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Vida y estilo

“Necesitamos contar los grises en la guerra de Ucrania”

Tras 20 años de viajes y trabajo en los rincones más conflictivos del mundo, Igor G. Barbero ha sido testigo y narrador de las realidades más invisibles, trabajando desde la agencia EFE hasta Médicos Sin Fronteras, pasando por la creación de la revista 5W
El responsable de comunicación de Médicos Sin Fronteras Igor G. Barbero
El responsable de comunicación de Médicos Sin Fronteras Igor G. Barbero / Luisa Valencia

Igor G. Barbero (Bilbao, 1983) se ha pasado los últimos 20 años con una maleta en la mano, viajando de aquí para allá, recorriendo el globo primero como periodista (Agencia EFE, Deia) y desde 2016 como responsable de comunicación de la organización médico-humanitaria Médicos Sin Fronteras. Ha vivido en África, en Asia del Sur, en Barcelona y, desde septiembre del año pasado, reside en Bogotá (Colombia). Entre medias, ha publicado dos libros (Bangladesh. Crónica de un país olvidado y Vislumbres de África Oriental) y es cofundador de la Revista 5W. Barbero, además de un todoterreno periodístico, es sin duda un comunicador nato y entiende profundamente los conflictos que amenazan la estabilidad mundial; aquellos que aparecen en los medios constantemente y los que están silenciados. Dice en su blog personal, igorbarbero.com, que 2024 fue el año en que renació. Y no es una metáfora.

¿Qué le pasó en la carrera Cursa de la Mercè de Barcelona? ¿Temió por su vida? 

-Me dio un golpe de calor en la edición que se celebró en septiembre de 2023. Es una carrera de 10 kilómetros y me quedé inconsciente. Llegué a Urgencias en estado de taquicardia y estuve cinco días en coma inducido. Pasé un total de 10 días en la UCI y me dieron el alta al undécimo día. Empecé con un proceso de rehabilitación muy intenso porque la UCI te atropella como un tren. Tuve que hacer bastante fisioterapia. Pero por suerte no me han quedado secuelas. En enero del año pasado pude reincorporarme al trabajo y también volví a hacer deporte.

¿Cómo se encuentra?

-Estoy bien. Los golpes de calor suceden con bastante frecuencia, sobre todo si tenemos en cuenta que vivimos en un mundo en el que la crisis climática es una realidad y tenemos que ir readaptándonos a ella. En mi caso, se dio la tormenta perfecta para que desembocara en una situación tan crítica. Algo así te hace pensar en la necesidad de contar con una sanidad pública fuerte; la respuesta fue inmediata y efectiva. Si me llega a ocurrir en otro lugar, no sé qué hubiera pasado y el resultado seguramente habría sido mucho peor. También me ha suscitado otra serie de reflexiones sobre relativizar ciertas situaciones o darle prioridad a las cosas que realmente importan en la vida. Porque la vida dura lo que dura.

¿Durante ese periodo de reflexión surgió la idea de marcharse con su pareja a Colombia? 

-Lo veníamos pensando hacía un tiempo y ahora es cuando se han dado las circunstancias profesionales para poder ir a Bogotá. Ella es de allí y así podemos estar más cerca de su familia. He aprovechado este tiempo para bajar un poco la intensidad laboral y no tener una dedicación tan extrema al trabajo. Es verdad que me encanta lo que hago, pero llevo casi dos décadas como periodista primero y después en una organización de emergencia dándolo todo. Los cambios son constantes, siempre hay una crisis nueva a la que atender y todo se vive con muchísima intensidad. No se trata de renunciar a nada, sino de buscar un equilibrio entre mi vida personal y profesional.

¿Cuando estudiaba Periodismo ya soñaba con ser corresponsal en algún país remoto?

-Siempre me ha gustado mucho viajar. Como también me gustaba escribir, encontré una armonía perfecta con el trabajo de corresponsal en el extranjero. Para mí era una forma de seguir conociendo lugares distintos. Primero hice un Erasmus en Alemania y ahí me busqué la vida para poder colaborar con múltiples medios de comunicación. Pakistán no estaba entre mis objetivos como corresponsal, pero a través de un compañero de la facultad me fui con 22 años allí en un momento de efervescencia periodística: Bin Laden seguía escondido, la guerra en Afganistán estaba al rojo vivo… En el Sur de Asia disfruté mucho. Estuve 8 años allí. Es una región en la que pasan muchas cosas y desde nuestra delegación de EFE en Nueva Delhi cubríamos un lugar habitado por cerca de 2.000 millones de personas.

¿Entre ser corresponsal y trabajar como responsable de comunicación de MSF hay mucha, poca o ninguna diferencia?

