Como ocurre con cualquier fármaco, la inoculación de la vacuna contra el coronavirus tiene efectos secundarios menores, como molestia en el brazo del pinchazo, cansancio, dolor de cabeza, fiebre o náuseas. Todos ellos han sido registrados y estudiados durante el desarrollo de estos medicamentos.
Sin embargo, no ha sido hasta la fase 4, momento en el que la mayoría de la población ha empezado a ser inmunizada, cuando se ha conocido que la vacuna podría tener efectos secundarios en la salud menstrual de las mujeres.
En Onda Vasca, Lucía Gallego, profesora de Microbiología de la UPV/EHU ha señalado que "no se tienen en cuenta las diferencias biológicas de las mujeres cuando se desarrollan las vacunas". En este sentido, subraya que, "aunque algunos estudios incluyen a las mujeres dentro del ensayo, los resultados no se analizan".
En los que sí se han descrito los efectos que la vacuna causa en este sector poblacional, se ha determinado que "la vacuna es menos eficaz y que el 80% de los efectos adversos se están produciendo en mujeres". Por este motivo Gallego considera que "la comunidad científica y las compañías farmacéuticas no pueden mirar hacía otro lado". Es necesario, afirma, que "las vacunas se ajusten a la biología concreta" de ellas porque en muchos casos se están produciendo "problemas de salud importantes a largo plazo".