Las personas mayores suelen tener mucha patología y son atendidas por cada especialista de manera aislada. ¿Habría que tratarlos de manera más global?
Es que el colectivo de mayores es el más heterogéneo. Porque podemos encontrarnos a mayores con poca patología y buen estado de independencia funcional y, sin embargo, hay otros más jóvenes con más pluripatología y más dependencia. Por eso tenemos que ver la salud de los ancianos no solo como ausencia de enfermedad sino también considerar su bienestar físico, mental y social. Y sobre todo señalar que la edad biológica no es un indicador fiable en geriatría. Porque hay gran heterogeneidad. Hay personas de la misma edad con un comportamiento del envejecimiento muy diferente. Tenemos que erradicar el estereotipo de la edad cronológica y centrarnos en la persona, basándonos en una valoración multidisciplinar e integradora.
Dice usted que la edad biológica no se corresponde con el estado de salud. Pero ¿a partir de los 80 empezará a decaer o no?
La edad no es un factor determinante. Tenemos que desterrar esa idea de tiene 80 años, tiene que estar fatal. Me remito a los hechos; yo tengo pacientes de 90 que son independientes y están cognitivamente bien. Y puedo tener pacientes de 68 años que tienen más dependencia y más carga de enfermedad. Hay que desterrar esos estereotipos y centrarnos en la persona. Por eso valoramos la esfera clínica, mental, funcional y social. Eso no quita para que a mayor edad, más enfermedades. A mí, me gusta decirles a los pacientes, yo te hago la foto ahora, vemos dónde estamos en tu película de vida y luego te hago un plan de cuidados integrales.
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Ustedes deben ser de una pasta especial. Tratan con pacientes cuyo final está próximo. No nos engañemos, no estamos en la peli de El curioso caso de Benjamin Button, en el que el paciente iba para atrás, nacía viejo y se moría siendo un bebé.
Ese es el concepto que hay que cambiar. Yo valoro todas las posibilidad del anciano porque puedo resolver problemas. Nuestro objetivo es la funcionabilidad del paciente. Un enfermo con fractura de cadera, aunque tenga 90 años, no tiene por qué ir a peor, intentamos que vuelva a su situación basal anterior. Y todo depende de las reservas de la fragilidad que tenga. Pero si estamos ante un paciente pluripatológico, con enfermedades avanzadas, y en un momento vital final, también actuamos en esa última fase, y le cuidamos para proporcionarle la mejor atención.
El objetivo es dar calidad a la vida.
La frase es dar calidad a los años y no años a la vida. Es obvio que los más mayores van a tener un desenlace más próximo. Pero siempre bien cuidados y atendidos.
La esperanza de vida de los hombres vascos se sitúa en los 80,7 años, y la de las mujeres supera los 86 años, según el Eustat. ¿Está la sanidad en condiciones de aumentarla todavía más?
Más que aumentar la esperanza de vida, tenemos que cambiar la visión. No quiero más años, sino que los que me queden tenerlos de más calidad. Mi objetivo prioritario es la recuperación funcional del anciano enfermo. Que vuelva a una vida lo más autosuficiente posible en su entorno habitual. Existe la idea de que si llegas a los 90 años, ya no hay nada que hacer. Pero puede que sí lo haya. Hay gente que tiene reserva. De una neumonía, puede salir y puede volver a su domicilio. Pero siempre teniendo un plan, analizando cómo estaba a nivel físico, mental, sus recursos. Y, por supuesto, contando con todos los artistas invitados a la película del paciente, es decir, todos los especialistas médicos y de otros estamentos sociales.
Un gran problema para los mayores es la polimedicación. Entre los 70 y los 80 toman, de media, ocho fármacos diarios. ¿Como se puede abordar este tema?
Ese es uno de los grandes síndromes geriátricos. Cuanto más pluripatología, más tratamientos. Voy a un especialista y me pone esto, voy a otro y me pone lo otro, y eso no se revalúa. Pero con la valoración geriátrica, lo estudiamos. La polifarmacia además conlleva otros efectos. Y es necesario evaluar qué beneficios le produce y qué consecuencias.
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Mis aitas toman pastillas para el colesterol o para la tensión desde hace más de veinte años. ¿Hay una sobrepreinscripción?
Hay que revisar la medicación todo el tiempo. No es que yo te quite una pastilla porque sí. Porque igual mi objetivo de colesterol en ti, no es igual que en tu ama. Igual, con ella, me interesa menos que tenga colesterol y más que camine. Por eso reviso sus enfermedades en su conjunto y veo beneficios y riesgos. Si un paciente tiene piernas hinchadas le ponen un diurético, pero eso hace que le provoque más pis, entonces le ponen otra pastilla para la incontinencia etc... y es un círculo vicioso. Eso es lo que hay que revisar. En nuestra especialidad, el ABC es valorar globalmente a cada paciente y ver qué esta tomando.
Afirma que infantilizamos al paciente mayor, y le tratamos como si no pudiera gestionar sus asuntos. ¿Por qué?
Es otra idea que tenemos respecto a los mayores, que no pueden elegir ni determinar qué tratamiento seguir. Opinamos por ellos. O tendemos a la sobreprotección. Les infantilizamos. Incluso cuando tienen algún deterioro cognitivo, ellos pueden elegir. Por eso hay que darles voz y voto. Eso es por la idea que tenemos de que son un estorbo y ya no sirven. Pero es que hay gente de 80 y 90 años que sabe muy bien lo que quiere. Lo que pasa que hay que explicarles bien los pros y los contras del tratamiento y el objetivo terapéutico que tienes con ellos y lo qué podemos hacer dentro de su situación médica.
Usted es la impulsora de un importante estudio sobre la fragilidad de los mayores.
Sí, estamos preparando, con BioCruces, y BioGune, un estudio sobre el riesgo fragilidad de pacientes mayores de 65 años, que es algo muy presente en geriatría porque hay una disminución de las reservas fisiológicas. El estudio epidemiológico, que va a comenzar a partir del tercer trimestre de este año, también abordará la deficiencia de vitamina D, y se va a llevar a cabo con pacientes ingresados en el Hospital de San Marina.