Mikel Landa es más ligero. La placa que le fijó la clavícula izquierda, fracturada en una severa caída en la quinta etapa del Giro de Italia, ya no pertenece su organismo. El martes le retiraron la sujeción al murgiarra en un centro sanitario de Gasteiz. De algún modo, ese acto, rutinario para los traumatólogos (no hubo complicaciones), sirvió como epílogo de un curso complicado y revirado para el escalador de Murgia. Nada hacía presagiar ese relato. Landa inició la campaña con la mirada brillante. Logró el podio en una espectacular Tirreno-Adriático que conquistó el insaciable Tadej Pogacar, el ciclista del año, llamado a gobernar una era. Wout Van Aert, otro astro, fue segundo y el alavés obtuvo una estupenda tercera plaza. Esas buenas vibraciones de mediados de marzo le condujeron al Giro de Italia, el objetivo del alavés.
En Sestola, en la primera cima de la carrera, Landa dejó su sello. Una sonrisa abierta recorrió su rostro. Sucede que en el ciclismo, siempre volátil, la miseria y la gloria comparten colchón a menudo. Son indisolubles. El destino esperaba a Landa con la mirada aviesa, dispuesto a arrancarle la dicha, el pasado 12 de mayo. Sucedió camino de Cattolica, cuando el esprint se anunciaba a gritos. Landa, tan genial como maldito, se cayó donde nadie lo esperaba.
En realidad, le derribó de manera involuntaria Dombrowski. Nunca descansa el mal fario para el alavés, que dejó el Giro con la clavícula izquierda y varias costillas del mismo lado fracturadas. La caída de Landa se produjo en una recta en la que sobresalía una bifurcación señalada por un comisario de la organización. Dombrowski, vencedor en Sestola, cambió de dirección en el último instante e impactó con él y se llevó a Landa por delante.
Aunque dolorido, el norteamericano pudo seguir y concluir la etapa. No así Landa, que fue evacuado al hospital Riccione, en el que determinaron las lesiones producidas por la dura caída. Una vez en Gasteiz, fue intervenido quirúrgicamente y se le fijó la placa en la clavícula izquierda. Regresó a la competición en la Klasika de Donostia. Después venció la Vuelta a Burgos.
Con esa onza de felicidad, Landa acudió a la Vuelta, pero la carrera se le indigestó. Optó por la retirada antes de encaramarse a los Lagos de Covadonga. Landa dijo basta. Después disputó la CRO Race antes de competir en Italia para dar por concluida la campaña con la renovación de dos años por el Bahrain. A esa buena nueva se une la de la retirada de la placa que le sostuvo la clavícula fracturada. Finalizada una temporada a contrapié, Landa otea con ilusión el horizonte de 2022 una vez cerrada la herida del Giro.