La casa de cultura de Okondo va a albergar a las 18.30 horas del próximo lunes una reunión participativa en la que se va a presentar una actuación de puesta en valor de un potro de herraje (perratoki) y una ericera (kirikiñausi/kortina). Es decir, dos elementos de interés antropológico y de patrimonio etnográfico, de los que dará buena cuenta el etnógrafo y miembro de la Sociedad de Ciencias Aranzadi Iñaki García Uribe.
“Estoy emocionado, la verdad, de que este pequeño Ayuntamiento alavés haya decidido, y con acierto, reproducir estos dos elementos. Aún no me lo creo. ¿A quién se le ocurre, en el siglo XXI, reproducir un guarda castañas en el pueblo para que sea público y para que los niños y niñas jueguen e interactúen en él; lo mismo que un potro de herraje”, reconoce García Uribe, que lleva toda una vida dedicada, de forma altruista, al estudio del patrimonio que esconden los montes, sobre todo en el área del Gorbeia.
De hecho, en lo que a ericeras se refiere, lo lleva intentando “muchas veces” con el municipio vizcaíno de Orozko, dado que allí celebran cada año el Gaztain Eguna y dado que cuentan con prácticamente la mitad de los kirikiñausi que se han conservado hasta nuestros días en suelo vasco, “sobre todo, los gigantes, que economizaban al pueblo en el siglo XVIII”, señala. Pero “ha sido imposible, y mira tu por donde éstos de Okondo me han tomado la palabra y lo van a hacer, porque han conseguido financiación a través del programa de veredas de la Diputación Foral de Álava y, con un poco de suerte, haremos las dos cosas en enero”, avanza a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA, García Uribe.
Municipio pionero
En concreto, los potros de herraje o perratoki –de los que conservan uno en el Museo Etnográfico de Artziniega– servían no solo para cambiar las herraduras de los animales, también en el caso de que hubiera que aplicarles algún tratamiento médico. Se construían en madera. En la parte frontal había un yugo donde se amarraba la cabeza de la res. Luego, por un sistema de rodillos y correas se suspendía al animal en el aire, inmovilizándolo. El potro de herraje se usaba con vacas, bueyes y caballos. El herrero utilizaba el martillo, las tenazas, el pujavante y los clavos. El pujavante era una especie de espátula alargada y plana. Con este instrumento se limpiaba el casco del animal dejándolo liso para colocar correctamente la herradura. Mientras los caballos llevaban cuatro herraduras, el ganado vacuno llevaba ocho, dos en cada pata. Estos potros de herraje estuvieron en uso hasta la década de los sesenta del siglo XX. Dejaron de ser necesarios cuando disminuyó la cabaña bovina y su función como animal de tiro fue sustituida por los tractores.
Potros de herraje
“Potros de herraje hay bastantes en muchos sitios, pero musealizados, tanto en interior de museos como en la calle; pero que yo sepa en todo el Estado español no hay ni una ericera pública. Sí hay una en Balboa (León), el pueblo de las castañas de España, y dentro de un espacio museístico, pero no existe ninguna puesta en valor. Okondo va a ser pionero en ello”, aporta el etnógrafo.
Y es que Okondo, aunque en menor medida que Orozko, también atesora en sus montes, y catalogadas, en torno a un medio centenar de estas construcciones, que en la zona ayalesa de Luiaondo, Amurrio, Laudio, Okondo y Artziniega, eran conocidas como kortinas. Se trata de cercos de piedra sobre piedra, sin argamasa alguna, que se utilizaban antaño como almacenes en el bosque para conservar las castañas con su erizo y evitar que los animales silvestres se las comieran.
110 en Euskadi
“En Euskadi hay inventariados 110 kirikiño-hesi, y 43 de ellos están en los bosques de Gorbeia. El más bonito para mí es uno del barrio Orortegi de Baranbio, que tiene 4,5 metros de diámetro, 1,5 metros de altura y 24 metros cúbicos de volumen, pero los hay de muy diversos tamaños. Los hacían con un grosor de tres palmos para que no accedieran los animales salvajes, y ninguno tenía tejado porque las castañas se guardaban hasta tener un punto de fermentación que facilitaba su traslado al carro. Una labor de la que se encargaban las mujeres y los niños haciendo uso de unas tenazas y canastos, que se elaboraban también con madera de castaño”, informa el etnógrafo. l
‘Derramado’
Vareado especial de la castaña
lll Etnografía. Del vareado de este fruto para que cayera del árbol –o derramado, como se dice en Ayala– se encargaban hombres, pero no autóctonos. “Los de Ayala y Orozko eran hidalgos porque, aunque pobres, tenían caserío, así que se contrataba a vecinos del burgalés Valle de Mena durante varias semanas de octubre a noviembre, y al final de la temporada se hacía una gran fiesta que hoy se sigue rememorando, el último domingo de octubre”, matiza el etnógrafo, en referencia al ya citado Gaztain Eguna de Orozko.