SE acerca el pelotón y crece el nerviosismo. La ciudad está dividida entre los que aguardan el gran evento mundial y los que buscan dónde esconderse estos días. Y a uno le viene a la memoría el paso meteórico del pelotón durante las etapas de la Vuelta a España. Ves en la televisión que está llegando y cuando bajas al portal pasa el coche escoba. La serpiente pasa a una velocidad endiablada, levantando polvo como la caravana de Míster Marshall en el célebre filme berlanguiano, término aceptado por la RAE que cobra vigor, por cierto, en el ciclo político actual.
Ya se sabe que el paso del Tour por Euskadi es oro molido, de otra forma no estaríamos metidos en este laberinto de calles y carreteras cortadas. Así que en esta ocasión no hay riesgo de que los que tienen el dinero pasen de largo como ocurrió en Villar del Río.
Los franceses son de otra pasta, nada que ver con los estadounidenses que o no paran el coche o aparcan frente a un McDonalds. Todo empieza a cobrar sentido. Hoteles que ofrecen una experiencia exclusiva a 3.400 euros la suite, bares que hacen acopio de bebidas porque se espera la llegada masiva de sedientos, comercios que confían en que la Grand Boucle traiga parte del savoir faire francés para la alta costura... Hasta el Guggenheim se ha puesto en modo Tour. Y, vaya, que se está poniendo Bilbao en el mapa de una forma sin precedentes, a pesar de que pensábamos que no se podía ir más lejos por ese lado.
Dicen que toca sufrir unos días por las restricciones del tráfico y las barreras que se encontrarán los peatones. Pero igual no es para tanto y basta con dejar el coche en casa y pasear por las zonas por donde no pasa la caravana de nuestro cher monsieur Marshall.