Nextor Otaño, un chaval moreno, de buena planta, admite que se “aburría” en el colegio. Lo suyo era pintar. De hecho, bajo los apuntes y cuadernos tenía folios en blanco en los que, mientras el profesor explicaba la lección, él pintaba retratos o iba ensayando su firma, Nex. Lo que quizás no imaginaba es que pocos años después esa firma iba a empezar a ser conocida en el mundillo artístico, sobre todo el de murales, esas enormes pinturas al aire libre realizadas sobre paredes. Uno de las suyos, el que figura en la Casa Ciriza de Trintxerpe, ha sido elegido como uno de los 100 mejores de 2022 por la web Street Art Cities. Este pasaitarra, a sus 19 años, se codea ya con la elite.
Su padre, ingeniero de profesión pero artista de vocación, pronto se dio cuenta de que lo que al chaval le gustaba era pintar. Le veía practicar en casa y en el cole le llamaban la atención porque su hijo no atendía y prefería dedicarse a sus creaciones en lugar de a las matemáticas o a los idiomas. Se dio cuenta también de que su hijo solía ver en el ordenador vídeos de grafitis. Hasta que un día vio, en una furgoneta blanca, la firma Nex. Su hijo, entonces con trece años, ya había empezado a hacer grafitis por ahí. Lejos de coartar su ansia por pintar –era algo “imparable”, dice– lo apuntó a un curso al que también asistió él junto con dos amigos de Nextor. El curso lo comenzaron cuatro personas, pero lo acabaron dos: padre e hijo. “Lo disfrutamos. Nos ponía ahí lienzos grandes, nos daba alguna pauta, y nosotros creábamos”, comentan en una charla con NOTICIAS DE GIPUZKOA en el local que tienen en Pasai San Pedro, un taller muy propio de artistas: todo parece un batiburrillo de lienzos, sprays, pintura, cajas, cartones y maderas, pero en el fondo todo tiene un orden. Bueno, su orden.
“Pintaba en clase y, a la vez, veía vídeos en Youtube de grafitis. Lo de las letras me llamaba mucho la atención y empecé a hacer letras y a perfeccionar mi firma, Nex”, cuenta Nextor, sentado en un sofá del taller, que antes era una carpintería. “Luego empecé a echar firmas con un amigo por la calle, hasta que firmamos esa furgoneta y la vio mi padre. Sacó una foto, me la mandó y me echó un poco de bronca. Yo había visto esa furgoneta antes, estaba firmada por otros y le tenía ganas”, se ríe.
‘Estreno’ en el edificio Proisa
“Hay una desconexión generacional”, abunda Aitor: “Los grafiteros buscan expandir su marca en autobuses, trenes o furgonetas. A los jóvenes les gusta esto, a los que somos mayores igual no. Te puede parecer vandalismo, pero los jóvenes lo siguen y aprecian, por ejemplo, que las firmas sean elaboradas. El propio Nextor tiene varios formatos de su firma más elaborada en folios. Hay grafiteros que viajan para poner su firma, pero no se muestran, no se sabe quiénes son”. Nextor no se considera grafitero: “No hacemos grafitis, aunque utilizamos la misma técnica con spray”. En todo caso, si tiene que definirse, se considera “pintor o muralista”.
“No me hizo mucha gracia que se apuntara el aita, pero bueno…”, admite en referencia a ese curso Nextor –Nexgraff en Instagram– en un momento que su padre está despistado. Pero reconoce también que fue un paso clave para empezar a mostrar su talento artístico: “Ahí empecé a hacer mis primeros retratos a spray”. Acabado el curso, “lo chungo era saber dónde pintar”. Su primer mural lo hicieron en el edificio Proisa, en Pasai San Pedro, hoy ya derruido, así que esa obra hoy ya no se puede apreciar. Se titulaba 'Homeless', y hacía referencia a que los artistas de la zona de Pasai San Pedro se sienten sin hogar, sin un sitio en el que crear. De hecho, querían convertir el edificio Proisa en una especie de centro cultural para los artistas de la zona, objetivo que no consiguieron. Y aprovechan para hacer una reclamación: “Si hubiera lugares para los creadores, estaría más regulado, se podría pintar en ese espacio, pero no hay sitios así”.
