Ya era jueves cuando Ez Abde encaró a toda velocidad el marco de Bono. Osasuna y Sevilla llevaban dos días jugando un partido más emotivo que brillante. La prórroga era un castigo en diferido para el cuadro local y un premio para la mayor ambición de su contrincante. Para los aficionados presentes en el estadio, una prueba de hasta donde puede llegar su resistencia: hoy la mayoría tiene que hacer su jornada laboral o acudir a clase. Solo el fútbol y tu equipo merecen hacer un sacrificio semejante. Con el esfuerzo añadido además de tener que recomponer el ánimo cuando ya celebraban el pase a la semifinal y llega un gol al límite del miércoles.
Habíamos dejado a Abde con el balón pegado al pie y desafiando al defensa del Sevilla. En ese momento Osasuna estaba metido en un problema mayúsculo: su entrenador había realizado los cambios para sostener el 1-0 y se encontró con un gol en contra y sin Chimy, ni Aimar ni Moi en el campo. Había apostado por la defensa de la posición y ahora tenía que atacar sin tener los puestos estratégicamente bien cubiertos. Había una saturación de centrales y nadie capaz de conducir la pelota treinta metros. Arrasate actuó según lo que pedía el partido, otra cosa es que Budimir dejara escapar dos ocasiones para no haber alargado la eliminatoria y que Aridane perdiera de vista a En-Nesyri en medio del enorme tráfico de pases y balones colgados que venía soportando el área de Osasuna.
Así llegó el partido al cambio de la hoja del calendario. Fue al día siguiente cuando Abde frenó y tomó distancia con el defensor que había entrado al engaño. Recuerdo haber visto algo parecido interpretado por De las Cuevas creo que ante el Leganés: llegó cerca del área pequeña, dejó correr el aire entre su cuerpo y el del defensa, detuvo el tiempo y culminó la genialidad con un gol. Claro que aquellos eran días en los que equipo y club andaban a la deriva y esas jugadas no tienen el mismo enganche emocional que las que acompañan hazañas deportivas como alcanzar por sexta vez una semifinal de Copa.
El rugido del estadio subió el mercurio de los termómetros varios grados. Abde tiró líneas y le coló a Bono la pelota por el escaso hueco que había dejado entre su corpachón y el poste. En un primer momento, Abde tardó en reaccionar. A veces da la impresión de estar distraído en el campo, más pendiente de jugar su partido que del partido.
Por eso se enreda en algún regate de más y echa a perder algún ataque prometedor. Pero cuando encara con el balón puede pasar algo. Como resolver una eliminatoria que nos había devuelto 18 años atrás porque, no me pregunten por qué, hay un convencimiento general de estar de regreso a la final, incluso dando por bien empleada esa primera parte en la que Osasuna permitió al Sevilla ser ese equipo mandón que tantos títulos ha conquistado. Habrá que recordar al entrenador y a los jugadores que una cosa es no salir al campo sobreexcitados y otra hacerlo casi sedados.
Ya era jueves cuando Abde se retiraba al vestuario. Los aficionados volvían a casa después de haber celebrado por dos veces en dos días la clasificación. El expreso de medianoche cruzó El Sadar y Osasuna llegó a tiempo para el penúltimo viaje.
Confidencial
Aridane dijo que “no” irá al Elche. El domingo, después del partido en el Martínez Valero, Aridane charló con personas cercanas a él que residen en Elda, lugar donde jugó tres temporadas antes de firmar por el Cádiz. Preguntado si iba a fichar por el Elche, su respuesta fue concluyente: “No”.