Cada marca de coches establece sus estrategias a la hora de poner nombre a sus vehículos. Renault comenzó con números (4, 5, 8, 21…), Peugeot lleva muchos años con cifras de tres dígitos con un 0 en medio (205, 309, 406, 607…), Volkswagen optó por nombres de vientos (Scirocco, Passat, Jetta, Bora…), Seat por localidades españolas (Marbella, Ibiza, León, Toledo…), Lancia por letras del alfabeto griego (Delta, Ypsilon, Beta, Gamma...) y hay muchos ejemplos más.
Otros fabricantes eligen simplemente números ascendentes o nombres abstractos que les suenan bien. En cualquier caso, con tantos idiomas que hay en el mundo, han sido bastantes los casos en los que las marcas se han visto obligadas a rebautizar a sus coches, al menos en algunos países o mercados, debido a que en ellos resultaban realmente malsonantes.
Los cambios imprescindibles
Algunos de esos cambios han tenido que hacerse en España y Latinoamérica. El caso más conocido es el del Mitsubishi Pajero (hace referencia al gato de las pampas: Leopardus Pajeros), un todoterreno japonés que tuvo que cambiar de apellido en el mercado hispano y en Estados Unidos, donde se denominó Montero.
También de Japón llegó otro nombre todavía peor: el Mazda Laputa. Por suerte no se vendió en el mercado hispano, con lo que no fue necesario rebautizarlo. Se comercializó en Japón y también llegó a Estados Unidos, con lo que los hispanos de aquel país sí hicieron bromas con el nombre, que hacía referencia a una de las islas que aparecen en Los Viajes de Gulliver, de Jonathan Swift.
En tierras niponas se ideó igualmente el pequeño Nissan Moco, pero se quedó en un prototipo.
No se salva otra marca japonesa, Toyota, aunque en esta ocasión su denominación sólo afectó a Francia. Su clásico MR2, leído en francés se pronunciaba de forma muy parecida a ‘merde’, y no era plan de sacar a la venta un Toyota Mierda. Así que se quedó en MR.
De Corea han llegado dos modelos con nombres conflictivos: el Kia Borrego, que no llegó a Europa pero que en Estados Unidos se llamó Kia Mohave; y el Hyundai Kona, que pasó a denominarse Kauai en portugués para no tener como apellido ‘vagina’, el mismo caso que el Opel Ascona, rebautizado allí como Opel 1604.
La marca alemana también se vio forzada a realizar un cambio con otro modelo. El descapotable Cascada se denominó en España Opel Cabrio para evitar sus connotaciones masturbatorias, aunque quizá esa rectificación no era tan necesaria como hubiera sido en el Ford Corrida, un prototipo futurista presentado en 1976 que por suerte no llegó a venderse.
En Italia hubo igualmente algunos nombres un tanto desafortunados. El espectacular superdeportivo Lamborghini Reventón eligió su apellido por el toro que mató en 1943 al torero Félix Guzmán. Pero Reventón para el mercado hispano no sonaba nada bien, aunque únicamente se produjeron veinte unidades.
Peor todavía era el Lancia Marica, que debía su apellido a una ninfa, pero que tampoco salió a la venta.
Sí lo hizo el Fiat Regata, pero hubo que añadirle una segunda ‘t’ al apellido en Suecia, donde su nombre original significaba ‘mujer adúltera’. En el país escandinavo también hubo un problema con el Honda Fitta (de nuevo, ‘vagina’), con lo que pasó a llamarse Jazz o Fit según el mercado.
La marca india Tata tuvo muy mala suerte al denominar Zica a un utilitario justo antes de que el virus Zika se extendiera en 2016. Le cambiaron el nombre por Tiago.