Ya sea porque Lando Norris y McLaren no han venido capitalizando todas las oportunidades que se han presentado o porque Max Verstappen defiende su condición de líder como un espartano, el caso es que apenas hay un fin de semana en el que el piloto británico puede protagonizar una celebración plena de euforia por asestar un buen golpe al campeonato. Y esa sensación de impotencia o frustración es mayor teniendo en cuenta las prestaciones de uno y otro monoplaza, tan distantes. Ni siquiera cuando Norris consigue algo inaudito esta temporada, como fue mostrar semejante superioridad a la vista en el Gran Premio de Singapur, puede regocijarse de manera desatada confiando que el título será suyo. Ahí siempre aparece Verstappen para desde un segundo plano, en la sombra, minimizar los daños y prolongar la ventaja construida durante el primer tercio de la temporada.
Ya son ocho carreras sin victoria de Verstappen, pero su renta sigue a flote, sobrevive, porque aunque se desangra todavía es de 52 puntos sobre Norris, que en un fin de semana tan abrumador, en el que arrasó sin paliativos, solo recortó 7 unidades al neerlandés, que siempre tiene magia en la chistera.
Consciente además el piloto de Bristol de que su ritmo en este empeño de reducir la distancia en el Mundial no es suficiente –quedan seis carreras por delante–, buscó el punto extra de la vuelta rápida con tal ímpetu que toda su gloria se pudo ir al carajo en un par de ocasiones. Norris tocó los muros mientras rodaba a más de 20 segundos de diferencia sobre Verstappen, que corría segundo sin opción de amenazar ni siquiera en la salida, donde ocupó la segunda pintura.
La desmesura de Norris sucedió concretamente en las vueltas 30 y 48 de las 62 acordadas para Marina Bay, cuando gozaba de 22 y 24 segundos de ventaja, respectivamente. Tras el primer susto llegó a reportar problemas en el alerón delantero. En el garaje de McLaren echaban humo. “¿Era necesario tirar tanto?”, le preguntaron al protagonista nada más abandonar el monoplaza de color papaya. “No es que estés empujando demasiado, es que a veces te relajas; quizás fue ambas cosas”, expresó Norris, un tanto dubitativo, como el niño al que han pillado con las manos en la masa y no sabe muy bien qué decir, cómo sacudirse la culpabilidad. Porque si el mal que le desconcentró fue la superioridad de su McLaren, bendito problema que por otro lado no debe ser excusa con la inmensa posibilidad que tenía de aflojar el ritmo.
La exclamación de Verstappen al ver los rozamientos de Norris contra las protecciones fue la de alguien que ve actuar a un loco, y a la vez la de alguien que inmerso en un gran premio complicado ve que ha estado infinitamente más cerca de la gloria de lo que jamás hubiera imaginado. Porque en esas insensatas maniobras de Norris pudo estar la victoria de Mad Max, que ahora cede el papel de agitador de carreras a otros. El neerlandés está abrazado a la concentración, a la serenidad y la cordura, porque con su precario Red Bull es muy consciente de que solo así, con regularidad y maximizando sus opciones, podrá ceñirse su cuarta corona mundial.
Verstappen, satisfecho pese a todo
“He estado solo toda la carrera. He intentado hacerlo lo mejor posible. Es un fin de semana en el que sabíamos que íbamos a tener dificultades, por eso ser segundo está bien. Aunque tenemos que hacer más”, advirtió Verstappen, que también trató de imprimir motivación al proyecto: “En algún momento podría cambiar la situación y tendré que intentar no estar siempre detrás de él (Norris), aunque de momento es lo que hay”. Un termómetro del estado de Red Bull siempre puede ser su compañero, un Sergio Pérez que arrancó decimotercero y terminó décimo.
Por su parte, Norris señaló la superioridad de su McLaren sin omitir los riesgos asumidos. “Ha sido una carrera increíble. Demasiadas veces he rozado el muro. Aparte de eso, creo que hemos controlado bien. Hemos volado”, acertó. En 15 vueltas sacaba 9 segundos a Verstappen. Solo levantó el pie del acelerador cuando acarició por primera vez el muro, con 22 segundos de margen, pero más adelante entró en la pugna por la vuelta rápida. Daniel Ricciardo, como piloto del equipo filial de Red Bull, fue el encargado de privar a Norris del punto extra, que estaba en su poder. El ritmo fue asombroso, aplastante. El equipo energético es consciente y ya pone toda su maquinaria al servicio de Mad Max, cosa que deberá hacer McLaren con Piastri para alimentar las considerables opciones de campeón de Norris.
Verstappen también hizo méritos para proteger el segundo puesto. En esas primeras 15 vueltas endosó 4 segundos a Lewis Hamilton, que terminó condenado por la estrategia de Mercedes a la hora de elegir los compuestos de los neumáticos. Finalizó en la sexta posición, superado por Oscar Piastri (3º), George Russell (4º) y Charles Leclerc (5º). Detrás de Hamilton llegaron Carlos Sainz (7º) y Fernando Alonso (8º). El asturiano volvió a ser el primero de la clase media. “Cuatro puntos, más de los que merecíamos aquí, porque para nada estamos en esta posición”, repasó Alonso, satisfecho precisamente por eso, porque considera que Aston Martin es el séptimo equipo en el orden de potencial.