La historia del Chimy Ávila y de Ez Abde está llena de similitudes hasta llegar a Osasuna. Ambos con una infancia llena de humildad en contextos difíciles de pobreza, tocaron el cielo ante el Sevilla al llevar a la entidad rojilla a semifinales de la Copa del Rey 18 años después. Dos movimientos desde la banda que resultaron fundamentales en una partida de ajedrez en la que se convirtió la eliminatoria de cuartos de final.
Salía de inicio el Sevilla con una línea de cinco defensas, un planteamiento similar al primer encuentro liguero que disputaron ambos conjuntos y Arrasate quiso, pero no pudo, repetir la fórmula ofensiva que llevó a cabo en ese partido. Pero las piezas en este tablero eran diferentes. Sin ir más lejos, el inquilino en el banquillo oponente no era el mismo.
Sampaoli, a diferencia de Lopetegui, quitó el balón y su equipo fue superior a Osasuna. Arrasate ajustó las piezas al descanso, y tras la reanudación el partido cambió de aires. El técnico de Berriatua dio con la tecla en dos movimientos: meter al argentino como 9 de referencia e introducir al extremo marroquí, un revulsivo en los partidos.
Así las cosas, en el primer balón que controlaba dentro del área el atacante rosarino en su nueva posición fue para dentro. Un control formidable a una dejada de Rubén García era el preludio de un estallido de decibelios cuando su disparo cruzaba la línea de gol, firmando su vigesimosexta diana con Osasuna. Primer acierto de Arrasate, que variaría el sistema para introducir un central más para defender el resultado, en otro movimiento lógico que Sampaoli contraatacaría cargando el área y logrando las tablas.