“Acabé el bachillerato y vi que los estudios no eran lo mío. Con 17 años caí en el mundo del pescado, empecé a trabajar en el negocio familiar y ya llevo más de tres décadas en el sector”, comenta Javier López, nieto de Cipriano López, que en 1939 fundó la famosa pescadería Cipriano de la calle San Nicolás. En la actualidad, Javier regenta Nemo, la única pescadería de Ripagaina.
Javier se adentró en el negocio familiar en 1985. “Estuve trabajando dos años en San Nicolás. De ahí, pasé al puesto del mercado de Santo Domingo”, recuerda. En 1994, Javier se embarcó en toda una aventura: abrir una pescadería Cipriano en Mendillorri, la primera en un barrio en construcción.
“Era una decisión arriesgada porque suponía irse a las afueras de Pamplona. Ahora se ve que Mendillorri forma parte de Pamplona, pero hace 25 años no. Era irse al extrarradio. La gente nos tildó de locos porque suponía realizar una inversión potente en un sitio desconocido y no sabíamos cómo iban a responder los vecinos. Dudé entre Mendillorri y Mendebaldea, que en esa época también estaba pegando el boom, pero comprar una bajera costaba el triple”, relata.
Javier finalmente apostó por Mendillorri y se convirtió en la primera pescadería del barrio. “El Día, que tenía sección de pescado, abrió un mes antes que nosotros, pero los inicios fueron muy buenos. Los clientes eran los nuevos vecinos del barrio y personas que se acercaban desde Olaz, Sarriguren y Badostáin. La venta en el comercio pequeño funcionaba mucho”, apunta.
Mendillorri creció vertiginosamente y a finales de los 90 se convirtió en el barrio con el mayor índice de natalidad de Europa. “La natalidad era increíble. La tienda se me llenaba de carros y silletas de bebés”, recuerda.
El aumento veloz de población atrajo a la competencia y Mendillorri llegó a contar con hasta cinco pescaderías. Además, las grandes superficies aparecieron progresivamente. “Nos empezaron a rodear. Aldi, Lidl, Eroski, Mercadona. La expansión de los centros comerciales y supermercados nos afectaron porque estábamos en un barrio periférico, no en el centro de Pamplona”, indica.
En 2008, Javier creó la marca Nemo y cambió el nombre de la pescadería. “Mi hermano, mi cuñado y yo éramos socios y regentábamos tres tiendas. Decidimos que cada uno gestionara su negocio como quisiera”, apunta.
Con la crisis financiera, la pescadería perdió parte de su clientela y Nemo se adentró en el sector de la hostelería. “Hay que adaptarse a los cambios. Cuando vi que la venta al público flojeaba, le busqué otra salida al género. Los asadores y restaurantes trabajan con nosotros por el buen servicio y la calidad del producto. Y eso que competimos contra monstruos”, señala.
En 2017, volvió a ser pionero al abrir la primera pescadería en Ripagaina. “Muchos de los clientes de la pescadería de Mendillorri eran vecinos de Ripagaina. Notaba que había demanda porque allí no tenían nada. Se repetía la misma historia. Era un barrio nuevo con muchas parejas con niños. Así que nos lanzamos”, explica. Con la nueva apertura, el local de Mendillorri se convirtió en almacén.
Marisco y pescado salvaje
Nemo, defiende Javier, es de las pocas pescaderías de Pamplona que vende marisco vivo y cocido a diario. “Tiene mucha demanda. Y no solo en Navidad. Hay celebraciones casi todos los días. Cumpleaños, aniversarios, bodas, eventos... La gente nos encarga una mariscada hasta los miércoles”, asegura. El marisco, ahonda, lo cuecen de manera tradicional –agua y sal– en el local de Mendillorri.
Nemo también cuenta con pescados salvajes “exclusivos” como rodaballos, besugos o doradas. “Tenemos más acceso que otras pescaderías porque trabajamos mucho con hostelería. Al precio al que se compran estos ejemplares, si no se le da salida, es un problema. Por eso, una pescadería tradicional de barrio no se va a arriesgar si no tiene un comprador”, subraya.
Javier compra pescado por todos los puertos del Estado: Vigo, Burela, Cambrils, Barcelona o Pasaia. También en Francia, Irlanda o Holanda. Además, compra on line en páginas webs especializadas. De esta manera, recibe producto fresco los martes, miércoles, jueves, viernes y sábado. “Y el lunes voy con el camión a Pasajes ”, detalla.
Gran parte del género lo vende por WhatsApp. “Tenemos una lista de difusión de 300 clientes. Los martes y viernes les mandamos un vídeo del mostrador y nos realizan el pedido”, comenta. El vídeo también lo suben a Facebook e Instagram. “Las redes sociales nos han permitido llegar a gente que nos conocía ni sabíamos dónde estábamos.
¿Cuarta generación?
Desde hace un año, Ibone, hija de Javier, trabaja en la pescadería. “Estamos creciendo en hostelería y la mayoría de gestiones, como la facturación, se realizan on line. Mi padre no controla mucho y le ayudo”, señala Ibone, que está impulsando la venta y tienda on line y la presencia en redes sociales. Aún es pronto para saber si habrá cuarta generación, pero a Javier le haría “mucha ilusión”, confiesa.