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Oihana Etxebarrieta: “Hondarribia lleva 25 años de conflicto y la situación no está para nada normalizada”

Jaizkibel está de celebración. Un cuarto de siglo ha transcurrido desde que nació en Hondarribia la compañía que defiende el Alarde paritario.
Oihana Etxebarrieta posa para este periódico

“Hay personas que inicialmente nos dieron la espalda y que actualmente desfilan con nosotras”, desvela Oihana Etxebarrieta, actual capitana de Jaizkibel, compañía que inició su andadura en 1997 con 20 integrantes y supera ya el millar en la actualidad. Este sábado celebran en Hondarribia el 25 aniversario con un programa repleto de actividades.

Cómo pasa el tiempo, 25 años ya.

¡Y tanto! Tenía diez años y, quizá, por aquel entonces no era muy consciente de lo que supuso el nacimiento de Jaizkibel Konpainia. Los primeros recuerdos, un tanto difusos, son con mi cuadrilla en la calle Mayor; y lo primero que me viene a la mente son pelotas de goma.

Han ocurrido muchas cosas en estos 25 años.

Desde luego. Recuerdo de un modo más nítido cuando Jaizkibel pasó por primera vez de manera oficial por la calle Mayor, en el año 2005. Había ido siempre con mi cuadrilla a ver el Alarde. Recuerdo el momento en el que algunas decidieron poner los plásticos negros. Una amiga y yo decidimos que no, que queríamos ver a Jaizkibel. Vivíamos muy cerca de la ikastola. Sabíamos que se había hecho un llamamiento para rodear el centro escolar y no dejar salir a las mujeres que habían ido a ensayar. Aunque nadie de mi familia estuviera por aquel entonces dentro de la compañía, sentía muy cerca toda aquella tensión.

Describe muchas situaciones, y no son precisamente agradables.

Tristemente, las de aquellos primeros años son imágenes muy negras que nos retrotraen a esa situación tan dura que se ha vivido en el pueblo. Una situación que hace que, todavía hoy, 25 años después, las mujeres no puedan participar de manera normalizada en las fiestas de su localidad. Creo que nadie quiere que el día más importante de sus fiestas se identifique con esas imágenes. Tristemente, es así. Hondarribia lleva 25 años de conflicto, que fue de mucha intensidad durante los primeros años y que poco a poco ha ido perdiendo fuerza, aunque la situación no está para nada normalizada.

¿Y no tiene recuerdos positivos?

Sí, y además lo tengo muy presente. Fue el año en que mi amiga y yo decidimos no ponernos detrás del plástico negro sino delante. Evidentemente, lo pasamos fatal. Pero siempre me acordaré de la emoción que nos trasladaba Jaizkibel desde dentro, con abrazos, besos y palabras de ánimo. Una sensación de cariño que identifico mucho con la compañía, que comenzó siendo pequeñita y que hoy en día es una gran familia.

Llegados a este punto, ¿las dos sensibilidades del Alarde son irreconciliables?

Para nada, ni podemos ni debemos pensarlo. Creo que tenemos que buscar puntos de encuentro. Hay que poner por encima de todo el amor hacia esta celebración, en la que pueda participar toda la ciudadanía. Tenemos que recuperar la fiesta, volver a hacerla del pueblo. Es un objetivo con el que coincidimos cada vez más personas. De hecho, nos estamos encontrando por el camino quienes durante estos años atrás teníamos miradas diferentes. Hay que buscar espacios de solución.

Hace tres años jóvenes del Alarde tradicional expresaron que las mujeres también tienen derecho a desfilar. ¿Se percibe otra sensibilidad en Guztion Alardea y en las nuevas generaciones?

Sin duda. Han permitido el encuentro entre personas con recorridos muy distintos. Son las personas más jóvenes las que hoy en día están viviendo con total normalidad que en la misma cuadrilla haya gente que desfila en Jaizkibel, en Txangai y Pasteleros. Una vez acabado el desfile, se reúnen y hacen la juerga juntos. Todo ello se vive con mayor naturalidad, y además es algo que las generaciones más jóvenes verbalizan, aunque todavía existan espacios segregados. Hay necesidad de cambio, y no es casualidad de Jaizkibel sea cada vez más grande y más joven.

¿Pero cuál ha sido el resultado de los procesos de mediación de estos años atrás?

En ese punto sí que nosotras somos bastantes críticas. Este mismo 8 de septiembre hicimos un llamamiento al Ayuntamiento para que liderara con fuerza este proceso. Siempre hemos dicho que hay que abrir espacios de diálogo, porque más allá de partes enfrentadas está la ciudadanía, que está demostrando que tiene capacidad y ganas de buscar un espacio de solución. Por eso echamos de menos más acción y dinamismo, sobre todo una vez pasado el 8 de septiembre. Parece que siempre reaccionamos antes, pero es necesario hacerlo después, con mayor tranquilidad. Este año la gente nos ha demostrado que quiere vivir la fiesta.

A día de hoy, ¿cuál es la relación de Jaizkibel con Alarde Fundazioa?

Ninguna. Siempre hemos dicho que estamos dispuestas a compartir espacios de mediación, pero no ha habido ningún acercamiento ni ninguna intención.

La lectura que hacen es clara: se trata de un evento de carácter privado que no discrimina en la medida en que, quienes lo organizan, tanto hombres como mujeres, defienden la configuración tradicional. ¿Qué opina?

Que la tradición es una palabra que en boca de algunos toma forma de inmovilismo, cuando las tradiciones nunca han sido inmóviles. Para poder continuar a lo largo del tiempo, han necesitado de adaptación a las sociedades actuales. De hecho, el Alarde de hoy en día no tiene nada que ver (trajes, música, compañías) con el que se celebraba en origen. Nosotras también estamos a favor de la tradición. También estamos a favor de nuestro bien inmaterial, pero creemos que adaptarlo a los nuevos tiempos no solo no va en contra sino que lo fortalece y enriquece. Es algo que se ha visto, por ejemplo, con los bailes tradicionales.

Cuentan cada vez con mayor respaldo. La compañía mixta desfiló por primera vez en 1997, con la participación de 20 personas, y hoy son ya más de un millar. ¿Se siente fuertes?

Es obvio que tenemos cada vez más respaldo. Hay personas que en su día nos dieron la espalda y que actualmente son miembros de la compañía. Hay personas que antes no nos querían ver desfilar y que ahora se quedan a vernos y nos aplauden. En 2022 no ha habido un solo espacio en el que no hubiera aplausos a nuestro paso, algo impensable años atrás. 

22/10/2022