Cuando acabe La Blanca, como siempre, ahí estará Ortzai. El miércoles 10 comenzará la duodécima edición del ciclo Los Clásicos del Verano, y hasta el 31 de agosto, por lo menos, cada día la compañía gasteiztarra se encontrará con el público en su escenario de la calle Pintorería. Esta vez, el grupo fundado y dirigido por Iker Ortiz de Zárate mira, con sus propios ojos, al Tartufo de Molière, uniéndose así a la conmemoración del 400 aniversario del nacimiento del actor, dramaturgo y poeta Jean-Baptiste Poquelin.
Cuando las restricciones por la pandemia permitieron volver a los escenarios, en junio de 2020, Ortzai fue el primer grupo en actuar en un espacio cerrado. Así, adaptándose a las circunstancias, se han vivido dos años en los que el grupo ha querido, en este ciclo estival, apostar por comedias muy directas, de gag fácil, obras con las que hacer que la carcajada fuera sonora, continua y sencilla de alcanzar, que no simple. Pero en esta ocasión, pasado por lo menos en parte el chaparrón, se vuelve a optar por un texto de carácter humorístico, pero también con una parte “más oscura”, como explica Ortiz de Zárate.
Aún respetando la esencia del argumento, “lo hemos querido traer a nuestro tiempo, situando la acción en el siglo XX, y también a nuestra zona geográfica”, explica el creador vitoriano en torno a esta comedia en la que se presenta la hipocresía vestida de dignidad. “Molière era un autor punzante, que tuvo que lidiar y mucho con la censura, y nosotros queremos que, más allá de las risas, el público de hoy sienta eso”. De ahí ese acercamiento temporal y geográfico, más allá de que se respeten todos los personajes y la trama.
De hecho, Ortiz de Zárate reconoce que la mayor dificultad en este caso a la hora de afrontar la propuesta ha sido “saber entender esa ambigüedad que tiene esta obra, que sí, es comedia, pero no solo”. Al fin y al cabo, tanto cuando fue escrita como hoy, sigue habiendo personas que se otorgan valores, sean religiosos o de otro tipo, que esconden deseos y acciones que solo responden al deseo de poder y posesión.
De todas formas, son cuestiones, estas y otras relacionadas por ejemplo con el final, que quedan a la espera de ser descubiertas por todas aquellas personas que del 10 al 31 de agosto acudan a Ortzai. Dependiendo los días, las representaciones se realizarán bien a las 19.00 bien a las 20.00 horas, estando las entradas ya disponibles. Así, el grupo se mantendrá fiel a la apuesta que hizo hace más de una década para que Vitoria no fuera un desierto escénico a lo largo de agosto tras los días festivos.
Con todo, no va a ser esta propuesta la única aportación de Ortzai a este 400 aniversario. Es más, la primera cita ya se produjo el pasado mayo en forma de taller. El curso lo ofreció el director y profesor teatral Luis Blat, que compartió con los asistentes diferentes reflexiones y técnicas en torno a Molière y su teatro. Esta misma dinámica se seguirá, seguramente en otoño, con Rose Martine, que regresará a la capital alavesa donde, en 2019, realizó prácticas como asistente a la dirección en la compañía vitoriana. Hoy, gracias a un trabajo par la Comédie-Française, su labor está siendo reconocida en Francia.
De su mano, se producirá un nuevo curso, aunque está previsto que también se proponga al público en general una conferencia para profundizar en la figura de un autor al que “se le suele identificar mucho con el uso de clichés, aunque yo creo que detrás de todo lo que hacía, en realidad, había una gran amargura”, sobre todo ante los vicios de su tiempo, que en poco o nada han cambiado en la actualidad. Desde la base del uso de la risa para la reflexión y el aprendizaje, fue un creador “universal y tremendamente actual” que Ortzai quiere homenajear sumándose a las actividades que se están desarrollando en muchos países en torno a su figura.