre que tenga hijos de 10 a 20 años” debería dejar de leer su último libro: ‘Salmones hormonas y pantallas’
El doctor Miguel Ángel Martínez, con un ejemplar del libro 'Salmones, hormonas y pantallas'.
El doctor Miguel Ángel Martínez, con un ejemplar del libro 'Salmones, hormonas y pantallas'.

El doctor Miguel Ángel Martínez, catedrático de Salud Pública de la Universidad de Navarra que en las próximas semanas recibirá el Premio Nacional de Investigación en Medicina Gregorio Marañón, está muy preocupado por el mal uso de los móviles y las repercusiones que está teniendo en la salud mental de los jóvenes. Por eso, ha escrito Salmones, hormonas y pantallas. El disfrute del amor auténtico, visto desde la salud pública. Un extenso libro escrito en tono divulgativo, con 450 notas a pie de página y numerosos códigos QR para poder ampliar información, con el que pretende concienciar y abrir el debate sobre la necesidad de regular el acceso de los menores a los teléfonos móviles con conexión a Internet.

Además, plantea una revolución de salmones, que son aquellas “personas que no buscan nunca lo que hacen los demás, sino lo que ellas, pensando con inteligencia, adivinan que va a ser lo mejor para su vida, lo que va a mejorar más su felicidad y su salud”. Y, por todo ello, insiste en una recomendación: “No hay que usar nunca el móvil como despertador, ni llevárselo a la habitación”, porque “ahí empiezan lo que se llama el never ending scrolling, que no acaba nunca. Tik-tok está suficientemente entrenado como para ir poniendo el anzuelo y va picando, uno tras otro, hasta las cuatro de la mañana. Llegan a clase como zombis, sin dormir, se despistan, tienen déficit de atención, fracasan, el fracaso aumenta el riesgo de depresión... Todo esto junto es una bomba de relojería”.

Es un firme defensor de la dieta mediterránea. ¿Qué le ha llevado a cambiar de tercio y escribir Salmones, hormonas y pantallas. El disfrute del amor auténtico, visto desde la salud pública?

–Mi especialidad es la Salud Pública. La nutrición poblacional para prevenir enfermedades es una parte importante de la Salud Pública, pero no es todo; sería un reduccionismo quedarse siempre en temas de nutrición y de alimentación. Ya en otro libro hablé sobre la covid, pero ahora me preocupa cada vez más, porque no ha habido un solo psiquiatra con el que hable que no me diga que no está asustado, el tema de las pantallas, la enfermedad mental en los jóvenes, la cantidad de intentos de suicidio, de ideación suicida, los déficits de atención, los trastornos de la conducta alimentaria, los trastornos de ansiedad, las muchísimas depresiones, las autolesiones de los jóvenes... Incluso los médicos más jóvenes cuando empiezan a ir a centros de salud y les dicen a pacientes también jóvenes que se remanguen el brazo porque le quieren tomar la tensión ven los cortes y todo esto tiene una escala mundial.

Me preocupa cada vez más el tema de las pantallas, la enfermedad mental en jóvenes, los suicidios...

Cuándo es consciente del problema.

–Mi primer impacto fuerte fue cuando estaba preparando el libro la Sanidad en llamas, que estaba mirando la repercusión psíquica que tenía toda la pandemia y el confinamiento y me encontré un estudio de los CDC de Atlanta que decía que en junio de 2020 el 25% de los norteamericanos entre 18 y 24 años estaban pensando seriamente suicidarse; uno de cada cuatro. ¿Esto qué es? Y cuando te encuentras que por debajo de 49 años es la principal causa de muerte ahora mismo en España, que uno de cada diez jóvenes que fallecen es por suicido... El suicidio es la punta del iceberg. Después tienes la ideación suicida y todo lo que hay debajo de depresiones, distintas crisis mentales... Y, cuando preguntas a los principales psicólogos que han estudiado esto, te dicen sin dudarlo, sin pestañear: las redes sociales, los teléfonos móviles, el pasar tanto tiempo con las pantallas... Recientemente, en diciembre de 2020 se publicó un metaanálisis donde dice efectivamente que el tiempo de pantallas es un factor de riesgo de depresión.

