La vieja Turiaso, hoy Tarazona, tuvo un papel protagonista durante toda la Edad Media peninsular, gracias a una privilegiada ubicación geográfica que le dio a veces poder, a veces guerra, y siempre mucha riqueza cultural precisamente por ser punto de encuentro entre reinos y culturas.
Una rápida mirada a su historia nos permite ver claro esta fusión: en el siglo V, cabeza de diócesis; en el VI, una de las fortalezas más importantes del estado visigodo; después, cuatro siglos de dominio musulmán, en los que se convivió pacíficamente con la comunidad mozárabe; en el siglo XII, enclave estratégico de la Corona de Aragón y en el XIV llave del reino por su influencia en territorios de los reinos de Aragón, Castilla y Navarra.
Todas y cada una de estas etapas dejaron su huella en Tarazona, dibujando en pleno siglo XXI una preciosa ciudad de cuento de 11.000 habitantes en la que conviven las evidencias hispanovisigodas y mozárabes con el románico, el gótico y el Renacimiento posterior. Y el mudéjar, la única manifestación artística surgida como ejemplo de convivencia entre diferentes culturas en un mismo lugar y que es Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Una ciudad que hay que recorrer para disfrutar de un pasado que no desparece. Estas son once paradas imprescindibles que resumen la ajetreada historia medieval turiasonense, sus culturas y estilos constructivos.
Por la margen izquierda del río Queiles
Empezando el recorrido en la margen izquierda del río Queiles y remontando su curso, el punto de partida puede ser la iglesia de Nuestra Señora de la Merced. Este antiguo convento de los frailes mercedarios es del siglo XV, aunque esta orden religiosa llegó a Tarazona un siglo antes. Se dedicaban a recaudar limosnas con las que sufragar la liberación de prisioneros cristianos en tierras musulmanas. El Obispado les cedió parte del solar de la vieja parroquia de Santa Cruz del Rebate, desaparecida durante la Guerra de los Dos Pedros, en el que levantaron un pequeño templo que alcanzó gran importancia en la vida de los habitantes de la ciudad.
Durante muchos años la judería fue uno de los barrios más señalados de Tarazona. A sus caracteristicas naturales se une se el mejor lugar para admirar las Casas Colgadas, otra de las bonitas singularidades de Tarazona. Se trata de una serie de edificaciones construidas en saledizo para ganar terreno al recinto amurallado. En ellas residían familias de la nobleza.
Muy cerca aparece el Palacio Episcopal, con su peculiar fachada volada hacia el río, es sin duda una de las estampas más reconocibles de Tarazona. Antigua fortaleza musulmana y castillo medieval, el Palacio Episcopal pasó a ser después un magnífico palacio renacentista con grandes exponentes de ese estilo.
Prácticamente pegada se encuentra la iglesia de Santa María Magdalena. Este templo fue una importante iglesia en tiempos de los visigodos, pero con la llegada de los árabes se convirtió en mezquita, función que tuvo hasta el siglo XII, cuando tras la conquista de Tarazona por Alfonso el Batallador volvió a ser cristianizada y la preferida de la nobleza local. En ella se celebraron Cortes del Reino, en su puerta se verificaban las subastas oficiales y en su plaza se reunía el Concejo Municipal. Reconstruida tras la Guerra de los Dos Pedros, a mediados del siglo XIV, los elementos constructivos más antiguos conservados son románicos.
San Atilano es el patrón de Tarazona. Nació en esta localidad en el año 939, en el seno de una familia noble. Llegó a ser obispo de Zamora. En el lugar donde estuvo su casa natal se erigió en 1744 una ermita en su honor. Es la iglesia de San Atilano. Restaurada en 1920 y reedificada su cúpula en 1956, finalmente fue desacralizada en 1980 y convertida en 2006 en el Espacio Cultural San Atilano, que alberga actualmente una exposición sobre el patrimonio inmaterial que recopila las tradiciones de origen medieval y las leyendas de amor y guerra de esa misma época.
Los ires y venires del enfrentamiento entre cristianos y musulmanes se puede ver también en la iglesia de San Miguel Arcángel, que fue construida originalmente como mezquita por los musulmanes y cuando en el siglo XIII se asentaron definitivamente los cristianos como dominadores de la ciudad se reconvirtió en templo cristiano.
Como ciudad de frontera que fue y estratégico enclave para los diferentes reinos, durante la Edad Media Tarazona contaba con un importante sistema defensivo, con murallas en cada uno de los barrios y una muralla exterior que incluía el casco urbano y zonas sin edificar. De ellas se conservan algunos lienzos de muros y dos torreones. Junto a la plaza Laguna se pueden ver alguno de estos restos de piedra, al igual que los que rodean parte del barrio judío.
Por la margen derecha del río Queiles
Bajando por la calle Crucifijo en dirección a la orilla del río Queiles se llega al antiguo humilladero que le da nombre. A partir del siglo XIV, en las encrucijadas de los caminos reales del reino de Aragón se colocaban cruces para conmemorar fechas, acontecimientos o como simples testimonios religiosos para fomentar la piedad y la confianza a la Divina Providencia de los viajeros. Algunas de ellas, como ésta, se protegían con templetes y se convirtieron en lugares de ajusticiamientos públicos.
Buscando el puente de la bajada a Pradiel por el que cruzar el río Queiles se pasa por la ermita de San Juan Bautista, Los elementos constructivos más antiguos conservados parecen del siglo XVII, se sabe que esta ermita ya existía en época medieval y fue siempre propiedad particular hasta que en 1973 fue donada al Ayuntamiento. Este pequeño edificio excavado en la roca se encuentra al lado del llamado Ojo de San Juan, el nacedero de un manantial.