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"No nos han pedido tratar el suicidio en las aulas, pero sí abrir un espacio al currículum emocional"

Educación lleva tiempo trabajando el currículum socioemocional y ahora da un paso más con su estrategia de prevención del suicidio en los centros educativos
Begoña Pedrosa

La viceconsejera de Educación, Begoña Pedrosa, considera que evitar las conductas suicidas es sinónimo de educar en la gestión emocional, en la resolución de conflictos, en la comunicación fluida o la generación de un clima de seguridad. Pedrosa detalla las razones que han llevado su departamento a lanzar el nuevo plan antisuicidio, una guía que nace con el fin de avanzar en la prevención, intervención y posvención del suicidio en el entorno escolar.

¿Por qué ahora este plan? ¿Han aumentado los suicidios a raíz de las secuelas emocionales que ha dejado la pandemia en niños y adolescentes ?

No. Es parte de la hoja de ruta del Departamento iniciada el año pasado sobre el currículum socioemocional. Dentro de este marco nos parecía el momento adecuado para poner en marcha este plan propio de prevención de las conductas suicidas. Se ha elaborado en una mesa multidisciplinar en la que han participado especialistas en salud mental de Osakidetza, Salud, Educación y la UPV/EHU. 

¿Con qué fin? 

Desarrollar estrategias dentro del centro educativo para saber cómo actuar en diferentes momentos y cuando se ha consumado un suicidio. Es un plan novedoso que los centros deberán incluir en el currículum socioemocional, a través del cual recibirán formación para ir introduciendo todas esas claves de una manera natural en las aulas. 

Metafóricamente hablando, quieren que el profesorado se ponga unas gafas para detectar las situaciones y señales de alarma frente posibles conductas autolesivas. 

El profesorado, sin ser profesional de la salud mental, se nutre de diferentes lentes en el día a día para acompañar al alumnado en su desarrollo integral, es decir, en el ámbito académico pero también en el emocional, que cada vez tiene más peso. Vamos a enseñar a detectar las señales de que pasa algo a un estudiante y daremos las herramientas para trabajarlo en la acción tutorial. Eso es ponerse unas gafas con una mirada nueva. Los centros son proyecciones de lo que le ocurre al alumnado. Y en ese sentido tiene mucho mérito ser profesor porque las situaciones son cada vez más complejas ya que la educación es cada vez más multidimensional. 

¿La incidencia del suicidio es mayor en la población escolar que en el reto?

No especialmente. El año pasado se suicidaron 148 personas en la CAV, de las cuales tres eran menores de edad. Eso no quiere decir que no haya que saber cómo actuar adecuadamente ante una situación de riesgo de un alumno: autolesiones, antecedentes de tentativas, un trastorno de salud mental disgnosticado, abuso de consumos, bullying… Saber más sobre lo que hay detrás de estas señales va a ayudar a acompañar mejor al estudiante. Esta estrategia no nace de un incremento de casos sino como un ingrediente nuevo que se suma al programa Bizikasi de educación positiva y contra del acoso escolar. 

Bueno, alguien podría pensar que para abordar una situación tan delicada lo más indicado serían los profesionales de la salud mental. 

Obviamente el profesorado no tiene que hacerse experto en, pero tiene que tener ciertas pistas y saber cómo actual en ciertos momentos. No pretendemos que el profesorado asuma competencias que no le toca, que bastante tiene que con que tiene, pero sí nutrir y trabajar las que sí tiene.

Entre otras cuestiones, pretenden que se destierren los mitos que rodean al suicidio y que, contrariamente a lo que se suele pensar, no ayudan a desactivar las tentativas. 

Efectivamente, una de las partes de la formación será esa. Uno de los mitos más importantes que existen es que no hay que hablar de suicidio. En la mesa de trabajo quedó claro que hay que hablar del suicidio y hay que encontrar el momento adecuado para tender canales de comunicación. Hay una lista importante de mitos, como que es una salida fácil para escaparme, para no afrontar los problemas o solo los cobardes se suicidan. En el alumnado hay un miedo a no explicitar y mostrarse vulnerable cuando sufre una situación delicada. Por eso la formación es importante, porque va a ayudar a abrir espacios en los que interactuar de forma segura y a enseñar a los alumnos que tienen personas de referencia en el centro a la que acudir para pedir ayuda. 

Quizás ese miedo provenga de otro gran mito, que es que quienes se quienes se suicidan tienen problemas de salud mental. 

Así es, esta percepción es estigmatizante y nadie quiere verse señalado como una persona que tiene un trastorno de salud mental. Por eso es fundamental hablar, desterrar todos estos mitos, trabajarlos con los estudiantes y normalizar las situaciones aunque sean emocionalmente complejas y por las que todo el mundo pasamos en un momento u otro de nuestras vidas. Por eso es importante dar herramientas para saber cómo actuar, cómo afrontar estas circunstancias y, sobre todo, hay que pedir ayuda abriendo canales de comunicación con las personas que te pueden ayudar. 

¿Cuál diría que es el estado anímico de la escuela vasca tras la pandemia?

El estado anímico de los centros educativos es el estado anímico de la sociedad en Euskadi. Venimos de una pandemia inimaginable y eso se ha reflejado en los colegios. No hay una demanda explícita por parte de los centros educativos de tratar el suicido pero sí una petición general de abrir un espacio al currículum emocional, algo que ya se ha tenido en cuenta en el currículum Lomloe que se ha comenzado a implantar este año. Un equipo ha trabajado para incluir elementos emocionales de manera trasversal en todo el curriculum. La pandemia ha supuesto un antes y un después para poner sobre la mesa la pedagogía del cuidado y el bienestar socioemocional. 

Entiendo, por tanto, que los centros están receptivos al plan. 

No hay que olvidar que en los centros tenemos personitas y que esas personitas han pasado momentos duros estos dos años. Todos tenemos una hija o un sobrino que han acusado anímicamente el confinamiento, la incertidumbre o el uso de la mascarilla.Y ahí los centros están muy receptivos a generar espacios que van más allá de lo académico. 

En qué consistirá la formación. 

Son sesiones formativas de diez horas dirigidas a los y las profesionales de los equipos BAT (Bullying-aren Aurkako Taldea, creados dentro de Bizikasi) y luego ellos se encargarán de trabajar el tema con el resto de sus compañeros. También hay una formación socioemocional dirigida al alumnado y otra para el profesorado de unas sesenta horas, a la que han acudido 1.000 profesores. 

¿Es adecuado abordar este tema en edades tan tempranas?

La formación se ofrecerá sobre todo a alumnado de Bachillerato. Hablar de una forma abierta sobre este tema con un chaval de 15 años es complejo, pero si abres un espacio adecuado para provocar ciertas reflexiones responden muy bien porque son esponjas. Es importante hacerlo de manera natural y buscar los espacios donde ellos ya tienen la oportunidad de hablar. También es importante que el tutor o tutora se ponga esas gafas de las que hablábamos para identificar en qué punto está cada alumno. No es una formación específica ni generalista, se trata de capacitar a alumnos con una cierta madurez para ayudar a sus compañeros en estos procesos o en la detección de las señales de alarma. Pero esto va en paralelo a otros procesos que ya hay, como los equipos de orientación, que conocen cuáles son los estudiantes en situaciones de riesgo. La idea es que el cristal de esas gafas sea más gordo en estos casos y que estos nuevos espacios que queremos sirvan para aflorar posibles casos de riesgo de alumnos y alumnas fuera de ese grupo. Lo que pretendemos es concienciar a los profesores de que el suicidio se tiene que contemplar en las sesiones tutoriales con preguntas especficas. 

24/10/2022