Algo que llama la atención de los humanos es su fascinación por los misterios, lo desconocido nos produce. Quizá sea la curiosidad la que nos incita a acercarnos, incluso a internarnos, a lugares que nos producen cierta incertidumbre, en los que no sabemos qué podemos encontrar, bueno o malo.
Los laberintos, por lo intrincado de su solución, por lo abrumados que nos podemos sentir al recorrerlos sin ver la salida ni la mayor parte del camino, resultan un atractivo en cualquier jardín que se visite. Además somos conscientes, aunque durante un tiempo lo anulemos, que es un divertimento sin mayor riesgo que el de que nos ayuden a salir pasado un tiempo prudencial.
En España podemos encontrar algunos de estos rincones al aire libre que ponen a prueba nuestro sentido de la orientación y la memoria para saber por dónde se ha pasado ya y por dónde no. Algunos también ponen a prueba nuestra claustrofobia, nuestra tolerancia a la frustración y nuestra capacidad de perseverar hasta encontrar la solución-salida.
Estos son algunos de los que se pueden encontrar recorriendo la península Ibérica.
El laberinto de Peñíscola (Castellón)
Recientemente inaugurado laberinto de Peñíscola es el de mayor tamaño de España y uno de los de Europa. Sus 7.000 metros cuadrados encierran 3 km de caminos que hay que recorrer en una suerte de prueba y error para conseguir llegar al centro y después volver a salir. Las paredes vegetales de aligustre de Japón, han hecho falta 4.000 ejemplares para marcar las sendas que llevan, o no, al destino final. Para uno será el centro, donde un dinosaurio felicitará a quienes los logre, y para todos será la salida después de algunas horas de paseo.
El laberinto Breoghán, en Vilarmaior (A Coruña)
En cuestión de mayor superficie, el laberinto Breoghán se vio destronado por el de Peñíscola. Pero si bien ha perdido su relevancia en magnitudes, mantiene intacta su singularidad por su diseño y, lo que es más importante en un laberinto, por su diseño. De entada, su nombre hace referencia al rey celta que fundó Brigantia, que se supone es la actual A Coruña. Además, a vista de pájaro, o de dron, se descubre que parte de los 2,3 km de calles dibujan una gigantesca cruz celta. Además, su ubicación en Villarmaior parece oportuna al estar en el centro de la mayor concentración de petroglifos, algunos de ellos de un diseño similar a un laberinto. Por cierto, admiten perros, por lo que convivir con uno de rastro puede ayudar a encontrar la salida.
Laberinto de Blat de Moro, en Castellserà (Lleida)
El laberinto de Blat de Moro en Castellserà es de los pocos con paredes de maíz que se pueden encontrar en España. Este tipo de laberintos suele ser temporales, hasta que se recojan las panochas de maíz, por lo que es posible que de un año para otro cambien el recorrido y los que tengan mayor memoria tengan que esforzarse cada vez como si fuera la primera. El de Castellserá se puede recorrer entre el final de la primavera y la recolección de septiembre. Además dan la opción de hacer recorridos nocturnos.
Laberinto de piedra de Lithica (Ibiza)
Lithica nacióo en la antigua cantera de Pedreres de S’Hostal, en Ibiza, con la idea de ser un centro que reivindique el trabajo de los canteros y la arquitectura tradicional de la isla de Ibiza. De esta explotación salió la mayoría de la piedras con las que se levantaron las casas de la isla. Entre los diferentes espacios, hay dos laberintos, uno es el Laberinto Vegetal, de diseño cretense. Son 177 m2 de superficie y 15 m de diámetro con un solo camino de 140 m, y el otro es el Laberinto Mineral, construido con más de 3.000 bloques de la piedra blanca natural de cantera.
Laberinto de los Reales Alcázares (Sevilla)
Los extensos y espectaculares jardines de los Reales Alcázares de Sevilla son una de las joyas de la ciudad andaluza, y en ella se esconde uno de los secretos de la misma, un laberinto de 1914 que sustituyó al que originalmente había y que se recuerda como el más antiguo de España. De modelo renacentista, el mirto, el ciprés y la tuya forman las paredes de un trazado con muchas, demasiadas para algunos, vueltas y revueltas.
Laberinto de Tentengorra (Cartagena)
El murciano laberinto de Tentengorra, en Cartagena, separa sus calles con un muro de dos metros de alto a base de cipreses que dificultan la orientación de quienes se interne en sus pasajes. Tiene la particularidad de ser interactivo gracias a doce puertas que permiten configurar el recorrido. Además se puede elegir entre dos itinerarios, uno fácil, y otro más complicado para los amantes del reto. El objetivo es llegar al mirador central ver desde un alto las espirales y el recorrido natural, y tratar de encontrar las 12 puertas ocultas.
Laberinto de Villapresente (Cantabria)
El laberinto de Villapresente es otro de gran superficie. Sus 5.625 m² ofrecen un nivel de dificultad variable, lo que hace que toda la familia pueda disfrutar de él, a lo largo de sus 4 km de sendas. Si otros laberintos cuentan con salidas escondidas para rescatar a los visitantes más desorientados, en este entregan a la entrada un número de teléfono móvil por si acaso.
Laberinto de Horta (Barcelona)
El parque del Laberinto de Horta, en Barcelona, es actualmente un espacio público que en origen fue privado y destinado a asombrar por su diseño y su riqueza como museo vivo de la naturaleza a los visitante de su impulsor el marqués de Llupia, de Poal y de Alfarrás. Se encuentra en el Parque Natural de la Sierra de Collserola y ocupa una superficie de 750 metros lineales. De todos los de esta lista es el más clásico, el que recuerda expresamente el laberinto del minotauro griego y el héroe Teseo. Cuatro versos a la entrada dicen los siguiente: “Entra, saldrás sin rodeo,/ el laberinto es sencillo,/ no es menester el ovillo/ que dio Ariadna a Teseo”.