La invasión rusa de Ucrania cumple un año. 365 días desde que se desató el horror y la población ucraniana vio cómo su vida se ponía patas arriba. Muchos, a pesar de todo, decidieron quedarse en su tierra y resistir bajo las bombas de Putin, pero otros muchos decidieron poner tierra de por medio hasta que la situación mejore. En este segundo grupo es donde se encuentra Nataliia Ostrikova, ucraniana originaria de Kiev que, en este primer aniversario, nos ha acompañado en Onda Vasca con Txema Gutiérrez.
La salida de Ucrania
En Ucrania, Nataliia trabajaba como comercial de pequeña herramienta. Cuando comenzó la invasión, se encontraba a 300 kilómetros de casa, en uno de los viajes que tenía que hacer por trabajo. Nataliia vivía en Kiev con una hija de 16 años que salió del país con ella y con un hijo de 22 años al que no ve desde hace meses, porque tuvo que quedarse en Ucrania, como todos los hombres mayores de 18 años, ante la posibilidad de ser llamados a filas.
Nataliia y su hija se refugiaron primero en casa de una hermana, a 20 kilómetros de un aeropuerto militar donde "todas las noches se oían bombas muy fuertes". De ahí, hacia el oeste, acercándose a la frontera con Polonia. Tras constatar que la ofensiva rusa iba a prolongarse mucho más de lo inicialmente previsto, decidieron salir del país. Tras tres días durmiendo en un campamento de refugiados en Polonia, consiguieron plaza en un autobús que las trajo a Euskadi. Para entonces, las fuerzas de Putin llevaban dos meses tratando de someter al pueblo polaco con sangre y fuego. Un tiempo que Nataliia recuerda con tristeza: "Cuando hablo de ésto, lloro, es mi dolor. Aquellos dos meses fueron muy duros".
Reconstruir una vida
Ya en Euskadi, empezó a construir los cimientos de su nueva vida gracias a la asociación SOS Ucrania. Ella y su hija se alojan en el piso donado por Iñaki, un vecino de Bilbao que se ha convertido en su familia de acogida. "Sin su ayuda no podría vivir", explica Nataliia, que dice que en Euskadi se encuentra bien y que le gustan "la naturaleza y Bilbao".
En Ucrania dejó a toda su familia: hermanos, sobrinos...una familia que, como tantas otras, creció moldeada por la antigua URSS: "Con mi familia me comunico en ruso, pero mis hijos hablan sólo ucraniano. De pequeños sólo estudiábamos el ruso y por eso Putin quiere Ucrania". Preguntada por su identidad, Nataliia es tajante: "Yo soy ucraniana y no quiero vivir con Rusia".