Ahí va Félix Taberna Monzón (Marcilla, 18 de diciembre de 1961) por el laberinto del Palacio de Navarra. Se mueve por la sede del Gobierno foral como si fuera su casa. “En realidad ya solo me queda traerme la cama, con todas las horas que meto aquí”, bromea.
Dobla esquinas, abre puertas, serpentea pasillos con techos altísimos de piedra, descubre salas modernas con luminaria led. A cada paso cuenta una anécdota: de los bombardeos rojos de cuando la guerra, de las viejas cocinas, del archivo.
Acogedor, simpático. Con el bagaje de cuarenta años de ciencia política y su aspecto de viejo senador romano, hace el último servicio al “republicanismo cívico” que quiere para Navarra. Desde la vicepresidencia primera, encargada de la estrategia política. De lo que sabe Taberna, vaya. Le da la vuelta a ese rumor de que influye mucho sobre la presidenta Chivite –con la que lleva ya una década de asesoramiento en el PSN– y ve margen para acuerdos amplios esta legislatura.
Pasa de la discreción de la segunda línea a la vicepresidencia. ¿Por qué?
–La presidenta confió en mí. Soy vicepresidente primero en un Gobierno tripartito con tres culturas políticas determinadas que no solo están condenadas a entenderse, sino que tienen la voluntad para hacerlo. Como ciudadano navarro, si te proponen una responsabilidad así, no puedes decir que no.
Tiene un largo recorrido como militante.
–Me gusta más hablar de participación. A lo largo de mi vida me he metido en muchos líos organizativos.
De CCOO e IU al think tank CoCiudadana...
–También en una plataforma que llamamos No digas que no se puede y cuyo lema surgió un poco a raíz de la campaña de Obama en EEUU. Siempre he pensado que la mejor forma de actuar es de forma organizada.
¿Es una carrera coherente?
–Si no tienes más de siete contradicciones al día, eres un sectario. No me preocupa que me llamen incoherente. Siempre cuento la anécdota de los tres Sanchos: el que entra a gobernar lo hace pensando que es Sancho el Fuerte, porque se cree que tiene más capacidad de lo que en realidad tiene. En la segunda etapa, ya eres Sancho el Sabio: has visto que tus ideas han tenido contraste con la realidad. Y en la tercera eres Sancho Panza.
Se dice que tiene mucho predicamento sobre la presidenta Chivite.
–Yo le daría la vuelta a eso: a mí la presidenta me influye mucho más de lo que yo le influyo a ella. Su carácter, su juventud, su proyección, estoy muy a gusto compartiendo con ella ideales y gobierno. Ella es la que rige y yo aprendo día a día.
¿Qué hay de Taberna en el giro del PSN hacia posiciones plurales y de progreso?
–Es un giro que hace el PSN. Taberna, en ese ámbito, es uno más. El PSOE tuvo su particular 15-M cuando Pedro Sánchez ganó las primarias ante dos rivales de entidad con apenas un coche y un teléfono. Y el PSN ha ido paralelo a lo que ha hecho el PSOE.
¿Qué supone ese giro?
–Galileo se empeñó en decir que la tierra se movía aun cuando lo iban a sacrificar. La política se mueve y evoluciona día a día. Ahora tenemos movimientos importantes en Navarra. Al margen de relevos, de personas, que UPN plantee una política de alianzas normalizada con el nacionalismo es significativo e importante. No sé si lo hacen desde la necesidad después de diez años sin tocar bola o desde la virtud. Pero prefiero entenderlo desde la virtud, para buscar un país como Navarra mucho más abierto en el que todos podemos hablar y llegar a acuerdos. En el país vecino tenemos elecciones en 2024 y vamos a ver una significativa lucha por la hegemonía.
¿La política navarra cambia?
–Sí. En Geroa Bai también hay movimientos, con Barkos recién elegida senadora autonómica. Y, lógicamente, el PSN, después de una legislatura de acuerdos, también se mueve. Soy optimista y creo que todos estos movimientos van a introducir el concepto de normalidad política. Y en esa normalidad política está que ETA no mata desde hace quince años.
¿Dónde vamos a ver esos cambios?
–Tú verás más cosas, que eres más joven [ríe]. A cuatro años vista, en lo estructural, habrá pocos cambios. A no ser que haya una crisis grande, me refiero a algo estilo la pandemia. La investidura de Chivite tuvo un apoyo directo determinado y una oposición determinada. En esta legislatura, y en este Gobierno, vamos a asentar lo que se construyó en el año 2019.
¿En ese margen para asentar lo construido hay espacio para acuerdos en euskera?
–El apoyo del Gobierno al euskera es ineludible, no hay ningún debate sobre esto. En el acuerdo se refleja de forma nítida. De hecho, el euskera no es que vaya a retroceder, es que va a seguir avanzando, desarrollándose. Y esperamos que la ciudadanía crea que el euskera es una lengua a estudiar y a apoyar.
Hay posicionamientos políticos distintos.
–El debate sobre la Ley Foral del Euskera es algo que corresponde al Parlamento, donde todos los partidos y también el PSN tienen su posición reflejada en la modificación de ley del vascuence, sobre todo en avance de modelo D a demanda de matrícula, algo que ya se hizo en la legislatura de 2015 a 2019. El euskera se desarrollará en la medida en la que la sociedad navarra lo demande.
¿Lo que comenta del presumible acercamiento de UPN a otros postulados puede influir?
–Es muy significativo que, después de años en los que el idioma propio de Navarra ha estado a efectos de UPN en el mundo de las tinieblas, ahora esa búsqueda de alianzas con el nacionalismo aporte cierta luz. Hay que sacar todas las potencialidades que UPN abre en este nuevo tiempo. Y creo que entre todos tenemos que darle continuidad a esas políticas.
