Noáin. Mediados de los 80. La carretera N-121, que conecta Pamplona con Tudela, transcurría por el medio del pueblo.
Unos 20.000 vehículos circulaban a diario a gran velocidad y los peatones caían “como moscas”. Ni los semáforos ni los pasos de cebra frenaban el drama de los atropellos.
El 11 de octubre de 1986, Isabel Vilches, vecina de Noáin, fue arrollada por un vehículo cuando cruzaba la nacional para tirar la basura. Isabel falleció y dejó ocho hijos.
El pueblo dijo basta y cortó la N-121 durante días. “Queríamos que los coches y camiones dejaran de pasar por el medio del pueblo”, recuerdan los vecinos.
La protesta surgió efecto y la nacional se convirtió en la calle Real.
Casi 40 años después, Noáin es un referente de seguridad vial: todas las vías están limitadas a 30km/h y la norma se cumple a rajatabla gracias a un eficaz sistema de calmado de tráfico.
El “infierno” de la N-121
20.000 vehículos al día
Durante décadas, la carretera N-121 dividió Noáin en dos y el flujo de coches y camiones era incesante. “Era una locura, un infierno, aterrador. El flujo de coches y camiones era continuo. No dejaban de circular por el medio del pueblo”, recuerda Jon Oyarzun, alcalde de Noáin de 1995 a 1999.
“El tráfico era terrible. 20.000 vehículos al día. Además, los conductores iban a 80 km/h y siempre había alguna persona que le faltaban dos tornillos e iba más rápido”, relata Andoni Rodríguez, miembro de la Asociación de Vecinos que lideró las protestas contra la nacional.
El tráfico constante y las imprudencias al volante provocaban numerosos atropellos, sobre todo niños y abuelos. “Sobre todo cuando los críos entraban y salían del colegio. Los vehículos iban muy rápido porque no había ningún elemento que les obligara a frenar”, lamenta Andoni.
La carretera N-121 también privó a los vecinos de la vida social que caracteriza a un pueblo. “Hasta en fiestas teníamos problemas para cortar la carretera. Era un cristo sacar la charanga o echar un pote en la calle”, recuerda Andoni.
“Sacábamos las mesas de los bares y nos poníamos a jugar al mus en medio de la carretera para reivindicar que queríamos nuestra calle, nuestro espacio, un pueblo donde se pudiera vivir tranquilo”, incide Jon.
Para revertir esta situación, la asociación de vecinos propuso colocar badenes y guardias tumbados en la carretera, pero el Gobierno del Estado lo impidió. “Nos dijeron que era imposible, que en una nacional estaba prohibido poner reductores de velocidad”, explica.
El Ayuntamiento de Noáin colocó semáforos en el tramo de la N-121 que atravesaba el pueblo, pero ni por esas. “Más de uno se los saltaban. Había conductores que no respetaban los semáforos y se atropellaron a peatones que estaban cruzando en verde”, señala.
1986: atropello mortal
Noáin dice basta y corta la N-121 ininterrumpidamente
En octubre de 1986, la desgracia se cebó con Noáin. A primeros de mes, David Lera sufrió un atropello y quedó en estado grave. El día 11, Isabel Vilches fue arrollada cuando cruzaba la carretera para tirar la basura. Isabel falleció y dejó ocho hijos.
El pueblo dijo basta y cortó la N-121 de forma ininterrumpida. “No queríamos más muertes. Nuestra reivindicación principal era que la nacional se convirtiera en una calle y que los coches y camiones dejaran de pasar por el medio del pueblo”, indica.
Para cumplir ese objetivo, los vecinos reclamaron que el peaje de la autopista, que se encontraba a la altura del polígono Talluntxe, se retrasara hasta Imarcoain, su ubicación actual.
Además, exigieron que se construyeran dos nuevas salidas, la 80B y la 81, que conectaran la AP-15 con la N-121 a la altura del acueducto, sin entrar a Noáin.
De esta manera, los conductores podían ir de Noáin a Berriozar por la autopista, la actual ronda Oeste, gratis y sin cruzar el pueblo.
Las protestas surgieron efecto y en 1987 el Gobierno de Navarra se comprometió por escrito a retrasar el peaje hasta Imarcoain. “Convertimos la N-121 en la calle Real. Conseguimos que el pueblo fuera más seguro. Ahora puedo salir a la calle con los chiquitos a disfrutar de la comparsa de gigantes. Antes era impensable”, se alegra Andoni.
