La Real sumó un buen punto en su estreno europeo. Lo hizo en un partido meritorio, en el que protagonizó una buena primera mitad, pero en la que los fallos individuales acabaron condenándole a un empate que debe valorar bastante por cómo se produjo, por cómo lo consiguió y porque Remiro le salvó al detener un penalti en la segunda mitad en la que los locales fueron netamente superiores.
La Real sumó un buen punto en su estreno europeo. Lo hizo en un partido meritorio, en el que protagonizó una buena primera mitad, pero en la que los fallos individuales acabaron condenándole a un empate que debe valorar bastante por cómo se produjo, por cómo lo consiguió y porque Remiro le salvó al detener un penalti en la segunda mitad en la que los locales fueron netamente superiores.
Nueve canteranos en el once
Mientras le duró la gasolina, los realistas estuvieron muy metidos en el encuentro y trataron de tú a tú a los titulares del Niza con un once plagado de canteranos. Lo malo es que, en su camino de recuperación, volvieron a conceder dos regalos que no tienen cabida en el fútbol de elite. Un mal despeje de Aihen acabó en un empate en el descuento del primer acto que cambió por completo el rumbo del encuentro y un agarrón infantil e inadmisible de Pacheco provocó una pena máxima que estuvo a punto de otorgarle la victoria a los locales.
En el capítulo de buenas noticias, un estreno como titular que se recordará durante mucho tiempo en una nueva promesa que apunta a ser un central de época. Jon Martín se mostró infranqueable actuando de líbero. Portentoso por arriba y por abajo y con un descaro fuera de lo normal con el balón en los pies. Y la vuelta de Brais permite entrar al equipo en una nueva dimensión más reconocible y competitiva. El gallego fue el faro que necesitaba la Real para encontrar la pausa y demostrar el talento que posee su ofensiva. Barenetxea, que se lesionó de nuevo, puso por delante a los vascos tras una buena combinación con el de Mos y Rosario selló el empate.
Manual de supervivencia a una crisis de inicio. Nuevo capítulo: estreno en Europa con un once revolucionario en el que Imanol introdujo ocho cambios respecto al equipo que empató en Valladolid para un total de nueve canteranos, más Remiro y Brais. Odriozola y Aihen en los carriles, con Jon Martín (sin duda la mayor sorpresa) junto a Zubeldia y Pacheco. Una zaga completa made in Zubieta. Un centro del campo formado por Zubimendi (este no descansa nunca), Brais y Pablo Marín (la otra gran novedad) y una delantera compuesta por Barrenetxea y Oyarzabal. Era curioso ver el banquillo con siete incorporaciones, ocho si se cuenta a Aramburu.
Bueno, al margen de gustos y de que cada uno lleva un entrenador dentro, tópico al que recurrió Imanol en la víspera, cuando se anunció el nuevo formato y se conoció el sorteo, la mayoría pensó que en esta edición lo ideal era competir rotando bastante porque había margen para sufrir más tropiezos que con el anterior de los grupos de cuatro. "A algunos les parecerán muchos cambios y a algunos pocos", afirmó también el técnico. A priori la apuesta era arriesgada, con un canterano, la gran perla de Zubieta, que se estrenaba en el once y otro que llevaba sin ser titular desde febrero de 2023 y que no disputó ningún minuto la temporada pasada.
El plan de Imanol
Imanol tenía un plan. No estaba tirando el partido para pensar en ganar de forma ineludible al Valencia. El técnico apostó por un 5-3-2, con los carrileros muy largos hasta el punto de que muchas veces se convertían en extremos. Incluso Odriozola, que protagonizó una primera parte magnífica plena de fuerza, valentía y pundonor, no tenía problemas en colocarse de 9 en varios ataques buscando un pase en profundidad.