El caso es que ese fue su primer mural, con apenas trece años. “Yo publicaba cosas en Instagram y poco a poco nos fueron saliendo encargos. Nos movemos básicamente por redes sociales. Los primeros encargos fueron de particulares, sobre todo en casas, o en alguna persiana de comercios. Y luego cuando fuimos cogiendo más nivel y siendo más conocidos, nos empezaron también a llamar de más sitios, como ayuntamientos”. Nextor habla en plural porque, en sus primeros pasos como muralista, muchas obras las hizo a medias con su padre. Pero el propio Aitor puntualiza: “Antes sí hacíamos a medias, pero yo cada vez intervenía menos y ahora las obras son suyas. Yo me encargo más de la parte logística y también de sacar los vídeos y las fotos, además de promocionarlo”.
En sus últimos años en la ESO y en sus dos cursos estudiando Bachiller Artístico en el instituto Usandizaga, Nextor compaginó las tareas escolares con sus trabajos artísticos. Y luego se tomó “un año sabático” en el que se centró en los diversos encargos que le llegaban. En este tiempo –además de pintar también en lienzo– pintó varios murales. Por citar algunos: el del polideportivo Paco Yoldi, el del bolatoki del parque Arrobitxulo o el de Herrera ikastetxea, donde luce un original retrato del pelotari Jokin Altuna. También ha adornado paredes en Añorga, Villabona, Ordizia, Amasa o Hernani. Su firma, Nex, se ha extendido por Gipuzkoa.
“El colegio era lo que me tocaba por obligación. Pintaba por las tardes y los fines de semana. Antes hacía rugby e inglés de extraescolares, pero me fui quitando todo y me dediqué a pintar”, explica: “En el cole pintaba un montón. Eran mis momentos más creativos, donde improvisaba más. Te diría que es cuando más dibujos originales me salían. Me aburría en clase y pintaba lo que me saliera”.
La nominación, un "orgullo"
El mural seleccionado por Street Art Cities –una plataforma consagrada a promover el arte en la calle a nivel internacional– fue un encargo de la Asociación Musical Illunbe de Trintxerpe, que en 2022 celebró su 50 aniversario. “La temática era el puerto y la música, y a partir de ahí nos dieron libertad”, explica Nextor: “Es una alegoría de la música, como si la chica fuera la música. Alrededor tiene un coro de salmonetes y está sujetando un barco. Nosotros somos de aquí y es un homenaje a Trintxerpe y Pasia. Estoy orgulloso de la obra”.
Que una de sus obras esté en la lista de Street Art Cities supone para este chaval guipuzcoano un espaldarazo “mediático”, pero a la vez se muestra humilde: “Te metes en el mundillo y te das cuenta de que no eres nadie, hay un montón de peña pintando cosas increíbles. Está bien que te reconozcan, porque en redes sociales el concurso está pegando fuerte y porque hay un nivelazo, pero hay artistas consagrados que ni se apuntan a estas cosas porque no lo necesitan”.
Bellas Artes en Bilbao
Después de unos años frenéticos, en los que ha aceptado numerosos encargos y ha participado en diversos eventos como la Liga Nacional de Grafitis, ahora se muestra más selectivo en sus proyectos, en parte porque estudiar Bellas Artes en Bilbao le quita mucho tiempo. “Elegimos un proyecto bueno, una pared buena y que nos cuadre por fechas. Nos quedamos con los trabajos que nos interesan, más porque sea algo guapo que por dinero”. Su última obra, que acabó estas pasadas navidades, es un espectacular mural en una pared de 33 metros de alto en Ibarra. Le dedicó 15 días y es la imagen de una niña y su abuela trabajando en una huerta simbolizando “la agricultura y la transmisión cultural entre generaciones”.
Esta última obra la ha hecho con brocha y pintura plástica, una técnica a la que está poco a poco inclinándose en detrimento del spray, con el que ha pintado la mayoría de sus obras hasta ahora. “Diría que el spray es una técnica fácil y rápida cuando la pillas, pero ahora estoy más con la brocha. Me interesa jugar con los colores, tratar de enriquecer la obra, y ahí la brocha me da más posibilidades”.
Sorprende su capacidad para mantener las proporciones en creaciones de semejante tamaño: “Hay que tomarlo como si fuera un lienzo grande. Hay varios sistemas para sacar las proporciones. Ahora se usa mucho la superposición, pero yo suelo hacerlo a mano alzada, a ojo”.
Debido a su precocidad, su ramillete de obras ya es amplio, pero, con 19 años, tiene toda la vida artística por delante: “Me considero pintor. Hago murales y ahora estoy más con lienzo. Por las mañanas voy a clase y por las tardes y los fines de semana pinto por mi cuenta con acrílico o con óleo. He hecho muchos retratos, dándole un toque personal, pero quiero tocar diferentes estilos. Me quedan muchos años y muchas cosas por probar”.