Tras once meses de prisión que Pablo González suma en Polonia, Oihana Goiriena, madre de sus hijos, tiene la vista puesta en la nueva revisión del caso que se celebrará poco antes de que se cumpla un año de la detención del periodista, acusado de espionaje. De momento, llevan 4 intentos infructuosos para que no se prorrogase la prisión provisional. El último, el pasado 10 de enero, denegado, relata, sobre todo bajo “el argumento de que podía obstaculizar la investigación”. Goiriena muestra esperanza de que el panorama se vaya despejando poco a poco. “Los abogados me trasladan confianza, me dicen que irá bien, pero también que tenga mucha paciencia porque va para largo. Yo entiendo que en febrero, igual, todavía, no tendremos esas noticias que esperamos”.
¿Cómo está Pablo? ¿Cuáles son las últimas noticias que tiene de él?
Las últimas noticias más o menos directas son de la semana pasada. Le visitó el cónsul, por octava o novena vez, y lo vio bien, no ha cambiado su estado desde que yo le visité el 21 de noviembre, y las condiciones prácticamente se mantienen, salvo la de la calefacción, que cuando yo estuve no había, y ya era invierno en Polonia, los termómetros habían caído bajo cero y estaba nevando. En los últimos días, con la presión de los abogados y demás, le han puesto una calefacción. En ese sentido, pues bueno, ha mejorado, algo, su situación.
El 21 de noviembre fue el único día en que pudo visitarle. Anteriormente, el contacto había sido mínimo y al principio, nulo.
Las primeras 48 horas tras su detención estuvo totalmente incomunicado. De hecho, no sabíamos con certeza ni dónde estaba. Después la comunicación fue vía cónsul y por carta. El primer mes, ni siquiera dispuso de defensa legal, tuvo una abogada de oficio que renunció y no supimos nada de él hasta que lo visitó el cónsul el 8 de marzo por primera vez. Pudimos constatar que estaba físicamente bien, que no había recibido ningún trato malo, que digamos. A partir de ahí, hasta la siguiente visita, el 1 de abril, nada; ni cartas ni ninguna noticia. Desde entonces tiene un abogado particular, y a través de él sí que hemos recibido alguna noticia, pero directas suyas han sido por carta, de su puño y letra, a partir del 31 de mayo, que fue cuando recibí la primera.
El abogado es Gonzalo Boye.
Es su abogado de confianza, el que designó antes de que le detuvieran, pero Gonzalo todavía no ha podido estar con él. Aún no le han dado permiso para visitarle ni hablar con él.
Sus hijos tampoco han podido hablar aún con su padre.
Eso es. Llevan 11 meses en los que ni han visto ni han oído a su padre.
Tienen 15, 10 y 7 años. ¿Cómo se lleva eso?
Bueno, con mucha psicología y mucha ayuda familiar. Psicología de la mía, no les llevo a gabinetes psicológicos. Con mano izquierda y esa ayuda, tirando de hermanas, padres, y de todo lo que tengo alrededor. Intentando explicarles lo mejor posible cuál es la situación. Tratando de darles esperanza. Ellos preguntan mucho por su padre, por cómo está, no entienden por qué no pueden hablar con él; si móviles tiene, dice el pequeño. Intento explicarles que no se lo permiten, que ya llegará, que pronto saldrá, que hablarán con él, que lo podrán abrazar. Y así. Suave, suave.
Con esas tres edades, me imagino que a cada uno le tendrá que dar una atención muy diferente. Eso lo complicará aún más.
Sí. El mayor no dice nada, no exterioriza nada. Está en una edad ya de por sí difícil. El mediano tampoco exterioriza. El pequeño es el que más sensible se muestra, el que más pregunta, el que más llora; y sí, a cada uno hay que darle su espacio y sus explicaciones particulares.
A Pablo le detuvieron en la localidad polaca de Przemysl.
Sí, fronteriza entre Polonia y Ucrania. Ahí es donde estuvo dando la noticia de la llegada de los refugiados ucranianos. Le llevaron a la cárcel de Rzeszów, muy cerca de Przemysl. Allí estuvo un mes. Luego lo trasladaron a la cárcel de Radom, donde está ahora, a una hora tanto de Varsovia como de Lublin, la ciudad en la que radica la Fiscalía que lleva su caso.
Usted en su visita le trasladó la atención que recibe el caso, procurando restarle la sensación de desamparo tras tanto aislamiento.
A través de las cartas a él le llega eco de lo que se está moviendo aquí, pero no es lo mismo que decirle en persona que en el pueblo, Nabarniz, o en Elantxobe, donde solíamos pasar el verano, casi no puedo caminar sin que me paren. Eso le animó muchísimo, saber que no está solo, que hay mucha gente preocupada por él, y que su caso causa preocupación y sorpresa, por el nivel de secretismo que hay.
