Miguel Indurain empieza a dejar su rodada en la historia del ciclismo

“Indurain, Indurain, Induraaaain... “. Al igual que pasa con “Iribar, Iribar, Iribar es coj...”, a muchos les resulta imposible pronunciar el nombre del ciclista navarro sin ponerse a corear. Es lo que tiene dejar huella, en este caso rodada, en la historia. La del corredor de Banesto comenzó a surcarse en 1991, cuando ganó su primer Tour de Francia. Le debió coger gusto al maillot amarillo porque no paró de pedalear hasta lograr la victoria en cinco consecutivos. Un hito que solo él ha conseguido.

Han pasado la friolera de tres décadas desde aquella portada de DEIA, fechada el 20 de julio de 1991, a la que se asomaba un sonriente Miguel Indurain, subido al pódium y besado por un par de azafatas. La imagen destila sexismo, máxime con las gafas actuales, pero esta tradición se extendió muchos años más. De hecho, no fue hasta el cercano 2020 cuando el Tour de Francia modificó su protocolo en las ceremonias para que entregaran su trofeo a los corredores una azafata y un azafato.

A lo de suprimir los besos para posar ante las cámaras contribuyó la pandemia del coronavirus, que algo bueno tenía que tener. Quizá también le dio su empujoncito el subcampeón del Tour de Francia en 2017, Rigoberto Urán, quien en 2018, al quedar tercero en otra carrera, le tocó en el hombro a una azafata, cuando esta ya se estaba retirando del escenario, para que regresara y le diera un beso. “Mija venga que el pico también es para el tercero!”, escribió para acompañar el vídeo en su cuenta de Instagram.

Polémicas aparte, la sección de Kirolak de aquel ejemplar arrancaba con una crónica, cuyo titular, “¡¡¡InTourain!!!”, lo decía todo. En ella se narraba cómo el corredor de Villava había “reventado” la ronda francesa en la etapa reina, con un ataque en el descenso del Tourmalet, “arropado por millares de pintadas, de gritos, y cientos de ikurriñas”, colocándose líder, a tres minutos de ventaja sobre el segundo, en la general. “Aún quedan tres días decisivos. El objetivo es mantener el maillot después de las etapas alpinas”, decía, sin querer vender la piel del lobo antes de cazarlo, prudente, contenido. “No se me nota mucho por cómo soy, pero también estoy emocionado. El maillot amarillo me hace una tremenda ilusión, pero hasta que llegue a París no se puede decir que el Tour esté ganado, ni mucho menos”. Ahora ya sí, y no uno, sino cinco.

En la portada se alertaba del “espectacular incremento de delitos sexuales y del narcotráfico en Euskadi” y se informaba de una propuesta, apoyada por PNV, EE, EA y HB, para solicitar la reconversión de la casa-cuartel de Txurdinaga en viviendas sociales. También se anunciaba que habían decomisado 2.238 pantalones Levi’s falsos por valor de 22 millones de pesetas –era la marca de vaqueros de cabecera de los que fueron a EGB– y que hacer la mili sería un “mérito” para trabajar en la Administración. Será por las batallas que libran.