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Bizkaia

Ni la pandemia ni la lluvia pueden con la misa de altura en Gorbeia

Casi medio centenar de personas, entre las que se encontraban la alcaldesa de Zeanuri, Eider Ajuriagerra, y los pastores Enrique Etxebarria, de la misma localidad, y Aitor, de Zeberio, además de varios perros e incluso un caballo que pastaba en libertad, pero que se acercó sin temor, y con cierta curiosidad, a escasos metros de la gente, fueron los asistentes ayer, festividad de San Ignacio, a la tradicional misa. Esta ceremonia la ofició el párroco de Arratia, Jose Mari Kortazar, junto a un refugio cercano a la ermita de Nuestra Señora de las Nieves de Igiriñao o Igiña, en el parque natural de Gorbeia y a algo más de mil metros de altitud.

La climatología, un tanto desapacible por el viento, la niebla matinal y la lluvia que caía a ratos en forma de sirimiri, junto a los inconvenientes provocados por la pandemia, hizo que la presencia de fieles y mendizales fuera menor que en anteriores ediciones. "Lo habitual era que aquí se congregaran más de 300 personas. El año pasado, al igual que este, la Diputación de Bizkaia suspendió por razones de seguridad sanitaria el servicio gratuito de autobús hasta Pagomakurre y ya se notó un descenso porque apenas se llegó a los cien asistentes. Y en esta ocasión, la climatología ha sido determinante. Hemos estado, prácticamente en familia, pero muy a gusto", indicó Kortazar.

Y debido a esa climatología algo adversa, la misa de campaña se celebró, a las doce del mediodía, bajo una carpa que cobijó al cura y el altar. Como es costumbre, durante la eucaristía se recordó a los mendizales muertos este año y a los pastores difuntos, "y también hemos querido recordar de manera especial a Juantxo Ozerinjauregi, vecino de Zeanuri de 76 años, cuyo funeral fue el viernes, y que siempre acudía a esta bonita jornada". También fue bonita y especial la ofrenda que realizó el pequeño Eki, de 9 años y nieto de Enrique Etxebarria, en forma de cencerro para el ganado y de txabila para confeccionar hilo de lana como símbolos de la labor y el trabajo de los pastores que aún desarrollan su duro oficio en el Gorbeia. "Viene desde muy pequeño y siempre muy contento. Le gusta mucho esta fiesta y participar de esta manera", afirmó orgullosa su abuela, Josefina Eguiguren. El acto de devoción y disfrute se cerró con la entonación, por parte de los presentes, del himno a la Virgen de la ermita del Gorbeia, Andra Mari Igiñakoa, y la Marcha de San Ignacio. Además, contó con la participación de dos txistularis e integrantes del coro parroquial de Zeanuri.

La ermita de Nuestra Señora de las Nieves o Elurretako Ama es una pequeña edificación en cemento, a modo de bóveda de cañón, empotrada en una ladera rocosa. Mide tres por 2,25 metros y está cerrada por una pequeña verja de hierro en la que se enmarca la puerta. Se trata de un pequeño espacio que junto con el entorno de Gorbea y al estar ubicada dentro de la ladera, en la roca, la hace única, entrañable y muy querida por fieles y mendizales. "Habrá misas con más fe o devoción, con más o menos acompañamiento musical, pero en altura ninguna misa de Bizkaia gana a la que se celebra, cada 31 de julio, festividad de San Ignacio, junto a la pequeña ermita", aseguró Kortazar.

Es cita casi obligada, desde hace décadas, para cientos de mendizales, y por ello, al ser tan pequeña con capacidad, apenas, para dos personas dentro, el oficio religioso tiene lugar en el exterior. En sus orígenes, la misa en honor a San Ignacio y a Nuestra Señora de Las Nieves servía para que los pastores que durante el verano subían al monte con los animales no tuvieran que bajar al pueblo, e incluso había oficio religioso todos los domingos. Los tiempos han cambiado, pero la tradición y la devoción siguen manteniéndose.

Cuajada casera 

Lo que, por segundo año consecutivo, no se ha podido organizar es el barrauskari o almuerzo a base de vino blanco y galletas que ofrecía el Ayuntamiento de Zeanuri a todos los asistentes. El sencillo, pero agradecido, agasajo gastronómico ha sido eliminado de la jornada por seguridad frente a la pandemia del covid-19. Eso sí, quienes se acercaron ayer hasta la chabola pastoril de la familia Etxebarria Eguiguren, en las bellas y amplias campas de Arraba, pudieron disfrutar de una sabrosa cuajada casera. "Es un detalle que tenemos desde siempre y nos lo agradecen mucho", declaró Josefina, natural de Igorre y que se trasladó a vivir al caserío Lezarza, del barrio Uribe de Zeanuri, tras casarse con Enrique hace ya casi 50 años. "Todo lo que se ordeña la víspera de San Ignacio, se destina a elaborar gran cantidad de este postre. Hoy, como ha venido menos gente, sobrará algo, pero no se desperdicia. Lo repartiremos después entre familiares y amigos".

Su marido Enrique, de 77 años "que serán ya 78 el 8 de diciembre", aún recuerda cuando con 14 años "venía ya a la chabola a ordeñar ovejas". El pastoreo ha sido su vida y Gorbeia su segundo hogar, tanto es así que llegó a hacerse cargo del refugio de Arraba "durante 32 años, haciendo las labores de guarda y de gestión de la cantina, hasta que lo dejamos en 1992", recuerda. Su cabaña de ovejas es, hoy en día, de unas cien cabezas "aunque he llegado a tener muchas más" y, a pesar de estar ya más que acostumbrado a la dureza y dificultades de su oficio, en la actualidad está especialmente preocupado por la presencia del lobo. "Este año está atacando mucho al ganado. Tenemos que estar, más que nunca, pendientes y cuidando de las ovejas. Es una especie a proteger que está prohibido matar y solo podemos evitar que se acerque al rebaño emitiendo ruidos fuertes o tirando cohetes", lamenta.

A pesar de estas vicisitudes, Enrique y su mujer seguirán con su oficio y su pasión "hasta que la salud y el cuerpo aguanten" y la de ayer volvió a ser para ellos una jornada festiva en la que disfrutaron junto a uno de sus hijos y su nieto Eki. "Tenemos otras dos hijas y más nietos, pero este año no han podio venir", lamentan.

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2021-08-02T10:05:01+02:00
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