-Me gusta decir que son dos caras de la misma moneda. Médicos Sin Fronteras no es una agencia de noticias, pero sí es verdad que tenemos un gran compromiso con denunciar las situaciones que presenciamos. Mi trabajo ofrece una oportunidad única o excelente de llegar a sitios que los periodistas muchas veces no pueden hacerlo, porque, normalmente, los gobiernos autoritarios de turno restringen el acceso. La labor de MSF es importante. Te permite explicar y mostrar esas realidades sin florituras ni exageraciones; simplemente contando lo que hay. Los medios son nuestros aliados, porque tienen que ayudar a la sociedad a empatizar con realidades que están a decenas de miles de kilómetros de distancia. Al final, nuestra prioridad es asistir a la sociedad civil y prestar ayuda a las personas necesitadas.

¿Hasta qué punto es simplista el relato de que Putin es muy malo y Zelenski solo quiere defenderse de su agresor? ¿No faltan grises en este conflicto? 

-Es imposible que la guerra esté bien contada porque, principalmente, solo se está cubriendo desde el lado ucraniano. Por lo tanto, es difícil que podamos aplicarle todos los grises que debería tener el conflicto. No estamos viendo, por ejemplo, el impacto de los ataques ucranianos en territorio ruso, lo que no justifica la invasión a gran escala que se produjo en 2022 de una manera brutal y con un nivel de hostilidad enorme que ha creado una gran devastación. Aunque la mayoría de las víctimas han sido militares, el número de bajas civiles es importantísimo. La situación macro es la de millones de personas desplazadas que viven con la incertidumbre de vivir fuera de sus casas; y las que se han quedado en Ucrania pueden recibir en cualquier momento el impacto de un misil en la zona. No me gustan nada las visiones maniqueístas, necesitamos contar los grises. Ojalá el conflicto no se prolongue mucho en el tiempo y se llegue a una solución beneficiosa para las poblaciones civiles de ambos lados.

¿El genocidio de Gaza ha desatado una ola de solidaridad insólita con Palestina en el mundo entero? 

-Sí, pero la solidaridad de la sociedad no ha cristalizado en acciones concretas por parte de los gobiernos, más allá de cuestiones cosméticas como las de Sudáfrica o España. Cuando Biden anuncia que va a destinar 8.000 millones de dólares más en armamento, no podemos más que sentir una gran frustración; le da vía libre a Israel para seguir pisoteando a la población en Gaza después de una destrucción que ha provocado 40.000 víctimas mortales. Israel se ha saltado sin escrúpulos todas las convenciones internacionales. Nosotros hemos sufrido más de 40 incidentes en nuestras estructuras y 8 de nuestros trabajadores han muerto. Es una guerra que se contará como uno de los episodios negros de la historia de la humanidad. No nos cansamos de repetir que hace falta un alto al fuego. Aunque poco se puede hacer cuando los líderes mundiales toman decisiones concretas. Es frustrante.

Uno de los objetivos de Médicos Sin Fronteras es poner luz sobre tragedias invisibilizadas. ¿Por qué no se habla más de otros conflictos sangrientos como el del Congo, los millones de desplazados de Sudán…? 

-El modus operandi de los medios de comunicación es que cuando surge un conflicto se cubre enseguida, pero luego llega otro conflicto nuevo y el anterior queda enterrado. Vivimos en un mundo frenético alimentado por las redes sociales y con la incapacidad de prestar atención a las cosas. Es la era de los reels. Lo he visto en mi trabajo: antes hacíamos vídeos más largos para contar lo que sucede. Y lo que tenemos que hacer es tomarnos un tiempo y abrir el foco, analizar el contenido y poner los datos encima de la mesa. No podemos quedarnos solo con el desgarro y el impacto de la violencia. Se debe contextualizar y contar bien las cosas. 

Millones de Áfricas

Igor G. Barbero residió en Nairobi, la capital de Kenia, situada 1.700 metros de altitud, entre 2018 y 2022. Tras su independencia británica en los años sesenta, Kenia se convirtió en un destino atractivo y uno de los países africanos más estables del continente. Durante cuatro años Barbero vivió otra Kenia distinta. Describe África oriental como un lugar con una “biodiversidad impresionante” y que le pareció “extremadamente interesante”. “Es un continente que está muy vivo y donde encuentras muchísimos extremos y grandes desigualdades”, cuenta. “Pero África no es un territorio homogéneo. No se puede simplificar un continente entero. Hay miles de Áfricas, millones. Y tuve la suerte de conocer algunas de ellas”.

2025-01-22T07:44:20+01:00
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