El calentamiento global continúa imparable y la Antártida es uno de los peores parados en esta escalada de temperaturas que está poniendo contra las cuerdas a todo el planeta. Los científicos acaban de registrar un nuevo mínimo histórico de hielo marino, el menor desde el año 2017. Los registros apuntan que algunas zonas de la Antártida se están calentando más rápido que cualquier otra parte de la Tierra.
Los datos del Centro Nacional de Datos de Hielo Marino señalan que este año el hielo marino antártico alcanzará la extensión más baja registrada por satélite en su historia. Las mediciones preliminares muestran que el hielo marino alrededor del continente ha superado el récord mínimo establecido anteriormente, en marzo de 2017, de 2,1 millones de kilómetros cuadrados, cayendo a 1,98 millones de kilómetros cuadrados el domingo 20 de febrero.
"Es aterrador presenciar cómo se derrite este océano. Las consecuencias de estos cambios se extienden a todo el planeta, afectando las redes alimentarias marinas de todo el mundo. A la vez, en 2020, vimos que el Ártico alcanzaba su segunda extensión de hielo marino más baja registrada, ahora necesitamos una red global de santuarios oceánicos viendo la crisis que está ocurriendo en ambos polos. Cada ser humano en la Tierra depende de unos océanos saludables para sobrevivir; esta es una clara advertencia de que debemos protegerlos para siempre", ha declarado Laura Meller, responsable de Océanos de Greenpeace a bordo del barco Arctic Sunrise desde la Antártida.
Durante las últimas dos décadas, la región ha visto variaciones extremas en la extensión de su hielo marino, pero la caída de este año no tiene precedentes desde que comenzaron las mediciones. Mientras los científicos investigan la compleja dinámica entre el calentamiento global y las tendencias del hielo marino, el colapso climático es evidente en la región, con algunas partes de la Antártida calentándose más rápido que en cualquier otro lugar del planeta. De hecho, la península Antártica occidental es una de las áreas de calentamiento más rápido de la Tierra, y solo algunas áreas del Círculo Polar Ártico experimentan un aumento de temperatura más rápido, en algunos puntos por encima de los tres grados centígrados de media. La Organización Meteorológica Mundial (OMM) confirmaba que en febrero de 2020 se alcanzaba un nuevo récord de temperatura máxima puntual para el continente antártico de +18,3 °C.
Las poblaciones de pingüinos están siendo gravemente afectadas por la rapidez del impacto del cambio climático en la Antártida. En 2020 Greenpeace descubrió en la Antártida descubrió que las colonias de pingüinos barbijo en la isla Elefante se habían desplomado, y algunas de ellas habían disminuido en el número de individuos hasta en un 77% en los últimos 50 años.
El casquete polar de la Antártida está perdiendo masa tres veces más rápido ahora que en la década de 1990 y contribuye al aumento global del nivel del mar. El rápido aumento de las temperaturas ya ha causado un cambio significativo hacia el sur en la distribución del kril y un cambio en sus concentraciones, una especie clave para todo ser vivo que vive o se alimenta en la Antártida. En febrero de este año, la nueva expedición de Greenpeace en la Antártida ha confirmado que los pingüinos papúa o juanito (Pygoscelis papua) se están reproduciendo más al sur como consecuencia de la crisis climática. Se trataría del registro más meridional de pingüinos juanito reproductores en el lado oriental de la península Antártica.
Greenpeace sostiene que unos océanos sanos son clave para reducir los impactos de la emergencia climática, ya que ayudan a mantener el carbono almacenado de manera segura fuera de la atmósfera y de las emisiones globales. La comunidad científica señala que proteger al menos el 30% de los océanos con una red de santuarios es clave para permitir que los ecosistemas marinos desarrollen resiliencia para resistir mejor los rápidos cambios climáticos.
Greenpeace desarrolla la campaña por un Tratado Global de los Océanos que podría acordarse en la ONU en marzo de 2022, lo que podría permitir la creación de una red de santuarios oceánicos, libre de actividad humana dañina, en aguas internacionales.