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La periodista Cristina Fallarás lleva años recibiendo y compartiendo en redes sociales testimonios de mujeres víctimas de violencia. En febrero, Instagram le cerró la cuenta. En ese momento, Fallarás decidió publicar todos esos testimonios en formato libro como herramienta de lucha contra el maltrato hacia las mujeres, al temer que se pudiera perder todo el material recogido durante tanto tiempo.
La forma en la que comparte las historias es mediante capturas de pantalla, eliminando el nombre de quien denuncia; es lo que ellas le piden: "No publiques mi nombre". Este libro recopila parte de esos testimonios como una forma de salvarlos del olvido
¿Qué le animó a crear las campañas que impulsó en redes sociales, como ‘Cuéntalo’ y ‘Se acabó’?
Soy periodista y experta en comunicación digital. Sentía que había una historia sin contar, la de la violencia que sufrimos las mujeres. Pensé que, puestas a narrarla, era mejor que lo hiciéramos nosotras mismas y no un teórico.
¿Pensó en algún momento que estas iniciativas tendrían tanta repercusión?
En el caso de Cuéntalo, en 2018, no me lo esperaba porque fueron millones de mujeres las que se pusieron en marcha, y eso es algo que sucede como un organismo vivo, respondiendo a un estímulo. Pero esta vez sí lo tenía claro. Sabía cómo permitir que las mujeres se expresaran sin poner su nombre, evitando así una venganza.
¿Por qué hay actualmente tantas mujeres que se atreven a contar su historia y denunciar que han sido víctimas de malos tratos?
Las redes sociales nos han dado la posibilidad a las mujeres de expresarnos sin tener que pedir permiso ni invertir capital, generando un mecanismo de comunicación inédito hasta ese momento. Eso los medios de comunicación tradicionales no lo hacían.
¿Qué le llevó a sacar estas historias de las redes sociales y plasmarlas en un libro?
Me di cuenta de lo vulnerables que son los datos cuando me cerraron la cuenta de Instagram. Si solo los descargaba en mi ordenador, nadie los iba a ver. Además, muchas mujeres que no utilizan redes sociales tienen derecho a acceder a estos relatos. Entonces decidí publicar el libro.
¿Cómo seleccionó los testimonios que aparecen en el libro?
No seleccioné nada. Le pedí a la máquina que los descargara, y los primeros que bajó son los que están. No los ordené ni intervine en ellos porque eso hubiera introducido un sesgo.
“ Negar la violenia machista es una pose. Los hombres que hacen eso, conocen perfectamente este tipo de violencia y la practican ”
¿Qué importancia tiene el anonimato en estas historias?
Es fundamental. Muchas mujeres no pueden contar el calvario que viven por miedo a sufrir represalias. Sin el anonimato, su relato sería incompleto. Una mujer cuya pareja la maltrata o cuyo jefe la obliga a hacerle felaciones no puede narrarlo sin que eso se le vuelva en contra.
¿Cuál ha sido el feedback de las mujeres cuyos testimonios aparecen en el libro?
En general, no tengo mucho trato con ellas. Si el caso es muy grave, les paso un teléfono para que busquen ayuda. Mi papel es de archivista, no consejera. Este libro es colectivo y yo no me lucro con él. Lo que genere será gestionado por una entidad sin ánimo de lucro.
¿Cree que los testimonios anónimos tienen el mismo impacto que los de mujeres famosas que denuncian públicamente?
Están confluyendo muchos procesos distintos. Una mujer famosa denunciando lo que le han hecho, varias famosas señalando a un hombre o una recopilación anónima como la mía tienen impactos distintos. Mi libro crea memoria colectiva y permite a otras mujeres identificarse y reconocer lo que han vivido.
¿Cómo valora el impacto de casos recientes como el de Ana Peleteiro?
Son muy útiles. Peleteiro no ha denunciado a nadie en particular, pero su relato ayuda a otras mujeres a identificar situaciones similares y reaccionar. Estos casos están contribuyendo a que muchas mujeres hablen y ya no haya manera de callarlas.
Uno de los casos más mediáticos ha sido el de Iñigo Errejón. ¿Cómo fue el proceso hasta que se hizo público?
Me llegó un testimonio anónimo sobre un político madrileño. No sabía que se trataba de Errejón, ni la persona que me lo contó lo mencionó. Lo publiqué y, al hacerlo, se activaron esos mecanismos de identificación. Otras mujeres reconocieron a Iñigo Errejón. Podría haber sido cualquier otro, pero lo identificaron a él. Después de Errejón, he recibido testimonios sobre otros políticos, artistas, profesores, catedráticos y escritores.
¿Va a hacer públicos estos casos?
No, los derivé a abogadas y periódicos porque no es mi papel publicarlos. Si lo hiciera, acabaría pagando yo en lugar del agresor. Ese es el gran problema. En este sistema, la que paga siempre es la denunciante o quien saca a la luz la verdad.
Errejón decía antes que no existían las denuncias falsas, pero en el caso de Elisa Mouliaá asegura que se trata de una denuncia falsa.
Errejón es un digno hijo del patriarcado. Los agresores existen en todos los ámbitos: en la izquierda, en la derecha, entre ricos y pobres, educados e ignorantes. Esto no entiende de clases ni ideologías.