Neiker, el Instituto vasco de Investigación y Desarrollo agrario, tiene un nuevo proyecto entre manos. Y es que está participando en el proyecto transfronterizo Fertilwastes, en busca de optimizar el valor de los residuos orgánicos y su futuro en el mercado. Las microalgas tendrán además un "papel destacado" en este proyecto de bioeconomía circular, ya que "ayudarán a generar productos innovadores y con valor para la agricultura".
Según explican a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA las investigadoras Miriam Pinto (experta en bioeconomía e investigadora del departamento de Conservación de Recursos Naturales del centro tecnológico de Neiker) y Sonia Suárez (experta en microalgas e investigadora del departamento de Producción y Protección Vegetal de Neiker), llevan largo tiempo trabajando en la valorización de residuos orgánicos, especialmente residuos generados en actividades agroganaderas –ejemplo de ello son, recuerdan, la torta colza, los purines, lactosueros, etc.– y residuos forestales.
"En este sentido, siempre estamos buscando nuevas estrategias que permitan dar salida a los residuos", afirman, porque otro de los objetivos que persiguen desde el instituto, como centro tecnológico de desarrollo agrario, es "avanzar hacia una agricultura más sostenible, que ocasione el mínimo impacto ambiental, pero conserve la productividad".
Con este proyecto, bautizado con el nombre de Fertilwastes (desechos de fertilizantes) "juntamos los dos objetivos: utilizaremos tres tipos de residuos para desarrollar productos fertilizantes que se puedan aplicar a cultivos". Así, el objetivo final es dar una salida a estos residuos devolviéndolos a la producción primaria en un esquema circular.
En concreto, dentro del proyecto, estas investigadoras trabajarán con residuos agrícolas como el biochar (carbón vegetal que se obtiene de restos vegetales), digestatos (residuos que se generan tras un proceso de digestión anaeróbica de material vegetal) y compost.
En ese sentido, recuerdan que el compost, los digestatos y el biochar son materiales orgánicos que se generan en procesos de valorización de residuos. La diferencia entre ellos es que el compost es un producto final, mientras que el digestato y el biochar son las materias residuales que quedan tras la conversión de residuos orgánicos en productos energéticos.
Sin embargo, también existen aspectos en común entre los tres. En primer lugar, que aún contienen compuestos orgánicos con un cierto valor, y que actualmente se emplean como fertilizantes en agricultura. "Presentan bajo contenido en nitrógeno y otras carencias nutritivas, lo que limita su valor fertilizante comparado con los fertilizantes químicos que estamos acostumbrados a usar. Son, a pesar de todo, excelentes acondicionares del suelo, pues permiten una mayor retención de agua y aportan microorganismos beneficiosos para el suelo y las plantas", afirman.
Aunque reconocen que se presenta otro problema porque "su volumen de producción es muy elevado y es necesario buscar una solución, una salida para ellos". Lo que pretenden precisamente en Fertilwastes es combinarlos, usarlos como ingredientes en productos más avanzados que proporcionen mejor valor nutritivo para los cultivos, en lugar de aplicarlos de forma individual: "El compost se ve enriquecido con los minerales presentes en el biochar, que a su vez mejora sus propiedades gracias a la materia orgánica del compost o el digestato".
En el caso de las microalgas, por su parte, explican que "no hablamos de un residuo, sino de una materia más avanzada y muy novedosa que está adquiriendo importancia en agricultura". Las microalgas aportarán el nitrógeno del que carecen los residuos anteriores y darán una diferenciación a los productos finales.
Según ellas, el aspecto "más interesante" de las microalgas es que las cultivarán en aguas residuales. Estos residuos suministrarán el nitrógeno y otros nutrientes necesarios para el crecimiento de estos microorganismos, para tener también un sistema de biorremediación –utilización de la capacidad de los microorganismos para degradar los contaminantes– ventajoso que ayude a reducir el impacto ambiental de los residuos derivados de estas actividades agroalimentarias.
fases Pinto y Suárez han enumerado además las diferentes fases de este proyecto. La primera se centrará en las materias primas, en la que se llevará a cabo un inventario de las industrias que producen compost, digestatos y biochar en Euskadi. "Veremos qué volumen producen anualmente y analizaremos los productos de cada una de ellas. Los compararemos con los de industrias que operan en otras zonas (Cataluña, Francia...) para ver cómo son de homogéneos. Para ello, contamos con socios en Francia y en Cataluña", explican.
