“La guerra es muy perra” acertaba a definir una mujer del bando carlista mientras lanzaba fuertes improperios contra las tropas liberales que acababan de matar a su hijo tras asaltar la trinchera de los tradicionalistas situada en las campas de San Juan en Muskiz junto al río Barbadún. Uno de tantos episodios bélicos que se produjeron en el valle de Somorrostro, especialmente en tierras de Muskiz y de Abanto Zierbena, y que segaron la vida de miles de jóvenes “a cuya memoria queremos dedicar esta recreación histórica. Jóvenes y adultos a los que la guerra truncó sus sueños y anhelos, sus esperanzas y proyectos”, refirió Alberto Bargos, uno de los coordinadores de esta acción cultural cuyo objetivo primordial es divulgar el enfrentamiento bélico que tuvo lugar en el Valle de Somorrostro dentro de la Segunda Guerra Carlista (1872-1876).
Una actividad puesta en marcha por el Centro Trueba con el apoyo del Museo de la Minería del País Vasco y en la que colabora el Ayuntamiento de Muskiz. “No se sabe a ciencia cierta el número de muertos que hubo en estas batallas del valle de Somorrostro pero no cabe duda de que fueron muchos ya que incluso la crudeza de los enfrentamientos, en zonas como San Pedro de Abanto o Murrieta motivaron que ambos bandos acordaran un alto el fuego para poder retirar a su hombres malheridos y sus cadáveres”, recordó el coordinador de Trueba Zentroa, Ricardo Santamaría, quien apuntó que esta recreación “no es un fin en sí mismo sino el punto de partida para seguir investigando y difundiendo los análisis sobre las implicaciones que a todos los niveles supuso la victoria liberal sobre el bando carlista, más allá del aspecto militar”.
En este sentido, esta nueva edición de La Batalla de Somorrostro hace referencia a una de las tres guerras civiles que enfrentaron a los partidarios del “liberalismo” con los “tradicionalistas o carlistas”. Tres cruentas guerras civiles de las que dos (1833-1840 y 1872-1876) tuvieron como escenario destacado las provincias de Euskal Herria.
Dos modelos
El liberalismo pujaba por implantar un nuevo modelo económico, fruto de la “revolución industrial” europea, legislando, normalizando, tratando de acabar con privilegios consuetudinarios, liberalizando el suelo y poniendo las bases para un desarrollo de libre comercio. El “carlismo” buscaba mantener la vida tradicional y los Fueros. Estos enfrentamientos ideológicos o fueron tan simples y estuvieron cargados de luchas por el poder, dinásticas, religiosa, etc. Los liberales penetraron por Santander tratando de avanzar lo más rápido posible con el objetivo de levantar el sitio que los carlistas tenían sobre Bilbao.
La Vega del Valle de Somorrostro fue el escenario de encarnizados enfrentamientos al encontrarse los liberales con las magníficas trincheras construidas por los ingenieros carlistas catalanes. En el mes de marzo de 1874 treinta y ocho batallones liberales y dieciocho carlistas se enfrentaron en sucesivas acciones bélicas que dieron lugar a miles de muertos. Esta cruenta Batalla de Somorrostro engloba varias acciones bélicas en la comarca, como la toma del Puente de San Juan, los intentos de conquistar Montaño, Mantres y San Pedro y la acción de las Muñecas (Sopuerta), donde muere el general encartado Castor Andéchaga, y por donde pasaron las tropas liberales que, por el Valle del Cadagua, fueron rápidamente hacia Bilbao.
“La Segunda Guerra Carlista para los encartados y encartadas fue la Batalla de Somorrostro y significó un antes y un después por la pérdida de los Fueros, la pérdida de sus derechos sobre los montes comunales, la obligatoriedad al servicio militar, la explotación exhaustiva de sus montes, la contaminación de montes y aguas y la llegada de miles de temporeros, cambió radicalmente la vida de los habitantes de esta comarca”, reseñó Ricardo Santamaría. El triunfo liberal y las nuevas explotaciones mineras e industriales cambiaron para siempre la comarca reduciendo a la nostalgia los tiempos pasados, que nunca fueron fáciles, de vida agropecuaria, extracción libre de vena, venaquería los montes indivisos y comunales. Una forma de vida que los carlistas, expresaron y defendieron en el campo de batalla luciendo como elemento aglutinador la típica txapela mientras que la vestimenta y el armamento era de los más heterogéneo frente a un ejército liberal perfectamente pertrechado y mucho más numeroso. Una cuestión que aún así no amilanó al bando carlista –la tropa de los sacristanes como se les apodaba desde el bando liberal– que obligó a todo un presidente del gobierno, Francisco Serrano a tomar las riendas de la contienda para liberar Bilbao.
Ayer domingo en Muskiz, las decenas de personas que se dieron cita en San Juan –cerca de 200 si se añaden a quienes el sábado hicieron el recorrido por los escenarios reales– pudieron conocer mejor el desarrollo de la batalla a través de varios escenarios como las trincheras, el hospital de sangre, las caballerizas o la cocina de campaña. Al final, la batalla ganaron los liberales.