¿Cuál es su régimen penitenciario?
Está en un módulo de máxima seguridad, catalogado como preso peligroso. Está solo en una celda, bastante pequeña por lo que dice, con una ventana opaca; no puede ver el exterior ni se puede abrir. Tiene una hora al día para salir a un patio pequeñito, de 7x4, y sale solo. No comparte patio con ningún otro preso y no tiene contacto con nadie, salvo con los funcionarios de la cárcel, el cónsul cuando le visita y sus abogados. Él dice que tampoco puede aprovechar la hora de patio, porque el frío es tan elevado que ni con toda la ropa que le han dado puede salir. Esas son sus condiciones.
Psicológicamente...
Es lo que peor ha llevado. Dice que la comida es escasa, y tiene que comprar suplementos en el economato, pero ni el hambre ni el frío le pesan tanto como la incomunicación. Lleva muy mal no poder hablar sobre todo con sus hijos, tras 11 meses sin oír su voz. En estas edades además, en un año crecen mucho, les pasan muchas cosas y no poder comentarlas con ellos le está afectando bastante.
Pablo nació en Moscú. Es nieto de un niño de la guerra, y su padre vive en esta ciudad.
Eso es. Su abuelo fue un niño de la guerra, que creció en Moscú, se casó, y allí nació la madre de Pablo, medio rusa, medio española, que se casó con el padre, que es ruso. Los padres se divorciaron, y cuando Pablo tenía 9 años, la madre vino aquí con él, y le mantuvo el pasaporte y la nacionalidad rusas, pero obtuvo también la española, y por eso tiene dos pasaportes, que es lo que generó en un principio confusión, cuando salió el ministro de Asuntos Exteriores polaco diciendo que le habían cogido con dos identidades distintas. No lo son, es la misma, la misma persona, lo que pasa que tiene de nacimiento un nombre y apellido rusos, y al venir aquí su madre se los adaptó al español. El nombre pasó se ser de Pavel a Pablo, y le puso sus apellidos por parte materna, para facilitar la integración.
Él es periodista freelance.
Sí. En ese momento estaba cubriendo la llegada de refugiados ucranianos, porque parece ser que Przemysl tiene una estación de tren bastante grande, y por ahí estaban llegando muchos refugiados.
Estaba trabajando para distintos medios.
Sí, siendo freelance él intentaba vender a más de un medio. Estaba trabajando para La Sexta, Público, Gara, y me han llamado un montón de medios para decirme que también colaboraba allí, como Voice of America, Efe, Deutsche Welle... No sé exactamente en aquel momento para cuántos estaba trabajando, pero siempre intentaba abarcar bastantes.
Usted dice que esto es una metedura de pata y no saben cómo sacarla.
Eso es lo que pensamos, porque cuando lo detuvieron dijeron que tenían pruebas irrefutables que sostenían su acusación; que lo habían pillado con dos pasaportes, con una tarjeta de crédito rusa, o que recibía dinero desde Rusia. Eso lo aclaramos, porque tiene dos pasaportes. Explicamos también que su padre le envía dinero; es una forma de ayudar a los nietos. También dijeron que se valía de su condición de periodista para viajar por países, sobre todo a zonas de conflicto. Eso no lo hemos rebatido, es así, va con la profesión, pienso yo. Después de explicar todo esto, ya se callaron. Entonces pensamos que metieron la pata y ahora no saben cómo arreglarlo. Y total, como a Polonia nadie la está presionando, yo creo que se sienten cómodos. No ven ninguna presión ni europea ni mucha por parte de España, pues están tranquilos.
¿Antes de su detención le habían expulsado de Ucrania?
Bueno, le invitaron a marcharse, no fue oficial. Él estaba allí en los días previos al inicio de la guerra, haciendo directos con La Sexta. Se ve que en un momento dado estaban él y el cámara esperando a entrar para una conexión, había detrás unos militares haciendo unos movimientos, y no les hizo gracia que estuviera una cámara enfocando quieta. Le pidieron el pasaporte, el móvil y demás, y le llamaron al cabo de unas horas de Kiev, desde la oficina de los Servicios de Inteligencia ucranianos, y le dijeron que se presentara allí. Fue, y lo retuvieron durante tres horas. Creo que le interrogaron, le cogieron el pasaporte, las tarjetas de crédito, las tarjetas del móvil y demás, le dijeron que estaba informando con un perfil prorruso, y le invitaron a marcharse. Él se puso en contacto con la embajada española en Ucrania, y le dijeron que no había nada oficial, y que valorara lo que quería hacer. Y él, como tenía un contrato con La Sexta, valoró quedarse y se quedó. Estuvo 4 días más.
