Se ha colocado en el mapa mediático en los últimos meses. Muchos habrán escuchado la historia de las monjas clarisas de Orduña y Belorado que allá por mayo decidieron abandonar la Iglesia Católica y todo lo que ha ido sucediendo después. Pero en esta ocasión les proponemos recorrer este rincón para conocer sus curiosidades y lugares más emblemáticos más allá de los titulares.
La principal curiosidad es por supuesto su localización. Situada como un oasis vizcaino en territorio alavés, próxima a su vez a la provincia de Burgos y erigida como el único exclave de su propio territorio, los vestigios de la era medieval aún se intuyen en algunas de sus edificaciones y calles. Y no es para menos, pues fundada en 1229 como villa, en la actualidad podemos afirmar que es la única localidad vizcaina con título de ciudad. Su escudo, emblemático donde los haya, tiene además un mensaje muy claro: “Etiam si oportuerit me mori tecum non te negabo” (“Aunque tenga que morir por ti, no te negaré”), que desde el consistorio urduñarra explican que manifiesta el sentimiento de pertenencia al viejo Señorío de Bizkaia, a pesar de la separación geográfica.
Callejear por esta histórica ciudad es una oportunidad ideal, en definitiva, de empaparnos de la historia de este hermoso territorio, donde la naturaleza -con Sierra Salvada alzándose en todo su esplendor y el imponente salto del Nervión- juega un papel imprescindible.
Nuestra primera parada en el itinerario será por supuesto su plaza de Los Fueros, donde tendremos la oportunidad de descubrir varios edificios de fuerte carga histórica. Es el caso de la iglesia de la Sagrada Familia -esta sí terminada-, un edificio barroco vinculado a los jesuítas con retablos de lo más reseñables. En ese mismo espacio también destaca la casa consistorial, de la que cabe mencionar su doble origen. Y es que su construcción original data de finales del siglo XVI, pero se encuentra adosada a una de las torres que discurrían por las murallas. Así, podemos descubrirnos observando una increíble torre palacio.
La Aduana
Pero no es la única construcción de esta plaza de Los Fueros. En sus soportales muchas veces podemos disfrutar de ferias y mercados, mientras nos maravillamos con la conocida como La Aduana. Como toda ciudad fronteriza, en este edificio de estilo neoclásico se registraron, durante un breve lapso de tiempo -apenas cinco años entre 1787 y 1792- las mercancías. En la actualidad es el conocido hotel balneario Orduña Plaza, donde los visitantes aprovechan para descansar, reponer fuerzas y disfrutar de una jornada -o varias- de relax.
Nos alejamos del centro de la ciudad, no sin antes pasarnos por el museo Orduña Hiria, ubicado en la plaza Andra Mari y donde descubriremos los principales gremios representativos del municipio, y ponemos rumbo al Santuario de La Antigua, cuya fundación no está exenta de leyendas y misticismo. Al fin y al cabo, fue un pastor el que al parecer encontró milagrosamente una imagen de la Virgen entre las ramas de una morera al pie del monte Txarlazo, a donde nos dirigimos a continuación.
Txarlazo
Y es que en este lugar encontraremos el monumento del Txarlazo (a algo más de 900 metros de altura), del que se han cumplido hace poco cien años de vida. Construido en hormigón armado, rinde homenaje a Nuestra Señora de La Antigua y algo de lo más curioso es que puede verse desde distintos puntos del Valle de Ayala. Para subir hasta allí hay que acercarse al puerto de Orduña y hacer la ascensión desde ahí.
Terminamos, como no podía ser de otra manera, acercándonos a dos de las atracciones naturales más conocidas de la zona, los anteriormente mencionados Sierra Salvada y el Salto del Nervión. Parte de la primera es el Txarlazo, monte al que acompañan Txolope, Solaiera, Bedarbide, Iturrigorri, Ungino y Eskutxi, donde la flora y la fauna crecen y viven en auténtica libertad. También es típico su bollo, una cascada de nubes que, mullida y esponjosa, cubre buena parte del paisaje y ofrece una fotografía muy distinta de la habitual. En esta sierra es famosa también la cascada de agua conocida como el Salto del Nervión; de sobra conocido es este auténtico espectáculo al que es aconsejable acercarse en invierno o primavera para disfrutar de él en todo su esplendor.