En la segunda fase, por su parte, utilizarán los materiales para formular productos y los probarán en diferentes cultivos (por ejemplo, tomate), comparándolos con productos convencionales. "En el proyecto tenemos una tercera fase en la que se llevarán a cabo talleres con agricultores, agricultoras y cooperativas para compartir los resultados y conocer su interés por los productos", afirman, al tiempo que añaden que, en paralelo, se llevará a cabo un análisis de impacto para conocer el coste de los productos y evaluar si su fabricación y/o aplicación se ajusta bien a principios medioambientales.
Respecto a las conclusiones, esperan aportar una vía para mejorar el valor de los residuos indicados. "Esperamos desarrollar productos fertilizantes más sostenibles que sus alternativas convencionales y que den resultados de productividad al menos equiparables", desean.
Al fin y al cabo, el proyecto contribuye a la estrategia que sigue Euskadi para reducir residuos y generar valor en modelos de economía circular (Plan de prevención y gestión de residuos de la CAPV 2020 para la valorización de residuos). Responde, por tanto, a la necesidad de evolucionar hacia procesos productivos más eficientes y sostenibles basados en la recuperación integral de todos los recursos contenidos en los residuos, y también la concepción de nuevos eco productos, afirman.
"En Euskadi, la mayor área agrícola destinada a cultivos se encuentra en Araba, y es por tanto esta zona la que, potencialmente, más se beneficiará del desarrollo de estos nuevos fertilizantes de base biológica, respetuosos con el medioambiente y enriquecidos con microalgas", señalan finalmente, al tiempo que añaden que este tipo de iniciativas tendrán a largo plazo beneficios en todas las regiones: "Reducirán la presión sobre el medioambiente, mejorarán la seguridad de suministro de materias primas, estimularán la competitividad, la innovación, el crecimiento económico, etc.".
Proyecto
Biochar. Las investigadoras de Neiker Sonia Suárez y Miriam Pinto trabajarán con residuos agrícolas como el biochar (carbón vegetal que se obtiene de restos vegetales).
Digestatos. Otro de los recursos agrícolas con los que trabajarán serán los digestatos (residuos que se generan tras un proceso de digestión anaeróbica de material vegetal).
Compost. También usarán compost. Estos tres coproductos se sumarán y a esta mezcla se le añadirán microalgas, con lo que esperan obtener como resultado un fertilizante de alto valor nutritivo.
Microalgas. Para ambas investigadoras, las microalgas son "muy interesantes", ya que "no hablamos de un residuo, sino de una materia más avanzada y muy novedosa que está adquiriendo importancia en agricultura". Las microalgas aportarán el nitrógeno del que carecen los residuos anteriores y darán una diferenciación a los productos finales.
Fases
Primera. Este proyecto de investigación se dividirá en un total de tres fases. La primera se centrará en las materias primas, en la que se llevará a cabo un inventario de las industrias que producen compost, digestatos y biochar en Euskadi. "Veremos qué volumen producen anualmente y analizaremos los productos de cada una de ellas. Los compararemos con los de industrias que operan en otras zonas (Cataluña, Francia...) para ver cómo son de homogéneos. Para ello, contamos con socios en Francia y en Cataluña", explican.
Segunda. Posteriormente, en lo que a la segunda fase se refiere, ya adelantan que utilizarán los materiales para formular productos y los probarán en diferentes cultivos (por ejemplo, tomate), comparándolos con productos convencionales.
Tercera. Además, existe una tercera y última fase en la que se llevarán a cabo talleres con agricultores, agricultoras y cooperativas para compartir los resultados y conocer su interés por los productos", afirman, al tiempo que añaden que, en paralelo, se llevará a cabo un análisis de impacto para conocer el coste de los productos y evaluar si su fabricación y/o aplicación se ajusta bien a principios medioambientales.
Cifra
3
Son tres los coproductos que se sumarán a este proyecto, y a la mezcla le añadirán además microalgas.