El Movimiento feminista vuelve a poner este 8-M el foco en la necesidad de cambiar el sistema actual de cuidados por uno público comunitario; una “preocupación social” que fue motivo de huelga el 30 de noviembre en Euskal Herria. Y es que, como sostiene Irati Sienra, de Bilbo Feminista Saretzen, “seguimos igual, en constante retroceso en forma de recortes y privatizaciones”.
El 8 de marzo del año pasado se dio en un contexto de alta conflictividad laboral en sectores feminizados, muchos de ellos relacionados con los cuidados. ¿Cuál es el contexto de este 8-M?
El contexto del 8 de marzo de este año viene completamente marcado por la huelga general feminista del 30 de noviembre. Ya dijimos entonces que la huelga no era un objetivo, que era un paso más en un proceso hacia un sistema público comunitario de cuidados. El proceso de la huelga y el trabajo previo nos reafirmó en que habíamos acertado con la importancia del tema. Porque independientemente del seguimiento y las movilizaciones, que fueron muy potentes, según íbamos pasando por centros de trabajo, comercios, por bares... todo el mundo coincidía en que este tema era muy importante. La gente nos contaba los problemas que tenía en el día a día. Y aunque mucha gente nos dijera que no iba a hacer huelga o que no podía hacerlo, nos apoyaban, porque el de los cuidados es un drama en la vida de las personas, especialmente de las mujeres. Cuando hemos vuelto a hacer asambleas, ha habido unanimidad en que teníamos que seguir con este tema.
¿Por qué es necesario seguir poniendo los cuidados en el centro de las reivindicaciones este 8-M?
Seguimos igual, entendiendo que igual significa en constante retroceso en forma de recortes y privatizaciones. El 30 de noviembre hicimos un llamamiento a las distintas instituciones para poner en marcha mesas negociadoras sobre un sistema público de cuidados y, a día de hoy, no hemos recibido fecha de ninguna reunión. En cambio, lo que sí hemos recibido, en la Comunidad Autónoma Vasca, es hacer público que va a existir una propuesta de un sistema de cuidados que en ningún momento se ha contrastado con la ciudadanía, que no ha tenido ningún elemento participativo. Y, paralelamente a eso, mientras se nos dice que se va a invertir dinero en un sistema público de cuidados, se están dando más recortes; por ejemplo, como denunciamos hace unas semanas, en el servicio de asistencia a domicilio de Bilbao, que lo lleva una empresa privada y ha triplicado el precio de sus cuotas, conllevando que muchísimas usuarias estén dejando el servicio porque no lo pueden asumir.
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¿Cómo valoran el hecho de que las instituciones hayan incorporado el cambio del sistema de cuidados en su agenda? ¿Creen que es consecuencia del empuje social del movimiento feminista?
Sí. Pero no solamente del movimiento feminista. El problema que tenemos en el reparto de cuidados y en los servicios públicos que atienden a los cuidados, como de alguna manera se han ido vaciando de recursos, no es algo que solo señale el movimiento feminista, es algo que realmente se ha sufrido mucho en la sociedad y que la pandemia nos ha hecho más conscientes de ese hecho. Puede ser que nosotras le pongamos un discurso político, pero la conversación está en la sociedad.
Tres meses después de la huelga del 30 de noviembre, ¿qué balance hacen?
De la huelga hacemos un balance muy positivo porque, si bien es cierto que todo el foco por la parte de medios de comunicación se pone en el seguimiento, nosotras teníamos muy claro que lo íbamos a poner en las movilizaciones, en el seguimiento, especialmente en los sectores feminizados o en la participación de las mujeres que tienen dificultades para ir a la huelga. Y en ese aspecto cualitativo consideramos que la huelga fue un éxito. Fue un éxito también en cuanto a movilizaciones y en cuanto a desnormalización. Mucha gente pensaba que no iban a bloquearse los centros como en otra huelga general cualquiera, y demostramos que sí lo podemos hacer. Sin embargo, la participación de los hombres dejó mucho que desear, no solo en el día de la huelga, sino en todo el proceso anterior.
¿A qué se refiere?