¿Qué objetivos se ha marcado con este trabajo? 

–Con este libro, tengo como tres targets, tres dianas de audiencia. Primero, los propios jóvenes. Todo el que me conoce sabe que soy optimista, porque pienso que cuando se afrontan los problemas en serio con una buena metodología científica, epidemiológica y desde la Salud Pública los acabamos superando. Hay que tener paciencia, pero lo hacemos, como pasó con el tabaco en su día, etc. Entonces, yo pongo el modelo del joven salmón, que es el que tiene la suficiente valentía como para ir contracorriente afrontando todos los aspectos tóxicos de la cultura actual. Hay gente que simplemente se guía por la tontería de hacer lo que hacen todos. Si todos van al botellón y se emborrachan, yo me emborracho; si todos fuman porros, yo fumo; si todos trasnochan y se lían con la primera persona que se le pone a tiro, yo también, etc. Todo eso, que es ser clones, se opone a ser salmones.

¿A qué otros dos públicos se dirige? 

–A los padres, los padres que están preocupados. Los salmones necesitan apoyo, refuerzo, evidencia científica, que no piensen que son unos frikis, que están en lo correcto, necesitan que un científico se lo diga. Los padres necesitan un repertorio de consejos prácticos, nada de teorías. ¿Cuándo está mi hijo preparado para que yo le dé un móvil? ¿Le doy un móvil tonto o uno listo? Los padres listos dan móviles tontos. ¿Cuándo puedo sospechar que mi hijo es adicto a la pornografía? ¿Qué puedo decirle cuando me insiste que todos los de su clase tienen móvil y él no? ¿Cómo gestionar los diálogos con los chavales en estos temas? Todo eso trato en el libro e intento trasmitirle a los progenitores un mensaje de empatía con el hijo, de sinceridad mutua y de ejemplaridad, que quizás se ha insistido poco en esto, porque el mismo padre que está preocupado porque su hijo está todo el día enganchado al móvil, puede ser que le entre un whatsapp durante la comida y lo conteste. Entonces, ya lo ha estropeado todo. Y, por último, este trabajo también se dirige a los profesores, que tenemos problemas análogos.

Señala en el libro que “darles a los niños teléfonos móviles inteligentes fue la mayor afrenta a la inteligencia en el siglo XXI”, que “cuanto más se retrase ese regalo, mejor”. ¿Por qué los padres deben resistirse a esa presión? ¿Qué les diría a esos progenitores? ¿Cuándo se considera que un niño/a está preparado para un buen uso de un móvil? 

–A esos padres les diría que tienen que ser salmones, por favor, no seáis clones; lo mismo que les digo a los chavales. Porque la mayor parte de los padres que le dan precozmente, insensatamente, imprudentemente un teléfono móvil inteligente con conexión a Internet a su hijo lo hacen porque la mayoría lo ha hecho, no lo piensan. No es una decisión tomada intelectualmente.

Miguel Ángel Martínez González, durante la entrevista.

Miguel Ángel Martínez González, durante la entrevista. Iñaki Porto

¿Qué argumentos les daría para resistirse? 

–Nosotros tenemos capacidad de autocontrol. Yo cuando conduzco un coche a veces piso el freno o el acelerador, no puede ser que solo pise el acelerador ¿verdad?, porque tengo autocontrol. Algunos dicen me gusta correr con el coche, pero no puedes ir por la avenida Pío XII a 200 km por hora –sonríe–, por mucho que te guste correr. ¿Este autocontrol quién lo hace? ¿Qué estructura a nuestro cerebro responsable? La corteza prefrontal, que no se desarrolla del todo hasta los 21 años y además en el periodo de la pubertad y la adolescencia hay un bombardeo hormonal sobre todas las neuronas que hace que todo eso esté en medio de una tormenta. Es muy difícil que en esa época sean capaces de competir con un algoritmo diseñado para tenerlos absorbidos todo el día.

No quiero decir que no se dé un móvil inteligente hasta los 18 años; digo que hay que abrir un debate

Entonces, ¿habría que esperar hasta esa edad, los 21 años?

