El arquitecto Arata Isozaki ha fallecido este jueves a los 91 años de edad. Ganador del prestigioso Premio Pritzker, su obra ha tenido una gran relevancia en todo el mundo y destaca su influencia en Euskal Herria. Entre otras obras, el japonés es el creador de las Torres Isozaki bilbaínas y presentó un plan para el Kursaal donostiarra muy diferente del que finalmente se llevó a cabo.
El japonés, conocido por obras como la biblioteca de Oita, la discoteca Palladium de Nueva York o el Palau Sant Jordi de Barcelona, se presentó al concurso que se hizo en el año 1989 para decidir qué construir en sustitución del edificio Casino Gran Kursaal que había sido demolido en 1973. Su propuesta era radicalmente diferente de la que finalmente se llevó a cabo, obra del navarro Rafael Moneo.
Isozaki propuso un conglomerado de volúmenes de distintas formas mirando hacia el mar y una parte lineal y más habitual para la parte de espaldas al Cantábrico. Aprovechando la cercanía del conocido como "Solar K" en esa época, el arquitecto proponía que la parte que miraba a la calle estuviera horadada en su parte central para crear un paso a la playa y a las distintas partes del interior del edificio. Su proyecto ocupaba prácticamente la totalidad del solar, al contrario que la finalmente vencedora, la idea de Moneo, que deja grandes espacios. En la parte superior, el edificio de Isozaki habría tenido, además, un helipuerto.
En ese concurso que se organizó en 1989, además de Isozaki y el vencedor Moneo estuvieron otros grandes nombres de la arquitectura mundial: Mario Botta, Norman Foster, Juan Navarro Baldeweg, Luis Peña Gachegui y José Antonio Corrales. Sin embargo, estas no eran las primeras propuestas para el solar frente a la Zurriola. En 1964 se inició el primero de los tres concursos en la que hubo 122 propuestas. El primer premio recayó en un equipo integrado por Jan Lubicz-Nycz, Carlo Pellicia y Willian Zuk cuya maqueta no llegó a construirse debido a “dificultades técnicas”. Unos años más tarde se convocó otro concurso en 1972 y se invitó a seis estudios y tampoco llegó a materializarse la propuesta de Corrales y Molezún, los ganadores de esa edición. Finalmente, para el concurso que acabó siendo el definitivo se decidió llamar a arquitectos de renombre mundial.
El Kursaal que hoy en día conocemos en Donostia terminó de construirse diez años después, en 1999, y desde entonces la visión de Moneo forma parte de la ciudad como uno de sus elementos más representativos. El proyecto de Isozaki, como los otros 130 que fueron descartados por diversas razones entre 1964 y 1989, forma parte de los posibles Kursaales que pudieron haber sido.