Para nosotras era un reto que los hombres se implicaran. Es verdad que ponemos mucho el foco en las instituciones, pero cuando hablamos y ponemos como segundo lema Haceos cargo, no hablamos solo de las instituciones, hablamos también de los hombres. Consideramos que esa parte debemos reforzarla. En cuanto a las administraciones públicas, nos han ignorado completamente. Es algo que podíamos prever, y desde entonces llevamos trabajando internamente en el movimiento feminista en el ahora qué. Qué tipo de dinámicas y movilizaciones queremos llevar a cabo para seguir trabajando este tema y para que el tema del sistema público comunitario de cuidados esté en la calle sin que haya una huelga de por medio, sino como línea de trabajo continua nuestra.
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En esa huelga, una parte del movimiento de mujeres inmigrantes y de cuidadoras se desvinculó de la convocatoria. ¿Han intentado acercar posturas posteriormente?
No solo posteriormente, sino durante todo el proceso también. Dentro de los colectivos de mujeres migradas y racializadas ha habido dos posturas. Casi todos los colectivos han participado en el proceso hacia la huelga. Ha habido colectivos que en un momento dado se han desvinculado por considerar que la huelga no era la herramienta adecuada porque muchísimas mujeres, sobre todo mujeres migradas racializadas y, sobre todo, las que están en situación administrativa irregular. No pueden hacer uso de la huelga. La otra corriente lo que defendía es que en las anteriores huelgas feministas también teníamos ese escollo y que el movimiento feminista ha ido buscando maneras de resolver eso, haciendo a las mujeres visibles aunque no pudieran estar en las movilizaciones. O haciendo acciones propias en determinados momentos del día. Por ejemplo, como se hizo yendo a extranjería y haciendo una acciones específica de trabajadoras de hogar. Ha habido un diálogo constante y algunas han participado dentro de la dinámica y otras han hecho otra dinámica en la que visibilizar que muchas de las mujeres migradas que trabajan en cuidados no tienen derechos como el de la huelga. Y hacia delante, ya veremos, somos colectivos del movimiento feminista y estamos en constante contacto. Ahora mismo ya no estamos hablando de una huelga general, que era el principal punto de debate.
Los últimos datos de empleo indican que aumentan los contratos a tiempo parcial y que las mujeres ocupan tres veces más estos puestos que los hombres. Una de cada cuatro mujeres trabaja a tiempo parcial y la mitad de ellas desearía trabajar a jornada completa. ¿Qué lectura hacen de estos datos?
Llueve sobre mojado, no es nada nuevo. Sobre todo se dan jornadas parciales en trabajos temporales, que son a los que más accedemos porque son para complementar otros contratos indefinidos que muchas veces ocupan hombres, pero sobre todo se da en sectores feminizados donde las jornadas son pequeñas y, por lo tanto, no dan para jornadas completas. Comedores escolares, limpieza... también porque no se le da a ese empleo todo el tiempo de calidad que se le pudiera dar y que, por lo tanto, se acorta. Pero en este caso estamos hablando de que las medidas para cambiar esto tendrían que ser más estructurales.
¿Cómo?
Por un lado, tendría que haber medidas para la dignificación del empleo en general porque es verdad que, sobre todo, se da en las mujeres pero que la parcialidad es un fenómeno que va aumentando. Nos dicen que el paro está bajando pero está bajando a costa de que el empleo sea cada vez más precario. Y, evidentemente, si nos cuesta más a las mujeres acceder al mercado laboral, siempre será en peores condiciones. Por lo tanto, quedaremos condenadas a la parcialidad. Pero si, además, esa parcialidad se da en sectores feminizados porque no se considera que esos empleos sean lo bastante necesarios como para darles más tiempo de calidad y jornadas más largas evidentemente seguirá pasando esto. Y eso nos condena al pluriempleo. Y eso hablando de los contratos parciales que se ofertan. No hemos hablado de reducciones de jornada por guarda legal, que se dan sobre todo entre mujeres. Y lo tenemos que relacionar con la mayor dependencia económica, la dificultad de las mujeres de tomar muchas decisiones: dejar a su pareja agresora, poder crear un proyecto de vida autónomo y demás.