Lo que digo es que hemos aceptado pacíficamente en esta sociedad que no se puede conducir un coche antes de los 18 años. No le damos un ferrari a un niño de 15 años para que se meta en una carretera donde se hacen imprudencias. Internet y las redes sociales son una autopista donde hay muchas personas haciendo imprudencias. Detrás de la pantalla hay depredadores auténticos. Cuando uno mira cómo han subido las cifras de acoso sexual por Internet a los y las adolescentes se queda absolutamente patidifuso. Entonces, ¿le vamos a dejar que navegue por ahí solo? El ciberbullying, el acoso sexual, el acceso a pornografía, el sexting, el grooming... Todo eso está pasando continuamente y conlleva un montón de patologías psiquiátricas, según los mejores psicólogos y psiquiatras, lleva ideación suicida, han aumentado rampantemente los suicidios y hay muchas más muertes por esta causa que en la carretera. No quiero afirmar aquí Miguel Ángel Martínez dice que no se dé un móvil inteligente hasta los 18 años. Digo que hay que abrir un debate, tener en cuenta todo y escuchar a los científicos, porque cuando te vas a Silicon Valley los grandes gurús de las tecnológicas no les dan teléfonos inteligentes a sus hijos a los 15 años; ni tablets. Ellos, que son los que lo han inventado, porque saben qué hay detrás. Cuando uno ve The Social Dilemma, el vídeo de extrabajadores de todas estas grandes tecnológicas, se queda asustado. Se nos ha ido de las manos el algoritmo porque aprende solo y cuanto más lo usan, más aprende cómo enganchar a la gente. Después la gran corporación industrial de pornografía on line lo que quiere es tener más adictos. El lema de todas estas empresas malvadas que venden adicciones es captúralo a los 13 años y ya no lo sueltas.

Hay que ser conscientes de que tenemos un problema muy grave y hay que actuar con medidas educativas y estructurales

Como sociedad, ¿qué podemos hacer para atajar esto? ¿Se puede?

Le he dicho que soy optimista. Sí se puede –sonríe–. En Salud Pública lo primero que creamos es una movilización social, que haya conciencia –como se hizo con el tabaco y los fumadores pasivos–. Por eso, he escrito este libro. Hay que ser conscientes de que tenemos un problema muy grave. Lo mismo que se hablaba de un ambiente obesogénico, ahora mismo hay un ambiente que está hipertecnologizado fuera de edades adecuadas para eso, que en las edades más vulnerables son presa de unos tiburones que se están haciendo de oro y un ambiente hipersexualizado fuera de cualquier norma, regla... y todo eso está produciendo una crisis de salud mental como nunca. Entonces, hay que crear esa conciencia, esa movilización social. Y luego hay que actuar en dos direcciones: con medidas educativas y estructurales. Cuando yo tenía 16 años estaba en Málaga, que es un sitio ideal para ir en moto y lo último que se te ocurría en esa época era ponerte un casco. Entonces, salió una ley que decía 15.000 pesetas de multa si no te pones casco y todos nos lo pusimos. Imagínate que cuando una corporación industrial de pornografía on line saca pornografía infantil o pone a disposición de sus usuarios una violación o una agresión a una mujer, le ponen un multazo, pero un multazo ejemplar, la gente se pondría casco como en la moto. Esto requiere un multazo. El que quiera verlo que tenga su extensión XXX, que se registre y que vaya a un sitio que no sea fácil, que no sea tan de libre disposición, porque todo el que vende adicciones lo que le gusta es que al principio sea gratis, la gente se enganche y luego ya pague. Hay que actuar en los dos niveles, medidas educativas y estructurales. Los gobiernos no pueden ponerse de perfil, no pueden dejar de hacer caso a esto. Aquí hay un problema muy grave y no pueden estar rasgándose las vestiduras y jugando a bomberos por la tarde, tratando de apagar el fuego porque los delitos sexuales van en aumento rampante, mientras por la mañana están jugando a incendiarios.

2023-01-31T14:26:07+01:00
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