Pero la detención fue en Polonia.
Sí, estando él en Ucrania vino aquí el CNI, a los cuatro días.
Por ese tema le quería preguntar. Es llamativa esa visita. ¿Qué día se produjo?
El 8 de febrero.
Una vez que había sido invitado a salir de Ucrania.
Sí, ya le habían dicho que se fuera, él no hizo caso, se quedó, y vino el CNI. Fue cuando el abogado le dijo: Si el CNI te busca, preséntate a ver que quiere. Y vino, pero el CNI no se volvió a presentar.
El CNI estuvo entonces con usted.
Sí, él estaba en Ucrania todavía.
¿Y qué quería el CNI?
Pues no lo sé, porque no me pidieron nada. Vinieron en principio a hablar, amablemente. No fue un interrogatorio, no entraron en casa, no revisaron nada. Me dijeron básicamente todo lo que sabían de nosotros, principalmente de él. Sabían que también tenía pasaporte ruso, que su padre vive en Moscú, que él suele visitarlo; que su madre vive en Catalunya, que también suele visitarla; qué estudios tiene, a qué países ha viajado... cosas así.
¿Dónde fue esa conversación?
Delante de casa. Vivimos en un caserío.
¿Y usted les preguntó por el objeto de esa demostración de información?
No, yo me limité a escuchar, a abrir los ojos y a responder las pocas preguntas que me hicieron. Yo a ellos preguntar no les pregunté nada. No se me pasó por la cabeza preguntar nada.
Desde entonces hasta la detención, pasaron 20 días.
Él vino al poco. Le avisamos y llegó, y el 24 de febrero, cuando Rusia invadió Ucrania, dijo: La Sexta me quiere ahí y me voy. Y el 24 se fue a Polonia. Y lo detuvieron la madrugada del 28.
Llama la atención que en este tiempo la actitud del Gobierno español haya transmitido un grado notable de indolencia. Habrá quien piense que es porque algo debe de haber.
Sí, supongo que mucha gente lo piensa. Pero desde la familia lo que reclamamos es un respeto a sus derechos mínimos y básicos: la comunicación directa con nosotros, derecho a visitas, derecho a que su abogado esté con él, y un juicio; que no se prolongue la prisión provisional sine die. Que le pongan fecha de juicio ya, sobre todo si tienen como dicen pruebas irrefutables. Pues que las pongan encima de la mesa y que lo lleven a juicio y demuestren sus acusaciones. Lo que pedimos es eso. Y lo que nos gustaría que el Gobierno español exigiera a Polonia es solo eso. No pedimos que hagan de abogado defensor, eso ya lo harán sus abogados. Por eso nos duele la actitud del Gobierno de España, porque consideramos que lo que estamos pidiendo no es ni ilegal, ni irracional, ni que se exceda de lo que un país pueda pedir a otro ante un ciudadano encarcelado allí. Más allá de que el Gobierno español pueda pensar lo que piense, que es libre de hacerlo, no sé qué le va en no exigir este mínimo a Polonia. El ministro de Asuntos Exteriores español se ha reunido con su homólogo polaco, y de esas reuniones solamente tengo la constancia de que las ha habido. Yo también agradecería, como mujer y como madre de los hijos, una llamada diciendo: pues mire, señora, he estado con este, me ha trasladado esto, y esto es lo que vamos a hacer. No sé, una comunicación mínima.
¿La única interlocución que ha tenido es con el consulado, o ha habido información desde el Ministerio?
Con el consulado. Con el Ministerio nada, nunca.
El Gobierno Vasco ha reclamado esa celebración de un juicio justo. ¿Le piden más presión, que incida en el Gobierno español?
Sí, nos gustaría si pudieran hacerlo. Desde la Secretaría de Asuntos Exteriores del Gobierno Vasco han estado en contacto conmigo desde el principio, lo mismo que el cónsul. Ellos a nivel diplomático sé que están haciendo lo que pueden, bueno, eso me trasladan. También me comentan que no tienen muchas competencias, o que tienen las manos bastante atadas, pero que lo que pueden hacer lo están haciendo; que tampoco me pueden decir qué es. Desde las instituciones vascas se han firmado declaraciones, tanto en el Parlamento navarro, Parlamento Vasco, Juntas Generales de Bizkaia, y el Gobierno Vasco también. Y a nivel máximo Iñigo Urkullu sí que se ha reunido dos veces con Pedro Sánchez, y le ha pedido que interceda. Si pueden hacer más que eso, sí que me gustaría que lo hicieran, pero no sé si pueden.
¿Han hablado con alguien del PSOE?
No.