Le decimos que en más de 30 años como periodista, la biografía de Teresa Alonso, una niña de la guerra cuya azarosa vida la llevó a la URSS, puede ser una de las más impactantes que hemos conocido, y ella responde sin dudarlo: “Absolutamente. No hay muchas personas con una vida tan fascinante como la suya, por eso no dudé en escribirla. Es una historia que hay que contar y conocer”.
EN CORTO
Nombre y apellidos: Celia Santos García.
Profesión: Escritora.
Lugar de nacimiento: Bergara (Gipuzkoa).
Un libro: “Cuentos, de Dorothy Parker”.
Una película: “Una joven prometedora, de Emerald Fennell”.
Un personaje histórico: “Janequeo”.
El último concierto que ha visto: “Ángel Petisme en el Teatro Arbolé de Zaragoza”.
Último disco comprado: “Cierzo, 25 aniversario”.
Un cuadro: “El Guernica, de Pablo Picasso, o Fusilamientos en la plaza de toros de Badajoz, de Martí Blas. Cualquiera de los dos”.
Un título de una poesía: “Nuestra venganza es ser felices”.
Una escultura: “Monumento a los niños y niñas de la guerra, en Gijón (Asturias)”.
Una canción: “Teresa, de Ángel Petisme, una preciosa canción dedicada a la protagonista de mi novela”.
¿Cómo llegó usted a conocer su biografía?
Fue a través de la Associació Catalana d’Expresos Politics del Franquisme, con la que tengo una gran amistad y relación. Su presidente, Carles Vallejo, me habló de Teresa, y luego resultó que era mi vecina.
Dice que es “una historia real que nunca debió ocurrir”. Abréviela para los lectores, por favor.
La vida de Teresa está marcada por dos guerras: la de España y la II Guerra Mundial. Las guerras nunca debieran ocurrir, y por consiguiente la historia de Teresa nunca debió ocurrir. El Cerco de Leningrado, el genocidio nazi, las purgas, los saqueos, las muertes… son hechos que nunca tuvieron que suceder.
Compré el libro y sorprende que en la portada no se cite que es “inspirada en la vida de Teresa Alonso” o algo similar.
En la nota que enviamos a la prensa ya se aclara, y la sinopsis lo explica con suficiente claridad, pero sí, es una novela basada en la vida de Teresa Alonso.
Ha grabado más de cien horas de vídeo junto a esta mujer tranquila. ¿Cómo podemos saber en la novela qué es realidad y qué ficción?
Fácil. El 99% de lo que cuento en la novela es real, es el testimonio de Teresa. Solo hay un capítulo que es ficcionado, el de Las brujas de la noche. Aunque ese batallón sí que existió, nunca coincidieron con los aviadores eibarreses. Y hay algún nombre que he cambiado, bien porque Teresa no lo recordaba o bien por petición expresa de los implicados o sus descendientes. El resto es todo verídico.
Ella nació en Donostia, su novio Ignacio, era de Soraluze –aunque ella pensaba que de Eibar– y usted es de Bergara. Hacen un equipo muy guipuzcoano.
Bueno, esa ha sido otra de las casualidades. Quizá por eso hubo tanta química entre las dos desde el primer momento. Eso también me ayudó a la hora de situarme, pues la mayoría de los escenarios de la primera parte del libro me resultaban familiares.
Teresa, cuando hace poco la entrevistamos para esta misma revista, aseguraba que se siente “únicamente rusa”.
En Rusia creció, pasó de la adolescencia a la madurez, allí se formó, se enamoró, sufrió y se convirtió en madre. Es lógico que se sienta rusa, porque fue el país que la acogió cuando huía de la guerra, la factoría de sus afectos.
Como literata, ¿qué proceso lleva a cabo para elaborar una novela desde que la imagina hasta que la entrega?
Primero llega el chispazo, como yo digo, y le doy vueltas en la cabeza durante meses, hasta que busco algo de información sobre el tema o el personaje. Luego decido cuál será el enfoque y hago un esquema que puede variar durante el proceso de documentación, que suele ser lo más largo, a la vez que divertido y fascinante. Anoto detalles, anécdotas, rasgos físicos y de personalidad que añado a los personajes y las escenas. Y, por último, me siento a escribir.
El libro que nos ocupa lo terminó el 31 de diciembre de 2021. ¿Alguna anécdota al respecto por ser el último día del calendario?
Soy bastante escrupulosa con los plazos de entrega, y el 31 de diciembre era la fecha que me había marcado mi editora. Me pareció una forma bonita de cerrar el ciclo. Luego vinieron las correcciones, la edición… varios meses de trabajo antes de que el libro viera la luz.
Hace gala de una escritura muy cuidada, con alguna querencia a guiños poéticos que aportan belleza al texto, pero sin ser en ningún momento ni empalagosa ni densa. ¿Qué siente al escuchar esto?
Mucho agradecimiento y orgullo. Mi intención es escribir de forma que todo el mundo entienda lo que lee, pues así lo requieren mis historias. La poesía está muy presente en mi vida y en mi día a día. De hecho, mi pareja es poeta. Él me aconseja leer un poema cada día antes de empezar a escribir. ¡Y funciona!
