Eran las 17.30 horas, pero una multitud expectante ya se había congregado en la Plaza Moyua para recibir a Olentzero y Mari Domingi, la pareja de carboneros más popular entre los niños y niñas de Bilbao. Todos ellos ardían en deseos de volver a recibirles en su ciudad después de dos navidades atípicas. Y es que, en las dos últimas, los regalos que encontraron bajo sus árboles de pascua fueron la única pista de su paso por la Villa. Las restricciones de aforo, necesarias para frenar la expansión del coronavirus, no dieron lugar a recepciones ni desfiles como el que se celebró ayer por la tarde.
“¡Ama!, ¡mira!, ahí llegan”, exclamó, nervioso y emocionado, un niño. En ese instante el carbonero y la baserritarra se asomaron desde el balcón del hotel Carlton, anunciando de esta manera su llegada a la capital vizcaina. Eran, exactamente, las 18.00 horas. El sol ya había desaparecido por el occidente de la ciudad, aunque a nadie le importó. La luz, la música y la magia sustituyeron al calor que proyecta el astro rey, las navidades habían comenzado.
El primer desfile tras el covid
El séquito de los reyes de las fiestas navideñas en Euskadi comenzó a circunvalar la Plaza Moyua. Una lamia, montada en una estructura metálica manejada por un duendecillo, saludaba efusivamente a los cientos de miles de txikis que llevaban cerca de una hora congregados en el lugar. Entre ellos, los sobrinos de Raquel. “Algunos están viendo a Olentzero por primera vez. Los más pequeños tienen tres años”, explicó la mujer, que lucía una chaquetilla de lana en la que figuraban los escudos de las siete provincias.
Ambiente festivo
A escasos metros de la familia de esta bilbaina, Maite observaba con asombro cómo los galtzagorris – pequeños duencecillos, ayudantes de Olentzero y Mari Domingi – recorrían la plaza. “Teníamos muchas ganas de volver a la kalejira navideña”, afirmó Eztizen , su madre. Destacó, además, el espíritu festivo que impregnaba todo el ambiente y la cantidad de gente que había. “Muchísima más de la que esperábamos”, aseguró.
Criaturas fantásticas
Minutos después Olentzero, montado sobre un caballo rampante; Mari Domingi, que se situaba cerca de él, y el séquito formado por criaturas de los bosques dejó la plaza para internarse en la Gran Vía. El incesante repiqueteo de los Joandunak abría la comitiva. El sonido de sus cencerros botando anunció a los y las bilbainas congregadas en la principal arteria comercial de la Villa la llegada de el carbonero. Inducía, también, a todos los pequeños que allí se encontraban a un estado de éxtasis. “¡Ya viene!, ¡ya viene!”, vociferaba una pequeña mientras saltaba, nerviosa.
Un Olentzero en éxtasis
El séquito pagano recorrió la Gran Vía con rapidez. A las 18.39 horas, apenas cuarenta minutos después de su salida, ya estaba bajando la Calle Navarra, rumbo al Teatro Arriaga. En las escaleras que dan acceso a la plazoleta en la que se sitúa el edificio neobarroco, un centenar de personas aguardaba, paciente, la llegada del carbonero. Muchos miraban con atención la enorme pantalla en la se transmitía en tiempo real el recorrido del desfile. Cuando llegó Olentzero, no obstante, todos se levantaron para evocar una senda ovación al unísono.
El desfile, al detalle
‘Ipurtargiak’
nuevos personajes. En esta edición de la kalejira navideña Olentzero y su comitiva fueron guiados por tres luciérnagas que marcaron el recorrido con su luz.
El recorrido
de mouya al arriaga. A las 18.00 horas, el carbonero, Mari Domingi y su séquito dieron la vuelta a la plaza elíptica. Después, tomaron la Gran Vía, llegaron a la Plaza Circular y bajaron al Arriaga por la Calle Navarra.
El séquito
mitología vasca. En todo el recorrido la pareja más navideña estuvo acompañada de un extenso séquito formado por una lamia, los galtzagorris y varios zanpantzarrak.