“Ha llegado el día de anunciar el fin de una etapa”. Lacónico. Directo. Mikel Urrutikoetxea se retirará de la pelota a mano profesional el 20 de septiembre en el frontón Bizkaia de Bilbao, estando dentro de la historia de la pelota. No en vano, el pelotari vizcaino ha ganado las txapelas del Manomanista (2015), Cuatro y Medio (2015) y Parejas (2016). El de Zaratamo, pese a ser delantero, actuó como zaguero con mucho éxito, triunfando esa campaña y llegando a la final de 2020. Una rara avis. Forma parte del selecto club de la Triple Corona junto a Retegi, Arretxe, Olaizola II, Irujo, Barriola, Bengoetxea VI y Altuna III. Cuelga el gerriko con más de 700 partidos a la espalda.
“Me ha costado tomar la decisión, pero es el mejor momento”, reivindica. Quiere dejar el pantalón blanco “en buen nivel”. “Hace veinte años comencé con Asegarce y acabaré con la misma empresa –ahora se denomina Baiko–”, sostiene. Jugará en diferentes frontones de la geografía vasca durante el verano para “devolver el cariño” de los pelotazales. Las fechas y los lugares están por determinar y se irán anunciando “poco a poco”. Con todo, Aimar Olaizola, director deportivo de la empresa, explica que “no está descartado de las ferias veraniegas”.

Urrutikoetxea, en el podio del Cuatro y Medio de 2015.
“Cuando comencé a jugar a pelota con seis años en el club Upo Mendi de Zaratamo, tenía la meta de llegar arriba, cosa que pocos consiguen. Y los sueños se fueron cumpliendo. Debuté en 2009. En mi cabeza estaba la ilusión de jugar una final de Primera. En 2013 y 2014 disputé las semifinales del Manomanista ante Irujo y Olaizola y me empecé a creer que podía llegar”, evoca el zaratamoztarra, quien recuerda que “nunca pensé que podía entrar en la historia de la pelota y ganar las tres txapelas, trayendo a Bizkaia las del Manomanista y el Cuatro y Medio”. Otro de los momentos clave de su carrera fue jugar las finales del Parejas como zaguero junto a Aimar Olaizola. “Es una foto que se quedará en mi recuerdo”, afirma. “No me habría imaginado esta carrera ni en mis mejores sueños”, agrega Urrutikoetxea.
Se acuerda de su “familia”, sus entrenadores –Adolfo Agirre, Mikel Etxegia, Anizeto Lazkano, Josetxu Areitio e Iker López–, sus amigos, sus compañeros pelotaris, Aimar Olaizola, su ídolo, y, por supuesto, Pablo Berasaluze. “Para mí es una persona especial. Es un referente. Me ha dado mucha ayuda tanto dentro como fuera del frontón”, esgrime el delantero de Zaratamo.
La salud mental
Además, Urrutikoetxea quiso evidenciar la importancia de la “salud mental y emocional” en la carrera de un deportista. “Ha habido momentos malos. Tras la final del Manomanista de 2019 sufrí una lesión grave que me dejó fuera del verano, la época más bonita para los pelotaris. En plena recuperación, viví la enfermedad y la muerte de mi ama, el pilar fundamental de mi vida. Después, llegó la pandemia del covid-19 y la huelga de Baiko. Entré en un agujero personal. No daba el nivel y no era feliz en la cancha”, recuerda el vizcaino con emoción.
Por eso, hace hincapié en la colaboración con el psicólogo y exjugador de la Real Sociedad Igor Jauregi. “Me ha ayudado mucho. Saqué la conclusión de la importancia que tiene el aspecto mental en los deportistas”, reflexiona. Poco a poco y tras mucho trabajo, Mikel le dio la vuelta.

Urrutikoetxea, aupado por sus paisanos al ganar el Manomanista de 2015.
“Desde fuera escuchaba a la gente que decía que qué me pasaba. No rendía y lo transmitía. Es entonces cuando tuve que buscar ayuda externa para salir del agujero. Estoy contento por haber dado el paso”, añade.
El futuro
Respecto al futuro, Urrutikoetxea admite que “siempre seguiré unido a la pelota porque es mi vida. Ahora mismo no me agobia el futuro. Mi objetivo es disfrutar de estos meses y dar el nivel. Me encuentro bien y no le doy demasiadas vueltas”.

Mikel Urrutikoetxea, una vida deportiva en imágenes
“Voy a echar de menos la rutina de entrenamientos. Siempre me ha gustado entrenar con los compañeros. También la armonía en el vestuario y la tensión de los partidos”, destaca el zaratamoztarra, quien admite que “es un cambio duro después de toda la vida jugando a pelota. Llega el momento de que termine”.