Todo apuntaba a noche grande, de esas que perduran en la memoria colectiva por cuanto acontece sobre un terreno de juego y también en la grada, con esa unión entre el equipo y la afición. El nuevo San Mamés, que se estrenó hace diez largos años, añora aquellas que se vivieron en la vieja Catedral, pues entre pandemias y demás cuestiones del azar, como que cuatro de las cinco semifinales de Copa alcanzadas por el Athletic en la última década se hayan decidido lejos de Bilbao, apenas ha podido disfrutar de ellas.
Resulta imposible olvidar aquel choque de vuelta de la fase previa de la Champions League contra el Nápoles en agosto de 2014, con el estadio aún inacabado, sin uno de sus fondos; o la goleada frente al Barcelona de Leo Messi en la ida de la Supercopa de un año después. Y el tanto de Iñaki Williams en la primera mitad hacía presagiar que la cita ante Osasuna se iba a colar en ese selectísimo grupo, pero la noche acabó en pesadilla.
Se podría decir que el fútbol fue cruel con el Athletic, pues mereció mucha mayor fortuna que la que dispuso ante un Osasuna al que tuvo bajo control durante la inmensa mayoría del encuentro, con varios momentos en los que los pupilos de Jagoba Arrasate parecían noqueados y decididos a arrojar la toalla ante el empuje local. Claro que la suerte hay que buscarla y el conjunto rojillo supo hallarla y no dejó después margen para la reacción. Lo de Osasuna fue un ejercicio de superviviencia. Para el recuerdo y el lamento quedarán esas dos clarísimas ocasiones de gol desperdiciadas por Nico Williams, al que le sigue faltando esa pausa necesaria que es la que realmente marca la diferencia y por la que se pagan verdaderas millonadas. Lo demás es historia. No perdonó Pablo Ibáñez, que se estrenó como goleador con el primer equipo de Osasuna tras dos clamorosos errores de Oier Zarraga y será el equipo navarro quien aspire a alzar ese título de Copa que se le resiste al Athletic desde 1984. 39 largos años de un lamento continuado. ¿Hasta cuándo?
En su tercera tentativa por llevar al Athletic a la final de Copa, Ernesto Valverde, que sí lo logró en la temporada 2014-15, volvió a quedarse con la miel en los labios, con esa extraña sensación que se les pasó a muchos de los aficionados rojiblancos por la mente, que sin querer se vieron en la obligación de recordar aquella semifinal de Copa contra el Betis del ya lejano 2005. Entonces fueron los penaltis los que sentenciaron al conjunto rojiblanco, aunque como anoche, la eliminatoria nunca debió llegar a la prórroga. El Athletic hizo méritos suficientes para evitarlo, pero se quedó a las puertas. Santi Ezquerro quedó señalado entonces; ayer un jovencísimo Nico Williams, al que seguro que lo de anoche le servirá de aprendizaje para seguir con su proceso de madurez, que ojalá se dé en Bilbao durante muchos años.