Hace unas semanas, con motivo de un seminario organizado por el Colegio Oficial de Psicología de Bizkaia, la experta Sonia Vaccaro hacía hincapié en que “las palabras son muy importantes, no solo porque lo que no se nombra no existe sino porque las palabras generan pensamiento y el pensamiento construye realidades”. Ella fue, precisamente, quien acuñó la expresión violencia vicaria. Y ahora es Vicenta Alonso, coordinadora de la Comisión de Igualdad del Colegio Oficial de Psicología de Bizkaia, quien pone sobre la mesa el término correcto para referirse al trágico suceso ocurrido hace unos días en Cuenca: filicidio. Aprovecha, además, para recordar una realidad: que las relaciones de pareja se desarrollan bajo parámetros socioculturales. “No nos enseñan a relacionarnos en pareja desde la igualdad sino desde la posesión, la inseguridad o la necesidad, y no desde la autonomía y el deseo”, ilustra.
Una vez más, por desgracia, menores asesinados. Otro episodio de violencia vicaria.
El desgraciado suceso de Cuenca se catalogaría como filicidio, no como violencia vicaria. La violencia vicaria es una forma de violencia de género y no debe ser utilizada en casos de filicidios.
Pues perdone. Como se repetían los esquemas de adultos y menores… Nos llegan los episodios más graves, pero ¿hay otras formas de violencia vicaria que siguen invisibilizadas, más sutiles? Hablo de amenazas, insultos, descalificar a la madre-familia... ¿Hay indicadores o señales de que algo trágico puede ocurrir?
Vuelvo a insistir en que la violencia vicaria es una forma más de violencia de género por lo que el dramático suceso de Cuenca no podría calificarse como tal. Desgraciadamente la conciencia sobre el daño que sufren los y las hijas por la violencia de género es muy reciente. Al igual que con las mujeres víctimas, con la violencia vicaria nos vienen a la cabeza los casos más dramáticos, más mediáticos perdiendo en ocasiones la perspectiva de que son la punta de un iceberg sustentada sobre infinidad de casos que van a condicionar el desarrollo evolutivo de los y la niñas. Los hijos e hijas de una mujer víctima de violencia de género son siempre víctimas. La primera amenaza de los maltratadores y la más frecuente es la dirigida hacia los hijos e hijas. Te voy a quitar a los niños. Es por ello que la mera presencia de esta amenaza debería ser por sí misma una alarma extraordinaria a tener en cuenta siempre de cara a realizar una adecuada valoración de riesgo y prevención de sucesos letales.
¿Se le da la importancia que requiere a este tipo de conductas?
Afortunadamente la conciencia social sobre el daño que sufren los y las niñas víctimas de violencia de género es cada vez mayor pero todavía queda camino por recorrer para reestructurar y reajustar el imaginario colectivo sobre la familia, el rol de padre y madre, así como las formas menos visibles y evidentes de violencia contra las mujeres.
Desde su experiencia ¿cómo explica que un padre (en este caso una madre) sea capaz de hacer daño así y de matar a su hijos?
El que una persona haga daño, incluso en la forma más letal a su propio hijo o hija es algo que choca frontalmente con la idea de familia y de cómo entendemos social y culturalmente la paternidad y la maternidad. Estadísticamente, las probabilidades de ser víctimas de violencia son mayores en el entorno familiar y por personas conocidas que en la calle y por desconocidos. Las causas son muy diversas y múltiples, y cada caso responde a unas circunstancias concretas que deben ser evaluadas por los responsables policiales, forenses y asistenciales. Es importante no interferir en esa labor
Y el hecho de que luego, si no se suicidan, se escuden en algún tipo de trastorno-patología para atenuar la pena de prisión ¿cómo lo ve?
En todos los casos en los que se alega una patología mental o trastorno psiquiátrico o psicológico hay una valoración exhaustiva de profesionales acreditados de la Psicología y Psiquiatría. Alegar una enfermedad mental inexistente para eludir la responsabilidad penal es fácilmente desmontable por profesionales forenses.
Sin embargo, este tipo de sucesos son premeditados, se hacen con alevosía e incluso a veces avisando a familiares o a la propia madre...
Insisto en que cada caso debe ser evaluado de manera individualizada y exhaustiva para conocer las circunstancias específicas en las que se produjo, si fue premeditado o no, con la colaboración de terceros…, y las motivaciones del autor del mismo para acabar con la vida de los niños o las niñas.
¿Hay algún tipo de perfil en estos asesinos?
En los casos de violencia de género, con la experiencia acumulada en la intervención con maltratadores y con la evidencia científica disponible, podemos afirmar que no existe un perfil concreto de agresores de género mostrando una amplia heterogeneidad en cuanto a edad, antecedentes violentos, nivel socioeconómico, motivaciones…. En los supuestos de madres que protagonizan este tipo de delitos, el escaso número de casos no ha permitido hasta la fecha establecer de manera precisa la existencia de perfiles o de características comunes.
A su juicio, ¿qué es lo más urgente que debería ser abordado para atajar estos trágicos sucesos? Me viene a la cabeza el mundo de la judicatura, la clase política, la enseñanza en las aulas... Y la sociedad, en general, ¿puede contribuir a borrarla?
Evidentemente hay una gran labor preventiva pendiente que no solo interpela a la esfera jurídica, política o institucional, sino a todos y todas como sociedad. Es necesario ampliar la mirada más allá de las formas más visibles y desgraciadamente más letales, y entender que esos sucesos se van cimentando durante tiempo. Esto implica en muchos casos cuestionar las ideas preconcebidas que tenemos como sociedad sobre la familia, la infancia, las relaciones de pareja, las rupturas, la crianza, etc.
Nos queda, nos queda por hacer…
Las relaciones afectivas de pareja son procesos con diferentes etapas que se viven e interpretan de forma distinta en función de los cambios y la propia diversidad que tenemos cada persona. Aceptar y afrontar cada momento de la relación requiere un aprendizaje que desgraciadamente no tenemos. No nos enseñan a amar y mucho menos a separarnos.
¿Se le ha dado la importancia que tiene a la violencia de género en todas sus formas?
Sin restar importancia a los avances que se han conseguido en los últimos tiempos, todavía queda mucho por hacer especialmente en momentos en los que se llega incluso a negar la propia existencia de la violencia de género. La violencia de género en todas sus manifestaciones incluida la de la violencia vicaria, es una violencia distinta que justifica un tratamiento diferente, una protección reforzada. La violencia que ejercen hombres y mujeres no se puede equiparar ni cualitativa ni cuantitativamente. En palabras de Miguel Lorente; la violencia no tiene género pero el género sí que tiene violencia A día de hoy es necesario que los profesionales de la salud mental, operadores jurídicos, instituciones, responsables públicos y políticos, y medios de comunicación mantengamos el compromiso con la labor pedagógica de explicar y visibilizar la violencia hacia las mujeres y contribuir con ello a su erradicación.
¿Y qué me dice de los adolescentes? Las alarmas saltan casi a diario porque están repitiendo roles machistas.
El género, entendido como las normas y roles sociales asignados a hombres y mujeres de manera diferencial y jerarquizada, nos atraviesa a todos y a todas. Y por supuesto también a niños, niñas y adolescentes. Con ellos es todavía más acuciante y prioritario el trabajo preventivo por la etapa de construcción personal en el que se encuentran. Utilizar su mismo lenguaje, las redes sociales, y los grupos de iguales es imprescindible para llegar a ellos y poder modificar planteamientos machistas, pero no lo es menos las actuaciones para conseguir una sociedad realmente igualitaria.