¿Qué personas autoras le vienen a la mente como ejemplos que usted ensalza?
¡Son tantas y tantos! Si hablamos de poesía no voy a dejar de nombrar a Ángel Petisme, y de los clásicos a César Vallejo, que me parece sublime. Y Carmen Castellote, también niña de Rusia y poeta que vive en México y escribe de miedo. Luisa Carnés tiene una prosa limpia y sencilla que llega directa a la conciencia. Dorothy Parker, Sylvia Plath, Alexandra Kollontay… La lista es larga.
Le han hecho falta 450 páginas para este interesante retrato humano. ¿Ha tenido que recortar más de lo que quisiera?
Más que recortar, he tenido que parar. La novela abarca los veinte años que Teresa estuvo en la Unión Soviética, pero su vida una vez llegó a España también es fascinante y dura, aunque sería otra historia muy distinta. Como se suele decir, menos es más.
Alonso vivió sus primeros días en la URSS, en la hoy bombardeada Kiev. ¿Qué le ha transmitido al respecto?
Se siente muy triste. Son sus dos países de adopción. En Kiev pasó los tres primeros años cuando llegó a la URSS. Le duele ver a los dos países enfrentados.
¿Y sobre la guerra actual entre Rusia y Ucrania?
Ella tiene claro que ama al pueblo ruso, pero no su política. No está de acuerdo con Putin ni con sus decisiones, y está segura de que los rusos tampoco están de acuerdo con él, pero que tienen que callar. Teresa vivió dos guerras y habla con conocimiento de causa.
Por todo esto, sin pretenderlo, el libro trata un tema de actualidad que usted ni preveía.
No, no estaba previsto en absoluto. Empecé con las primeras correcciones pocos días antes de que Rusia invadiera Ucrania. Todos esos nombres que escuchábamos en las noticias –Jarkov, Kiev, Jersón, Odessa, Crimea…– eran los escenarios que yo había recorrido durante casi tres años en mi novela, ciudades en las que se encontraban la mayoría de las casas de niños españoles. Fue un momento muy amargo.
¿La historia se repite?
Siempre, desgraciadamente. No aprendemos de los errores, quizá porque la historia la cuentan los vencedores y éstos obvian el sufrimiento del pueblo, las pérdidas, el dolor, el hambre. Daños colaterales, lo llaman. Un eufemismo tremendamente cruel. La guerra no son solo victorias o derrotas. La guerra es dolor, el dolor de los débiles.
¿Por qué tenía claro que este libro sería una novela y no una biografía al uso?
Porque a través de la ficción es más fácil llegar a los lectores para que el mensaje permanezca. La historia de Teresa es demasiado importante como para que caiga en el olvido. En una novela es más fácil empatizar con los personajes.
Teresa ha solicitado una y otra vez que el Ayuntamiento de Eibar tenga un reconocimiento para los aviadores de la ciudad, y por ende, para los niños y niñas de la guerra. ¿Cree que ella lo llegará a conseguir?
Confío en que así sea. Los seis aviadores se lo merecen.
Usted valora que el exalcalde eibartarra Miguel de los Toyos es un “hombre comprometido con la memoria”. ¿Podría ayudar para lograr el sueño de Tere?
Miguel ya no es alcalde de Eibar y no conozco al actual. Son proyectos que dependen de las autoridades, de los organismos y, por supuesto, del compromiso que cada uno quiera adquirir.
Por cierto, ¿por qué escribe en su libro en todo momento Gernika como Guernica, si ya solo es oficial como título del cuadro de Pablo Picasso?
Lo sé, y es una decisión ortotipográfica de la editorial, ya que en aquella época se escribía Guernica. Fue algo que comentamos.
Teresa, antes de ser exiliada, fue superviviente del bombardeo contra Gernika, como ya entonces se escribía en euskara. El libro arranca en ese contexto. ¿Qué recuerda ella de ese día que usted compara de esta manera: “Guernica se desmorona como un azucarillo bajo la lluvia”?
Teresa recuerda ese día con mucha lucidez: cómo iba en un camión con su vecina, cómo el conductor se detuvo, la preocupación de éste, y que ella subió a un montículo desde el que vio los aviones sobrevolar el pueblo. Muchas llamas y mucho humo. La frase final pretende simplemente situar al lector temporal y espacialmente.
¿Qué otros títulos suyos citaría con el objeto de conocer mejor su literatura?
Este es mi quinto libro. Los dos primeros eran cuentos ilustrados para niños, El faro de los corazones extraviados e Indy, una moto de cuento. Después di el salto a la novela con La maleta de Ana, que cuenta la historia de las mujeres españolas que emigraron a Alemania en los años 60 y 70. Luego vino Más rápida que la vida, la historia de una mujer que existió a principios del siglo XX, Dorothy Levitt, primera piloto de carreras automovilísticas del Reino unido e inventora del espejo retrovisor.