¿Demoler o no demoler la antigua estación de autobuses de Pamplona? El Plan Especial de Actuación Urbana del II Ensanche (PEAU) plantea dos opciones totalmente contrapuestas: mantener la estación o “sustituirla por un edificio emblemático”. La polémica en torno al céntrico edificio pamplonés, por el que han pasado miles de guipuzcoanos durante décadas de historia, está servida.
Para la Asociación de Vecinos del Ensanche es una oportunidad para levantar un “proyecto ambicioso” que albergue una biblioteca, un cine, una piscina, un aparcamiento o un restaurante. Para Geltoki, que desde hace cuatro años gestiona un espacio cultural alternativo en las dársenas de la estación, el derribo sería una “aberración”. Y una parte de los pamploneses consideraría un “desastre” y un “grave error” que desapareciera un “referente sentimental” de la vieja Iruña.
‘El faro de Navarra’
La Asociación de Vecinos del Ensanche apuesta por la reurbanización del entorno de la plaza de la Paz que incluya el derribo de la antigua estación de autobuses y la construcción de un proyecto “ambicioso” que tenga una altura parecida a la del Edificio Singular.
“De unas 15 a 20 plantas. El PEAU lo permite. Sería el faro de Navarra, un sitio espectacular en el centro de Pamplona. Las ciudades entran en el mapa por sus edificios emblemáticos. El Guggenheim revolucionó todo Bilbao. Queremos algo parecido a otra escala, un polo de atracción que ofrezca contenido interesante tanto para el ciudadano de Pamplona como para el turista”, desea el vicepresidente de la Asociación de Vecinos del Ensanche, Michel Iturralde.
Este hipotético edificio, explica Michel, tendría distintos usos. En primer lugar, gran parte del espacio se destinaría a un centro cívico que acogería actividades culturales y de ocio: una biblioteca acristalada, locales de ensayo para grupos musicales, salas donde la gente pueda pintar o un cine. “Antes, había seis en el centro y ahora ninguno. Alguna sala deberíamos tener”, defiende Michel.
La entidad sueña con una versión pamplonesa de la Alhóndiga de Bilbao y por eso cree que el “edificio emblemático” debería acoger instalaciones deportivas como una piscina cubierta o un gimnasio. “En el barrio no contamos con ninguna dotación de estas características”, lamenta.
La asociación también quiere que el edificio sea útil para las personas que visiten la ciudad. Por eso, abogan por una oficina de turismo y un museo de dos plantas que explique la historia de Pamplona y Navarra. “Con las nuevas tecnologías, se puede conseguir un museo realmente espectacular”, incide.
Para rematar, un restaurante en el último piso “desde donde ves todo el Casco Viejo, la Ciudadela y el resto de la ciudad. Sería un lugar referente”, indica. Todos estos servicios darían a un patio interior donde se mantendría el actual área de juegos infantiles.
La asociación también aprovecharía el espacio bajo tierra para construir un aparcamiento subterráneo. “De esta manera, tendríamos otro parking periférico junto al de Baluarte y la nueva estación de autobuses”, apunta el presidente Juan Miguel Catalán.
Geltoki, que se rehabilite
El posible derribo también se ha encontrado con una oposición frontal. Para Geltoki, que desde hace cuatro años gestiona la planta baja de la antigua estación de autobuses, sería una “aberración” que se terminara demoliendo el edificio. “EL PEAU no protege esta construcción y deja la puerta abierta al derribo. Es bastante peligroso”, alerta Lander Martínez, coordinador de Geltoki. La cooperativa apuesta por la conservación del edificio y reclama al Ayuntamiento que lo rehabilite. “Está en las condiciones en las que está”, apunta Lander.
Geltoki quiere que la antigua estación se convierta en “un edificio para la ciudadanía” en el que se expongan “los modelos alternativos” que están floreciendo en la sociedad. La entidad ha abierto un proceso participativo entre las asociaciones que conforman Geltoki para desarrollar una “propuesta de edificio” que presentarán al Ayuntamiento de Pamplona en marzo o abril. “Ahora mismo, gestionamos una pequeñísima parte de la estación y nos gustaría ampliarlo y que puedan participar otras entidades”, desea.
Geltoki promueve la economía social, la autosuficiencia económica y la construcción de una iniciativa plural que fomente el tejido social.
La zona de las taquillas las dedica a la difusión de artistas locales ajenos al circuito de arte convencional mediante la realización de exposiciones o manifestaciones artísticas. También cuenta con un espacio para la venta de productos ecológicos y de comercio justo o una cafetería que promueve la cultura gastronómica sostenible y saludable. La oferta gastronómica está compuesa por productos ecológicos, frescos, de temporada y de kilometro 0.
Vecinos enfadados
Una decena de vecinos mostraron su rechazo al derribo en un escrito publicado el 20 de diciembre de 2022. “La demolición no está justificada y la consideraríamos un grave error y un ataque al patrimonio arquitectónico de la ciudad. La antigua estación de autobuses reúne suficientes cualidades urbanísticas, históricas y culturales para ser conservado y protegido en el ámbito del PEAU. Desconocemos las razones que han llevado al equipo redactor a excluir este edificio del catálogo de derribo. A no ser por una intención especulativa institucional, al igual que las perpetradas en la manzana intermedia, ocupada por El Corte Inglés”, critican.
La estación, inaugurada el 17 de diciembre de 1934, fue declarada Premio Nacional de Arquitectura y figura en los tratados de lógica arquitectónica. “Hasta entonces, nunca un servicio público había reunido y coordinado taquillas de expedición de billetaje con un bar, restaurante, comercios, estanco, aseos y teléfono público”, argumentan. Además, los vecinos destacan el valor de la fachada principal, “uno de los mejores ejemplos de arquitectura art decó en Pamplona” o el reloj de tres esferas.
La antigua estación de autobuses también guarda una estrecha relación con el golpe de Estado de 1936. En agosto de 2021, se descubrió que Enrique Cayuela Medina, secretario del Ayuntamiento de Pamplona en la II República y hermano del expresidente de Osasuna Natalio Cayuela, se escondió medio año en el interior del reloj de la estación para evitar la represión franquista. Al pequeño habitáculo, de apenas un metro cuadrado y un metro de altura, se accedía desde el tabique de una vivienda particular anexa.
Por todos estos motivos, los vecinos inciden en que sería un “desastre, sin justificación alguna, que por razones estrictamente económicas y especulativas se demoliese un edificio que tantas virtudes simbólicas y reales reúne. Es un referente sentimental de la vida de la ciudadanía pamplonesa y navarra”, finalizan.