Polideportivo

Nada puede con Pogacar

A pesar de una aparatosa caída, el esloveno, dolorido, conquista por tercera vez en solitario la Strade Bianche, en la que Pello Bilbao, sensacional, es quinto
Pogacar, herido, pero vencedor.
Pogacar, herido, pero vencedor. / Strade Bianche

Ecce homo Tadej. Dios Pogacar. El hombre y el ciclista. La corona de espinas y la del laurel. El martirio y la gloria. La Epifanía del campeón del Mundo en la Strade Bianche. Entronizado tres veces rey (2025, 2024 y 2022). Rey de reyes. Del infierno de una caída que bien pudo quebrar su aura, al cielo en otro viaje lisérgico barnizado en épica ensangrentada.

El arcoíris resplandeciente tras la tormenta. Otra cuestión de fe. Solo a través de una mirada que bordea con lo sobrenatural se puede entender la exhibición del esloveno, al que nada humano le derrota. Jamás.

Ni una fuerte caída que le golpeó el cuerpo, que le zarandeó el alma y que le activó el miedo y la zozobra pudo con el esloveno, que derritió a Tom Pidcock en las rampas de tierra blanca de Colle Pinzuto, a 18 kilómetros de meta, antes de recibir el homenaje en la Piazza del Campo, su reino. Al fin a cobijo. Allí le abrazó Joseba Elgezabal, su masajista, y le besó Mauro Gianetti, el jefe del UAE.

Todo lo tiraniza el esloveno, un caníbal. El primer maillot arcoíris que vence la clásica para amortiguar su 92ª victoria en el palmarés. El podio lo cerró Tim Wellens, compañero del esloveno, en otro desfile del UAE, el equipo que viaja en cohete.

Fenomenal Pello Bilbao

Pello Bilbao, sensacional en los caminos de tierra que tanto le seducen, fue quinto como en 2022. El de Gernika completó una gran carrera entre los humanos. Mikel Landa, en su estreno, fue 11ª. Un logro estupendo. En otra dimensión, a la que solo puede acceder él, Pogacar firmó otra demostración alucinante.

Aceleró el esloveno, sentado, los vatios disparados, robótico el gesto, sin mueca y el inglés se quedó desnudo, en silencio, desamparado ante un ciclista que viene del futuro, cada vez más ajeno a los cálculos, la lógica y el sentido común. El esloveno, apergaminado por la caída, sin su mejor versión, se deshizo de Pidcock como una mota de polvo que le rompía la estética del esmoquin blanco.

Pello Bilbao, durante la carrera.

Pello Bilbao, durante la carrera. Bahrain / Sprint Cycling

En los caminos blancos de la Toscana, en la tierra que atraviesa los viñedos, Pogacar otra vez en solitario, libre, salvaje, imperial, imparable, brindó una victoria descomunal. Una vez más surcando la historia. Un ciclista infinito. Sin límites a pesar de los golpes. Toro salvaje.

El campeón que cae y se levanta para triunfar sobre todo, contra pronóstico. La redención en apenas unos kilómetros de distancia. Acallados los adjetivos, no hay diccionario capaz de desentrañar a Pogacar, implacable en su regreso a la sonrisa desde el dolor. Un caso digno de estudio.

Pogacar, tras la caída.

Pogacar, tras la caída. Strade Bianche

Giró el viento, fumigada la fuga entre el camino polvoriento, y emergieron los valientes, temerarios e intrépidos, apenas unas huellas más tarde de la marca que fijó Pogacar el pasado curso, a 80 kilómetros de Siena.

El esloveno, que viajaba cobijado en el ala de Wellens, mostró la cresta cuando Pidcock, que también tiene memoria gloriosa de la Piazza del Campo, aleteó, valeroso. Al campeón del Mundo y al inglés se sumó Swift, un excompañero de Pidcock.

Caída de Pogacar

Abrió el trío una herida que supuraba el polvo blanquecino de la Toscana. Atrás dejaron al resto, hasta que Pello Bilbao se rebeló. Roger Adrià y Vermeersch también se alistaron a la aventura. Se formó un grupo de secundarios de lujo. El foco, con todo, lo reclamaba el esloveno, arriesgando en cada curva, en cada pulgada, tirando los dados del destino. El show de siempre. El rayo que no cesa.

En un descenso trazó mal, demasiado pasado, le derrapó la rueda trasera y se lijó en el asfalto. Pogacar es humano. Se lo recordó la carretera, que no reconoce jerarquías ni leyes superiores a la suya. Todos los mitos han caído. Las desgracias no hacen distinciones.

El arcoíris de Pogacar se opacó entre los matorrales tras rodar por el asfalto y acabar en un descampado. Aunque señalado por la mala fortuna, su piel de campeón, hecha jirones, se repuso de un respingo, sin grandes daños, aunque marcado en codo, rodilla y hombros. En la caída, el esloveno, de espaldas, esquivó un murete de piedra rematado con una cruz.

Un calvario. Su temporada bien podría haber volteado en ese accidente. Nunca se sabe. Con la adrenalina colonizando su cuerpo, se puso en pie. Cambió de bici y dejó que la rabia pedaleara por él, con el susto aún reverberando en sus adentros. El miedo le ayudó a huir.

Imparable

Pogacar, magullado, con rastros de sangre, los hombros golpeados y agujereada su coraza de caballero blanco, cazó a Swift, espeso, y se personó ante Pidcock, que tuvo la habilidad de no caer tras un rectificado al límite. Se quedaron a solas el inglés y el esloveno. Un vis a vis. Pogacar cruzó los dedos cuando se trataba de bajar. Se cuadró. Le faltaba fluidez.

Pogacar, en solitario.

Pogacar, en solitario. UCI

Pidcock comandaba los descensos para inquietar al esloveno. Cuando los caminos de tierra miraron hacia el cielo, el esloveno se disparó para arrasarlo todo. Ardió la Toscana bajo el sol de Pogacar. El astro rey. Pidcock lo comprendió. Polvo eres y en polvo te convertirás. El esloveno era un dios cincelado en mármol blanco manchado de sangre en Siena. Herido pero no enterrado. Inmortal. Nada puede con Pogacar.

Strade Bianche

Clasificación

1. Tadej Pogacar (UAE) 5h13:58

2. Tom Pidcock (Q 36.5) a 1:24

3. Tim Wellens (UAE) a 2:12

5. Pello Bilbao (Bahrain) a 4:20

11. Mikel Landa (Soudal) a 5:31

2025-03-09T16:17:05+01:00
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