Fumar es un hábito nocivo que en muchos casos comienza en la adolescencia por la curiosidad de probar cosas de mayores o de vivir nuevas experiencias. El consumo habitual de tabaco aumenta el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares y cáncer, además de acarrear otros muchos problemas de salud.
Una vez que el tabaco te ha atrapado, dejar de fumar no es una tarea fácil. Esto se debe a la nicotina, una sustancia química muy adictiva, y a una serie de aditivos que mejoran la experiencia del fumador.
Inhalada en pequeñas cantidades, la nicotina causa placer y distrae al consumidor de otras sensaciones desagradables, lo que hace que el usuario quiera consumir más. Actúa en la química del cerebro y en el sistema nervioso central, afectando el estado de ánimo del fumador.
Hay evidencias científicas de que fumar reduce la esperanza de vida en unos 10 años, sin embargo, nunca es tarde para dejar el tabaco. Desde el mismo momento en el que abandones este mal hábito, tu organismo comenzará a recuperarse y el riesgo de desarrollar la mayoría de las enfermedades asociadas al tabaco irá reduciéndose progresivamente, pudiendo llegar a equipararse con el paso de los años al de las personas que nunca han fumado.
Además de apreciar el olor y el sabor de muchos alimentos desde el primer día, estas son las principales reacciones del cuerpo de un fumador habitual cuando abandona el hábito:
1- Mejoría de la función pulmonar. Al cabo de tres o cuatro semanas disminuyen la tos y la cantidad de secreciones, empiezas a respirar mejor y a sentir que tienes más energía. A los tres meses mejora la tolerancia al ejercicio físico y en el primer año se recupera entre un 10 y un 15% la capacidad pulmonar.
2- Menor riesgo de sufrir cáncer. Cinco años después de dejar el hábito del tabaco, el riesgo de padecer cáncer de boca, garganta, faringe y vejiga se reduce a la mitad, mientras que las probabilidades de desarrollar un cáncer de cervix son las mismas que si nunca hubieras fumado. En el caso del cáncer de pulmón, las posibilidades de sufrirlo nunca serán las mismas que si nunca hubieras fumado, pero se acercarán bastante una vez que hayan transcurrido diez años o más.
3- Eliminación de sustancias tóxicas. Las cantidades de monóxido de carbono serán ya casi nulas cuanda hayan pasado 24 o 48 horas y las de nicotina a los tres días. En tres meses no quedarán en el organismo restos de ninguna de las sustancias tóxicas. El fumador tiene en la sangre un nivel de monóxido de carbono entre tres y quince veces superor al de un no fumador y le pueden causar dolor de cabeza, pulso acelerado, mareos o náuseas.
4- Mejor circulación sanguínea. La eliminación de las sustancias tóxicas mejorará de forma evidente la circulación de la sangre en un par de semanas. Tendrá efectos positivos sobre la presión arterial, el pulso y los niveles de oxígeno en sangre, y beneficiará al corazón y al cerebro, entre otros órganos.
5- Piel más suave y luminosa. La piel del fumador presenta más arrugas y un aspecto envejecido. Seis meses después de dejar de fumar, la piel estará más suave y perderá el tono amarillento y avejentado que le proporciona el tabaco.
6- Menor riesgo de infartos e ictus. Un año sin fumar reduce el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares como infartos e ictus y en diez años la posibilidad de sufrirlo será la misma que la de un no fumador. Una persona que haya fumado durante 20 o 25 años, tras dos o tres años sin fumar tendrá un riesgo similar de sufrir una cardiopatía isquémica que alguien que nunca haya fumado.
7- Dependencia física y psicológica. La persona que decida dejar de fumar tiene que ser consciente de que el principio del proceso va a ser duro, así que hay que elegir el momento adecuado para hacerlo. Los primero siete o diez días serán los que sufra una mayor ansiedad y hasta pasados tres meses no se puede decir que la vaya a tener controlada. En cuanto a la dependencia psicológica, conocido popularmente como mono, no se superará hasta pasados seis meses o un año del último cigarrillo. No hay que bajar la guardia en ningún momento, ya que si no es más fácil la recaída.
8- Aumento de peso. Es una de las pocas consecuencias negativas que tiene dejar de fumar. La ansiedad que te generará puede llevarte a comer de forma compulsiva y casi siempre alimentos muy calóricos como el chocolate o los frutos secos. Esto se traducirá en dos y tres kilos más cuando te subas a la báscula, pero si mantienes buenos hábitos de ejercicio y alimentación, dicen los expertos en el plazo de tres o cuatro años es probable que los vuelvas a perder.