Decir que un gato es independiente, que va un poco a su aire, que le gusta socializar pero a su manera no es nada nuevo. Y menos para quienes convivan desde hace tiempo con uno o con varios.
Pero a pesar de ello, de vez en cuando nos sorprenden con alguna reacción inesperada, y la más frecuente de ellas suele ser un mordisco. ¿A qué vienen esas dentelladas si estábamos jugando tan a gusto, si siempre le han encantado las caricias?
Pues lo más fácil es que venga de que no hemos sabido leer adecuadamente la situación, quizá ha aprendido algo de cachorro que ahora de adulto no hace tanta gracia, puede que se dé una situación que lo descoloque y esté nervioso.
Básicamente, las causas de un inesperado mordisco se pueden incluir en uno de los siguientes cinco campos generales.
Miedo, susto y territorialidad
El miedo es uno de los principales impulsos de los seres vivos, hace que se luche o que se huya. Teniendo en cuenta que el gato, por regla general, se encuentra en su territorio, en su casa, la reacción lógica es la lucha ante lo que puede percibir como un amenaza. Si hay un cambio en su entorno o en su rutina, desde un cambio en la distribución de una habitación hasta la llegada de otro miembro a la familia, humano o mascota, puede causarle cierta ansiedad y reaccionar con nerviosismo. Alguien puede llevarse un mordisco si le pilla en un mal momento.
En estos casos hay que dejar que se vaya adaptando al escenario, no forzar situaciones. Según cuál sea la causa del temor, eliminarlo o facilitar la transición sin agobiarlo. En el que caso de que la novedad sea otro gato, se recomienda mucha paciencia y mano izquierda, son dos los gatos que hay que desestresar.
Es parte del juego
A los gatos les gusta jugar y que sus compañeros humanos participen. En el transcurso de estos entretenimientos no es extraño que a algún minino se le escape un bocado en la mano, en los dedos o en los pies. Su instinto cazador les hace perseguir objetos o luces que se muevan a su alrededor y las manos suelen estar tentadoramente cerca.
Que esto ocurra puede tener y una de ellas es culpa de su cuidador. Sin querer, cuando eran unos tiernos cachorrillos y sus dientes un finos alfileres que apenas hacían daño, les permitimos perseguir y cazar los dedos de la mano o de los pies. Cuando crecen, siguen creyendo que son un juguete y no se cortan en abalanzarse sobre ellos con dolorosas consecuencias. Por ello, hay que enseñarles desde el principio que no somos juguetes. De natural, esto lo aprenden con su madre y sus hermanos de camada si no se les separa demasiado pronto. En cualquier caso, vengan aprendidos o no, las manos son solo para acariciar y para que persigan la más variada colección de juguetes que resistan sus embestidas.
No quiere más caricias
Esto es fruto de la dicotomía del gato, es distante pero le gusta su rato de socialización mimosa. Quiere que lo acaricien, pero cuando él lo busque y hasta que él lo diga. Y si no se le entiende correctamente, puede haber disgustos en forma de dientes felinos. Si la iniciativa es del humano y al gato no le apetece, es mejor entender su rechazo y dejarlo tranquilo, ya vendrá él a reclamar su momento. Y no hay que tener miedo de no entender sus señales en ese caso, suelen ser muy claras.
En este terreno, además de conocer cómo es de mimoso el gato, a la hora de acariciarlo, es bueno conocer la regla de las Cuatro P:
- Previsible: El gato tiene que ver venir la caricia, que no le coja de sorpresa.
- Permitida: El gato tiene que dejarnos pasar la mano por su pelaje. No a todos los gatos les gusta esta actividad por definición, ni les apetece en cualquier momento.
- Placentera: Caricias, las justas. Es mejor dejarlo con las ganas que arriesgarse a pasarse. Si él acaba la serie cuando le apetece, el humano también puede hacerlo, aunque nos apetezca seguir.
- Productiva: En el momento de acariciarlo hay que plantearse si con ella se refuerza una situación o un estado de ánimo concreto. Es decir, si se hace cuando se frota contra nosotros, reforzamos ese contacto gustoso, si es en un momento de tranquilidad en el sofá, reforzamos esa calma, pero si es un momento de intranquilidad o de miedo, puede reforzarse esa intranquilidad.
Mordisco de cariño
En momentos de sobreexcitación, durante un juego o una sesión de caricias, el felino de casa puede reaccionar con mordiscos. La peculiaridad de este caso es que son suaves, contenidos, para no hacer daño (esto también se lo ha enseñado su madre, el control de la mordida, de ahí la importancia de separarlo de la madre en el momento adecuado, no antes de tiempo). Puede ser que en determinados casos de interacción se sienta abrumado por las caricias o por la emoción del juego y esta es la forma de expresarlo. En estos casos conviene dejarlo a su aire y evitar que coja esta costumbre. De esta sobreexcitación a la agresividad hay un corto trecho. Si se recorre, habrá que recurrir a un experto, veterinario o un etólogo felino para solucionarlo.
Ojo, también puede suceder cuando esta aburrido porque no se le presta la atención que desea y es su forma de reclamarla. Para evitarlo, además de dedicarle un rato, también es bueno tratar de enriquecer el ambiente con juguetes y estímulos.
Puede estar enfermo
El malestar de un dolor nos pone a todos nerviosos. Esto incluye a los gatos. Así que si se le toca o, sencillamente, se siente incomodado, puede reaccionar con agresividad. Una simple caricia o hacerle moverse puede causarle dolor y atacar. Si es el caso, no hay que dudar en acudir al veterinario para que lo examine.
QUÉ SE PUEDE HACER
Prevención
Como en muchas ocasiones lo mejor es adelantarse a los problemas y prevenirlos.
- Establecer una rutina diaria de ejercicios físicos y mentales que lo mantengan activo. Jugar con él varias veces al día a cazar y perseguir objetos, además de ofrecerle otros que le estimulen los sentidos.
- Educarlo con normas y límites. Es decir, enseñarle que jugamos juntos y que no somos el juguete, que hay unos límites que no se pasan y que hay que respetar. Si se saltan, correctivos adecuados, como por ejemplo ignorarlo un rato o llevarlo a su rincón acabando con el juego o la sesión de caricias.
Cómo corregir
Hay formas efectivas de regañar a tu gato haciéndole comprender que no te gusta esa actitud.
- Quedarse quieto en un lugar determinado sin hacer nada cuando el minino se acerque es una forma de hacerle sabe que no es un sitio de juego. Él se aburrirá y se irá. Hay que ser muy disciplinado y cumplirlo a rajatabla para que no reciba mensajes contradictorios.
- Quejarse en el momento del mordisco. Hacer un sonido fuerte, exagerado y agudo cuando el gato muerda.Es lo que hace él cuando no le gusta algo que le has hecho.
- Llevarlo a otro lugar. Cogerlo y llevarlo de forma calmada a otra estancia y dejarlo allí es una manera de mostrarle tu desagrado por su actuación.
- Desviar su atención mediante juegos. Se trata de ofrecerle alternativas para que no se interese por morder las manos o los pies.
- Premiar otros comportamientos. Cuando el gato se acerque con tranquilidad se puede le puede dar una chuche para que aprenda que ese acercamiento es tu preferido.
- Traer otro gato. Un nuevo compañero de juegos le mantendrá ocupado. Esta opción debe llevarse a cabo con cuidado para evitar otros problemas.