De nacional a calle Real
Aumento de la vida social en los bares de la zona
Los miles de camiones ya eran historia, pero aún quedaba mucho trabajo por hacer: transformar la antigua N-121 en una calle de pueblo.
“Ensanchamos las aceras, que apenas medían medio metro, limitamos las plazas de aparcamiento, se pintaron pasos de cebra y se colocaron paradas de villavesas. No conseguimos una calle peatonal como Carlos III, pero logramos que fuera más humana”, recuerda Jon.
El nuevo diseño también redujo el volumen de tráfico. “La mayoría de coches eran de vecinos del pueblo o del valle que se acercaban a Noáin a comprar o al centro de salud”, indica.
Además, la renovación de la calle incrementó las relaciones sociales en los bares de la zona. “Con la nacional, predominaban los camioneros y gente de paso. Con la nueva calle, los vecinos logramos hacer más vida en el pueblo porque te apetecía salir y se podía estar”, incide.
Reducción de velocidad
Cojines berlineses y bolardos en la mediana
La calle Real era otra. Sin embargo, seguía siendo la vía con más tráfico y tránsito peatonal y aún no se le había puesto coto a un grave problema: el exceso de velocidad.
La vía estaba limitada a 50km/h, pero había conductores que circulaban más rápido y se seguían produciendo atropellos mortales, el último en enero de 2016. Ese año se produjeron otros tres accidentes graves.
Para mejorar la seguridad vial, el Ayuntamiento, liderado por José Ignacio Erro, empezó a colocar reductores de velocidad en la calzada. “En el último tramo de la calle, dirección Beriáin, los coches corrían demasiado. Pero el pueblo no acaba ahí, ni mucho menos. En esa zona pusimos bastantes cojines berlineses para que la gente fuera más despacio. Lo ideal es que, por educación, todos respetáramos los límites de velocidad y los cojines berlineses no fueran necesarios. Pero desgraciadamente no es así”, comenta José Ignacio.
En julio de 2016, el Consistorio también colocó una mediana de bolardos entre los dos carriles de la calle Real para eliminar los problemas que causaban los vehículos estacionados en doble fila. “Se entorpecía mucho la circulación. El coche que estaba detrás tenía que invadir el otro carril y no veía si había personas cruzando el paso de peatones. Era una situación peligrosa que revertimos”, señala.
Todo el pueblo a 30km/h
La policía no realiza controles de velocidad
Noáin siguió apostando por la seguridad vial y el calmado del tráfico. A mediados de 2019, el Ayuntamiento, liderado por Sebastián Marco, sustituyó los cojines berlineses por lomos de asno, más efectivos para obligar a los conductores a reducir la velocidad.
“Cuando nevaba, los quitanieves arrancaban los cojines berlineses, que sufrían serios desperfectos. Además, no eran del todo efectivos para calmar la velocidad porque algunos vehículos los esquivaban”, indica Sebastián. En la actualidad, hay 48 lomos de asno en la localidad, 17 en la calle Real, y quedan cuatro cojines berlineses por quitar.
Además, desde mayo de 2021, se debe circular a 30km/h en todas las calles del municipio. “Atravesar la calle Real a 30km/h en vez de a 50km/h no supone ni dos minutos más de trayecto. El conductor pierde poco tiempo y el riesgo de muerte del peatón por atropello desciende considerablemente”, reflexiona. En concreto, a 30 km/h el riesgo de muerte es de un 10% y a 50 km/h, asciende hasta un 90%.
Estos datos y los reductores de velocidad han conseguido que los vecinos de Noáin cumplan la norma a rajatabla. “No realizamos controles de velocidad debido a la efectividad de los lomos de asno”, asegura Jon Zubasti, jefe de Policía del Valle de Elorz. El Ayuntamiento dispone de dos radares, pero son informativos y únicamente indican al conductor la velocidad a la que circula el vehículo, no multan.
Como consecuencia, los atropellos han descendido considerablemente. De 2019 a 2022, se produjeron siete atropellos leves y el último fallecido por estas circunstancias data de enero de 2016. “Los índices de sinestrialidad han bajado mucho y la mayoría de los accidentes son leves. Pero la seguridad vial y el calmado del tráfico son dos temas serios en los que nunca nos tenemos que dar por satisfechos”, asegura Sebastián. “El objetivo es reducirlos a cero”, incide Jon.