Se suele comentar casi sin darle la importancia literal de la frase. Este Anoeta y su comunión con el equipo ganan partidos. El equipo txuri-urdin logró su octavo triunfo consecutivo en un partido dramático, en el que incluso falleció otro de sus socios que sin duda resta importancia a cualquier resultado posterior, pero que conquistó gracias al apoyo y el sustento de una afición entregada a sus colores. Enamorada de su equipo. Rendida a su fútbol y capaz de sostenerle en los peores momentos.
No es casualidad que esta Real saque adelante tantos encuentros por la mínima, sobre todo en su guarida. Tiene una explicación, y es que su gente se mete en su propia área para defender y despejar balones junto a sus centrales. Ya lo dijo Imanol, no se puede ser exquisito cada tres días, pero hay que intentar evitar al menos tanto sufrimiento cuando eres superior durante la gran parte del partido.
Un madrugador tanto de Mikel Merino a balón parado, en otro saque de esquina que botó la zurda de seda de Brais Méndez, fue definitivo para que la Real Sociedad se llevara otros tres puntos de oro.
En el tramo final de la segunda parte, el Mallorca encerró y puso contra las cuerdas a los donostiarras, pero no fue capaz de llevarse un punto porque la puerta estaba cerrada a cal y canto una vez más. Ndiaye sí anotó el empate, aunque se lo anuló el árbitro, a instancias del VAR, en una acción discutible. Es cierto que hay contacto en el pie de Aritz Elustondo, pero la fuerza del mismo solo la pueden medir los del laboratorio... A nosotros nos hubiese molestado que nos lo señalaran, así de claro. Pero bueno, la acción es muy parecida a la de Morata con Yeray en San Mamés y ahí se tomó la misma decisión. Si está montado así, aunque no nos guste a muchos este nuevo fútbol, que al menos sean coherentes y nos piten así a todos. El delantero del Mallorca dispuso de otro par de opciones, sumada a un obús de Iñigo Ruiz de Galarreta, pero la suerte estaba echada... De Anoeta no se llevan puntos ni los más grandes cuando se remangan los brazos hasta los hinchas en una unión imperturbable.
Rotaciones Imanol volvió a mover el árbol con cinco cambios. El técnico oriotarra es consciente de que esta es la única forma de sobrevivir a este maratón de partidos casi seguidos, por lo que introdujo varias novedades inesperadas, sobre todo en defensa. Gorosabel, Aritz, Pacheco y Diego Rico, por el lesionado Aihen, fueron las caras nuevas en el once. Por delante, y en la variación menos esperada, Guevara sentó a Zubimendi, tras su grave error en Vigo que costó el gol de Iago Aspas. El resto, los esperados para afrontar una defensa de titanio y con cinco hombres de Javier Aguirre, de las que tantas veces se le ha atragantado a los realistas.
El partido era el típico que la máxima prioridad era romperlo con un gol a favor que perturbara el contundente entramado defensivo visitante. Con tantas reservas, lo normal es que el tanto se retrasara, pero nada más lejos de la realidad, ya que a los tres minutos Brais volvió a sacar a relucir su zurda de seda para que Merino, escandalosamente solo, cabeceara a la red.
Lo más difícil ya estaba hecho. O no. Porque la Real tiene muchos antecedentes en los que no ha sabido gestionar su ventaja tan prematura en duelos en los que partía con la vitola de claro favorito. Es más, los más agoreros ya aventuraban que lo mejor que podía pasar incluso era que los bermellones igualaran cuanto antes para ver si los nuestros podían lograr una segunda o tercera diana para llevarse el esperado triunfo.
El Mallorca no cambió su plan a pesar de estar en desventaja, aunque, pese a jugar con cinco defensas, mostró una actitud bastante ambiciosa con el balón. La mejor demostración es que poco después del primer remate de Kubo con la derecha, Ángel, que se mueve como pez en el agua por Anoeta, estrelló un balón en el larguero al recibir un gran servicio de Dani Rodríguez.
A partir de ese momento la Real dominó más, aunque sin ocasiones demasiado nítidas. Otra vez Merino no llegó a un servicio de Silva y Kubo, también con el mismo asistente, no logró superar al meta mallorquín por disparar al muñeco en una situación absolutamente ventajosa. Sorloth puso en serios aprietos al serbio cuando empezó a llover y Brais no logró anotar casi a puerta vacía por su rápida reacción.
Poco después el gallego tampoco consiguió culminar con éxito un contragolpe que partió de un córner en contra y que condujo Kubo, además de un cabezazo de Merino que se marchó alto y un disparo de Sorloth, tras recortar, que detuvo el balcánico. La Real era mejor y merecía el segundo, Remiro vivía una nueva noche tranquila, pero... Lo cierto es que nadie comió el bocadillo tranquilo en el descanso de Anoeta.
El control cambió
En la reanudación la consigna era clara, o se marcaba otro gol, o la octava corría serio peligro. Los realistas continuaron con su dominio y no tardaron en crear peligro en una pared entre Merino y Sorloth y en dos saques de esquina marca de la casa de Brais que salvó el portero.
Tras un disparo de Guevara al palo llegó el contragolpe que acabó en gol de Ndiaye, pero el colegiado lo anuló tras consultarlo en la pantalla. La jugada cambió el partido y a partir de ahí los insulares encerraron a una Real que se dejó atacar, aunque solo estuvieron cerca de igualar en un disparo lejano de Ruiz de Galarreta que, esta vez sí, repelió Remiro.
Otro 1-0, el resultado que más le gusta a esta Real a pesar de que su entrenador reniega de él. Cualquier éxito queda empañado por la muerte de otro aficionado en un momento en el que parece que solo se puede disfrutar y que no hay ningún plan que mejore que acudir a Anoeta cada pocos días. El equipo sigue avanzando con paso firme y sin mirar atrás. Su racha es de récord.