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Polideportivo

Moschetti sale de la nada y se queda con todo en la Clásica de Almería

El italiano derrota a los grandes velocistas en el esprint y estrena a su nueva formación, debutante
Moschetti se impuso en la Clásica de Almería.
Moschetti se impuso en la Clásica de Almería.

A Matteo Moschetti, recluta del Q-36.5, un nuevo equipo suizo, nadie le prestó un mínimo de atención. En las prisas del esprint se olvidaron de él. Los olvidos no son necesariamente malos. En las oficinas de objetos perdidos se encuentran verdaderos tesoros. Moschetti, un desheredado que tuvo que dejar el Trek para encontrar el sustento en una estructura más humilde, estrenó el palmarés de su equipo. Ascensor de bajada para subir. La realidad también la configuran las paradojas.

A Moschetti no se le vio hasta que se ganó el primer plano. Irrumpió en escena como si se tratara de un espontáneo que sale a protestar por una causa justa. Ni la cámara fue capaz de situarlo hasta que ocupó todo el espacio de la celebración. Se reivindicó el italiano, que fue capaz de encontrar un sitio entre los prebostes de las velocidad.

A Moschetti no le alcanza para disponer de porteadores. Tampoco de lanzadores de renombre. Se entrometió el italiano por dónde pudo. Le guio el camino el instinto y el desajuste de los velocistas más reputados, que se lanzaron a la conquista de la Clásica de Almería desde demasiado lejos. Les pudo el ansia. No a Moschetti, una sonrisa abierta en un esprint cerrado que le concedió un triunfo magnífico.

Urgencias entre los mejores

En los esprints conviene medir muy bien, ser exacto en el cálculo para evitar sorpresas desagradables. Kristoff se activó con urgencias y eso le condenó. A él y al resto. Efecto dominó. Con la chispa del noruego, todos entraron en combustión. Hipnotizados los unos con los otros. Kristoff pendiente de De Lie, Gaviria pensando en Molano, Coquard atento a Meeus. En ese mundo en el que todo sucede a una velocidad enorme, en el diálogo de acción-reacción, Moschetti se ató a la cordada de la calma.

Invisible para los galgos, se adentró sin ser visto, como un polizonte dispuesto a ganarse un mejor futuro. El desembarco de los velocistas parecía subrayar a Meeus, el belga. De Lie, el joven esprinter que ha comenzado la campaña con suficiencia, le merodeaba. Kristoff, corpulento, ocupaba su espacio, para dar con la victoria. A todos les adelantó Moschetti, el inesperado, por el centro.

Luis Ángel Maté, en fuga

Después de la fuga, en la que Luis Ángel Maté (Euskaltel-Euskadi) se quedó con el premio de la montaña, atizó el viento, blandiendo los puños, agachando cabezas, achatando narices. Encontrarse con Eolo de frente es recibir una paliza en el rostro. Todo lo frena. También las ganas. Pero el viento, roló, viró la carretera, y se mostró insidioso desde el costado.

En el pelotón sonó la campana del nerviosismo en los paisajes que abren las autovías, entre las montañas del spaghetti western que festonean los invernaderos, la mancha blanca de plásticos que se observa desde el espacio. En el Área 51 de Almería se evaporó la mitad del grupo.

Viento y nerviosismo

Delante se agitaron los mejores, los que tamborileaban los dedos a la espera del esprint. Ineos y UAE enfilaron la comitiva, en fila india, cuellos estirados y presión para no perder el cobijo de la silueta precedente. Los edificios de la ciudad fueron un respiro, un remanso de paz, para los más apurados.

Amainadas las trastadas del viento, retornó la calma, bajaron las pulsaciones y se organizaron las líneas maestras del esprint por el callejero de Roquetas de Mar. Se alinearon los velocistas más pudiente para la carga final. Coto cerrado. Esprint entre nobles y jerarcas de la velocidad. En ese salón, Mosquetti salió de la nada para llevarse todo.

2023-02-13T17:29:03+01:00
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