El departamento que dirige evalúa tendencias. Dígame dos cosas a las que tengamos que ponerle el ojo.
–A mí me gustan dos grandes ideas: tenemos que hacer país y tenemos que mejorar en confianza. Hay una expresión que es tiempos inciertos, vidas inestables...
¿Qué significa hacer país?
–Es construir entre todos. Hablé hace días de la Marca Navarra como intangible, como indicador de calidad de vida. Dicen algunos, con cierto escepticismo, que la mayor clave del éxito es elegir a tus padres. Yo creo que haber nacido en Navarra es una clave de éxito. Reconozcámoslo sin caer en patriotismos de somos los mejores. Hay un concepto que me gusta que es el de republicanismo cívico, el de la cosa en común, el deber de ciudadanía. El fraude fiscal no es hacer país. Intentar engañar a otro no es hacer país. Intentar zaherir con palabras, aunque sea a un supuesto rival político, tampoco es hacer país.
¿La política se ha contagiado de la quiebra de las expectativas de la sociedad?
–Los que tienen representación política tienen que ser más empáticos con la ciudadanía. Las instituciones, los medios, las organizaciones sociales, tenemos el reto de volver a una especie de renacimiento.
¿El panorama político va a cambiar mucho de aquí a 2027?
–Atisbo que en cuatro años no va a haber cambios en la dirección de los partidos. Pero las elecciones de 2027 van a estar muy abiertas.
¿Le gusta el Gobierno de coalición?
–Para viajar rápido, mejor ir solo. Para viajar más lejos, mejor acompañado. La vocación es llegar lejos. Es una fórmula que no te permite hacer cambios de la noche a la mañana, pero te permite que las cosas tengan más calidad.
¿A una coalición le afecta la vida interna de sus partes?
–Íñigo Errejón acuñó el win to win: ganando uno ganamos los demás. El 23 de julio me llevé tal alegría que me duró una semana, que en mi caso ya es mucho. Me entusiasmó que Sumar tuviera un resultado importante pese a la tensión con Podemos. Me dio alegría porque Yolanda Díaz y Sumar hicieron una apuesta clara por el gobierno de Sánchez y no compitieron toxificando a su compañero. Y la ciudadanía le dio una respuesta positiva. Soy de los que piensa que hay que aprender en cabeza ajena. Es importante que las tres partes de un Gobierno busquen qué les une.
¿Y las relaciones con EH Bildu?
–Aquí las cosas que pasan la semana pasada parecen ya historia. La presidenta tomó posesión el 17 de agosto. Estamos a día 24: ha pasado un mes. Insisto: este Gobierno tiene tres partidos que le apoyan y tres partidos que le votan en contra.
¿Significa algo que el comienzo del curso haya sido algo frío dentro del bloque de progreso?
–En los inicios se marcan espacios. Ahora estamos en el noveno mes de 2023. El Presupuesto aprobado en diciembre de 2022 es para todo el año. Sigue vigente. Este Gobierno, que es heredero del anterior, tiene que cumplirlo. Nos debemos a lo que nos debemos.
¿Se siente cómodo de portavoz? Suele decir al acabar las ruedas de prensa que él, encantado.
–[ríe] La coquetería y la vanidad la dejé hace tiempo, ¡eh! Pero es para bajaros el sufflé, para que no os penséis que me lo habéis hecho pasar tan mal. Me lo pidió la presidenta, que me dijo: ¿tienes algún problema con asumirlo de forma interina? Ningún problema. La presidenta tiene la potestad de elegir al portavoz. Se lo está pensando.
Tiene un estilo distinto. ¿Le han advertido: cuidado, que vas a pisar algún charco?
–Meto la pata todos los días. Y en esta vida es bueno no ir de sobrado. Gabriel García Márquez decía que hay que vivirla para contarla. Vengo de una cultura política que dice, si tú no lo sabes explicar, no lo hagas. Lo que haces se vende solo.
¿Cómo ve lo que está pasando en España?
–Los ojos de cualquier experto en política tienen que estar puestos en España. Creo que a Feijóo se le está haciendo largo. El viernes en El País escribía José María Maravall, que me dio clase en la Complutense y por tanto es mayor que yo, que la política está para solucionar problemas. En tiempos del PP, la división en Catalunya llegaba a la mesa de las familias en Navidad. Ahora la vida social fluye plácidamente en Catalunya y existe un debate político. A mí me parece que el Gobierno de Sánchez va a mejorar la convivencia en Catalunya.
¿Da por hecha la investidura de Sánchez?
–Lo que doy por hecho es la investidura fracasada de Feijóo.
¿Llegado este punto, quizá haga falta algo más grande para Catalunya? ¿Un plan más amplio?
–Maravall señalaba a la reforma del estatuto de Catalunya. Bismarck solía decir que España es un país tan fuerte que ni los que lo componen han podido destruirlo. Las tensiones territoriales en España vienen desde la Edad Media y los conflictos han existido siempre, no solo con la periferia, también en la propia Castilla. Ahora la solución es el diálogo, la búsqueda del acuerdo, del consenso. La crisis que se provocó entre ERC y Junts quedó resuelta a través del diálogo con el PSC. La Constitución del 78 se hizo en unos momentos mucho más inciertos desde el punto de vista territorial, y dio un marco amplio para hacer política.
¿Es bueno para Navarra que se replique en Madrid un gobierno con el que exista cierta sintonía?
–Ha sido una experiencia muy fructífera. No quita para que haya conflictos y, si llega el caso, que tenga que intervenir el Constitucional. Pero la relación ha sido buena. Pienso que lo malo para Navarra sería un gobierno PP-Vox.