Polideportivo

Morgado espanta la melancolía

El portugués conquista el G.P. Castellón tras un exhibición de fuerza y desactiva el esprint masivo
Antonio Morgado festeja la victoria.
Antonio Morgado festeja la victoria. / G. P. Castellón

“En el esprint estaba cansado, he llegado justo”, sentenció Antonio Morgado, apenas un veinteañero, después de tumbar a todos, Fagúndez fue segundo y Champoussin tercero, con una fuerza descomunal, en el G.P. Castellón.

El portugués remató, con un sensacional despliegue, el plan del UAE, que se concretó a través de la ascensión al Collado Ayódar, donde nació una fuga que destempló al pelotón. Jan Christen desmembró al gran grupo, Alessandro Covi completó la selección y Morgado, imperial, fijó la foto de la victoria en Onda.

De madrugada, en Australia, en el Tour Down Under, Narváez se situó de líder tras vencer en Willunga Hill. Por la tarde, feliz, se sintonizó un pletórico Morgado, con la segunda victoria para el UAE el mismo día. El sol radiante ilumina al imperio emiratí en el amanecer del curso.

En las rampas de la montaña, Christen, un suizo con ganas de guerra, prendió la mecha. El baile de máscaras descubrió los rostros. Se le arrugó la nariz a Alex Aranburu, con el gesto torcido y las piernas pesadas, cuando Christen desestabilizó el tablero, donde florecieron los nervios. Palpitaba la clásica, guionizada por el UAE.

Covi tomó el testigo de Christen en la bisagra del collado. Al UAE no le convenía un esprint canónico en cuesta, donde Matthews o Aranburu tenían más impulso.

El descenso, con ronchones de humedad, congregó a un grupo con galones y determinación donde se empastaron Covi, Morgado, Formolo, Fagúndez, Champoussin y Scaroni. En el pelotón sonaron las alarmas. Se orquestó una caza febril que trató de desactivar el motín en el extrarradio de onda. Se les hizo tarde.

Morgado, que había sostenido la fuga sobre sus hombros, agarró la victoria por la pechera y la zarandeó a modo de un Hercúles que derriba las columnas. Morgado es un portugués sin saudade. Demasiado joven y ambicioso para que le muerda la nostalgia.

Murguialday y Esparza lo intentan

Llamados al esprint, convocados para un asunto de velocidad en el G.P. Castelló, la rebelión de quienes buscaban cambiar las cosas se concretó en una fuga con ocho dorsales, donde se anudaban Jokin Murguialday, del naranja de Euskaltel-Euskadi, y Unai Esparza, del Illes Balears. Amenazaron el final que se esperaba, que no era otro que un debate veloz y voraz entre los hombres rápidos.

Los fugados se entendieron con la mímica de la esperanza, con esa idea tan revolucionaria de alterar el ritmo circadiano del pelotón, que se apresuraba para tratar de imponer su poder antes de de encarar el Collado de Ayódar, la aduana de la clásica.

Los muchachos de Aranburu, de estreno en el Cofidis, y los de Matthews, con un maillot morado que les asemejaba a penitentes nazarenos en un paso de Semana Santa, presionaban a los escapados, que entraron en la zona de la supervivencia.

La diferencia había menguado y la fatiga se había acumulado. El sedimento de los kilómetros, de golpear el rostro contra el viento, horadaba las piernas, comidas por las termitas del cansancio.

Murguialday y Esparza capitularon. Al resto no les quedaba demasiado carrete ante el trabajo mancomunado en el pelotón, donde los intereses que después se cruzarían, agitarían y enredarían estaban alineados en la misma misión.

Los velocistas tamborileaban los dedos. Comenzaba el compás, el baile de posiciones, el aprendizaje en la primera pasada por la meta. Convenía medirlo todo bien para cuando los disparos no fuesen de fogueo y tronaran los vatios a máxima potencia.

Veistroffer fue el último en entregarse a los perseguidores en el pórtico del Collado de Ayódar. En sus entrañas, el UAE ideó otro final y Morgado, apenas 20 años, se deshizo de la saudade. Espantó la melancolía.

2025-01-26T16:55:03+01:00
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