A patrocinador nuevo, la victoria más autoritaria de la actual temporada. Ya bajo la denominación de Bitci, el Baskonia encadenó su tercera victoria consecutiva y siente que puede enderezar definitivamente el rumbo en la Euroliga tras las fatídicas noches iniciales ante el Olympiacos y el Armani. El equipo vitoriano superó con más autoridad de la esperada a un inofensivo Mónaco en un partido bastante nivelado hasta el intermedio pero de claro color azulgrana a continuación cuando los hombres de Ivanovic dieron una vuelta de tuerca a la intensidad y endosaron un arrebatador parcial de 20-2 al nuevo rico francés.
Pese a que el partido se le hizo por momentos excesivamente largo y reapareció en el Buesa Arena el fantasma de un nuevo desplome tras amasar una ventaja máxima de 18 puntos (60-42) en el minuto 28, el Baskonia completó una de las actuaciones más solventes, pudo rematar esta vez la faena sin grandes sobresaltos y esquivó otro epílogo fatídico como el vivido ante el Tenerife. Pesaron mucho más en la balanza las numerosas virtudes que algunas imperfecciones y la escuadra alavesa celebró un triunfo de oro que permite dar continuidad a sus progresos en la máxima competición continental.
En una noche sin apenas noticias de las dos rebeldes estrellas de cada equipo, el Baskonia se mostró mucho más estable con varios jugadores a un nivel notable. Fontecchio brilló con luz propia con una mordiente espectacular, Granger recuperó su versión más cerebral al frente del timón, Enoch y Nnoko minimizaron daños ante el fornido juego interior galo y Kurucs se convirtió en un agitador a nivel defensivo saliendo desde el banquillo.
Baldwin, liberado de tareas creativas pero tan enfadado con el mundo como en jornadas precedentes, volvió a defraudar en su nuevo rol como desatascador. Ni siquiera descargó su ira con ese grito desgarrador tras maltratar el aro francés en el segundo acto después de un rebote ofensivo. Menos mal que en la acera de enfrente tampoco hubo que lamentar daños debido a la agarrotada muñeca de James, sumergido en esa versión desquiciante que le ha alejado esta campaña de un gran transatlántico de la Euroliga.
El toma y daca fue una constante en los primeros compases de la velada con un Baskonia muy suelto en ataque pero también incapaz de atajar la sangría del rebote ofensivo galo. El músculo y poderío físico del Mónaco, un digno exponente del baloncesto de su país basado en un gran atleticismo, se dejaron sentir en algunos tramos en la pelea física bajo los tableros.
Un estelar Fontecchio capitaneó siempre la ofensiva del conjunto vitoriano. Tal y como había avisado Ivanovic en la previa, Baldwin se vio parcialmente liberado para ejercer casi a tiempo completo como dos mientras un notable Kurucs era el encargado de llevar el timón y presionar con acierto la subida de balón del base rival. Un cambio de roles que el baskonismo reclamaba a gritos con el fin de alimentar la escasa autoestima del estadounidense, de nuevo muy desacertado en sus tiros completamente liberados y con un lenguaje corporal muy negativo tras sus sustituciones. Eliminado por las faltas, aún se hace de rogar una versión reconocible del purasangre llegado del Bayern.
El otro protagonista en los días previos de la velada también defraudó. James hizo agua en sus cuatro primeros intentos y tardó en entrar en calor, aunque la estrella del Mónaco –que sufrió un amago de torcedura de tobillo en el segundo cuarto tras una peligrosa infracción de Marinkovic– estuvo bastante contenida en líneas generales y tomó erráticas decisiones. Muchos de sus puntos llegaron en los minutos de la basura. El talentoso Andjusic constituyó el único foco de peligro en las filas visitantes.
Gracias a la clarividente batuta de Granger, que supo leer a la perfección las ventajas y poner el balón en el sitio justo, el Baskonia consiguió vivir sus mejores minutos y abrió brecha en el marcador mediado el tercer cuarto. Ni siquiera el mal día de Giedraitis, inédito en la vertiente anotadora hasta el minuto 26, repercutió negativamente en la estabilidad azulgrana. En definitiva, otro paso hacia la ansiada estabilidad de un conjunto vitoriano que, a la espera de recuperar a Peters y sin la versión más punzante de algunos fichajes, puede competir al más alto nivel en Europa.