Si algo hemos aprendido en los últimos años es que el thriller vasco tiene muchos nombres -novela euskandinava, euskal noir...- pero da igual cómo lo llamemos. Lo que está claro es que triunfan, y lo mismo le ha ocurrido a Noelia Lorenzo Pino con su nueva aventura literaria, Purasangre.
¿Qué lleva a una profesora de costura y confección a enamorarse del thriller, de entretejer estas historias?
Siempre he escrito, desde niña. Me gustaba contar cuentos, poesías e incluso con 18 años estuve en un grupo de teatro y escribía los guiones que interpretábamos luego. Es algo que siempre he hecho, pero nunca había soñado con escribir para la gente o dedicarme a ello. Siempre he sido muy creativa y el mundo de la moda me parecía que estaba mucho más al alcance de mi mano porque siempre había academias donde poder apuntarte. Entonces, fue como la manera de dejar volar mi imaginación. Con quince años me metí en el mundo de la moda y he estado muchísimos años en ello. Pero llegó el género negro a mí y me lancé a escribir una novela, Chamusquina.
¿Quiénes diría en esos inicios que eran sus influencias?
Todo este boom de novela nórdica que nos llegó, ahí me inicié como lectora de novela negra. Camila Läckberg, Stieg Larsson, Åsa Larsson... Luego retrocedí y fui hasta los padres de la novela negra nórdica... Entonces, hice una inmersión total en la literatura negra nórdica y fueron ellos los que me engancharon a este género.
Irun es ahora la localización de su novela, el lugar que le vio nacer, y lo ha retratado de una manera oscura, misteriosa... ¿Cómo ha sido dotar de esa oscuridad a una ciudad normalmente tan luminosa?
Sí, es luminosa, pero es una ciudad fronteriza y pasan muchas cositas. No nos enteramos ni de la mitad de cosas que pasan en Irun. Yo de niña y adolescente recuerdo que en Irun había un montón de puticlubs, porque Irun era el puticlub de los franceses. Tengo el recuerdo de cosillas chungas. Las ciudades fronterizas es lo que tienen. Pero para mí es una ciudad muy luminosa de la que no tengo intención de moverme porque está superbién ubicada.
¿Se imagina cómo cambiarían estas historias de no haberlas ambientado en Irun, esa ciudad fronteriza?
Algunas historias sí. Al final lo que importan son las tramas y hay otras ciudades que podrían dar cobijo a mis historias. Pero más igual Corazones negros, que va de la trata de mujeres... Hay algunas en concreto que están muy bien ubicadas allí, en Irun.
Lo que está claro es que han situado a Irun en el mapa del thriller vasco, que cada vez se va ampliando más. ¿Qué tiene Euskadi que invita tanto a la imaginación en este aspecto?
Es lo que yo digo siempre. Escribimos muchísimos, somos muchos en Euskadi, pero cada uno tenemos nuestra voz. Nos han puesto esa etiqueta del euskal noir, pero luego cada uno somos de nuestro padre y nuestra madre. Por eso digo que creo que lo único que nos une es eso, el clima, el paisaje, un poco también toda esa carga social que hemos vivido..., pero poco más. Y estamos de suerte porque tanto el lector como el sector editorial busca ahora mismo autores de aquí, o sea que habrá que aprovecharlo.
Purasangre ha sido además la oportunidad de recuperar a los personajes de Lur y Maddi. ¿Cómo ha sido esta nueva aventura?
He disfrutado mucho, porque en Blanco inmaculado ya desarrollé mucho a estos dos personajes, dos mujeres investigadoras, ertzainas, y en la primera novela ya creció mucho este universo en mi cabeza. Entonces, vinieron muchas historias para ellas, tanto personales como de investigaciones. Tenía muchas ganas de retomar. Fíjate si tenía ganas, que me vinieron tres investigaciones diferentes a la vez. Y las empecé las tres. Fue Purasangre la que más me tiró, así que ha sido un placer reencontrarme con ellas.