La Real volvió a recuperar una de sus antiguas tradiciones más saludables de salir de Zubieta para acercarse a su afición al completar ayer en Tolosa uno de sus últimos entrenamientos de 2024. Berazubi recibió a los realistas con sus gradas abarrotadas, hasta el punto de que tuvieron que cerrar el acceso a su grada principal incluso antes de que se iniciara una sesión muy suave de menos de una hora a pesar de los enormes esfuerzos realizados por el anfitrión del campo para que el terreno estuviese en perfectas condiciones.
La expedición llegó a la localidad guipuzcoana a las 10.50 horas y aterrizó en un campo repleto de niños que les recibieron cantando el Txuri-urdin como si no hubiese un mañana. La mayoría eran colegiales a los que habían llevado de excursión para que pudieran disfrutar de sus ídolos aprovechando que es la última semana de clase, en la que se suele hacer la vista gorda para este tipo de eventos circunstanciales.
Bajo un sol de justicia, aunque hacía fresco en las zonas sombreadas, Imanol demostró que no tenía ninguna intención de arriesgar y el entrenamiento fue simplemente anecdótico. Unos rondos, unos centros y unos disparos para cumplir el trámite, en una sesión que podía haberse mejorado al menos por el detalle de la pasión de una grada en la que la chavalería no dejó de cantar, bailar y animar. Alrededor de la pista fue donde se juntaron muchos tolosarras de todas las edades para seguir la práctica.
En el plano deportivo, Pacheco se ejercitó con normalidad, por lo que entrará en la lista para Vigo seguro. Zakharyan siguió con el grupo, aunque aún lo tiene complicado, y Aritz se quedó trabajando con Traoré en Zubieta y está descartado.
A la hora de destacar jugadas de mérito, el ruso confirmó que no ha perdido su extraordinario golpeo al limpiar las telarañas en un gran disparo con rosca. No fue el único. Llamó poderosamente la atención la calidad del ejército de zurdos que se colocó en la parte derecha para finalizar con chuts lejanos: Oyarzabal, Kubo, Sucic, Sergio Gómez, Brais y Olasagasti. Casi nada.
Barrenetxea estuvo muy cerca de anotar con una acrobática volea y Sadiq volvió a confirmar que sigue reñido con el gol. El nigeriano, que fue de nuevo una de las grandes atracciones para los niños, que le animaron mucho, lo intentó de todas las formas, pero no hubo manera.
El término de la sesión fue una pena, porque los jugadores se retiraron a los vestuarios y la mayoría de niños, desesperados, no pudieron acercarse a ellos y les lanzaban sus camisetas, balones o bolígrafos desde la grada para que las firmaran. Como tenían que volver a clase, solo un tercio pudo entrar en el recinto y ser atendidos, con cariño y cercanía, por los jugadores txuri-urdin. A eso se le llama hacer Real. A quién corresponda...