De un tiempo a esta parte se viene usando con cierta cotidianeidad y ligereza el concepto italiano del sorpasso, que literalmente viene a significar un adelantamiento. El término se empezó a utilizar en este sentido cuando el PIB de Italia superó al del Reino Unido en 1987.
A partir de ahí nos sirve de comodín principalmente para el fútbol y sobre todo la política: cuanto el eterno rival, menos laureado que tú te moja la oreja reiteradamente o cuando el histórico aspirante a la gloria en las urnas se cree cerca de birlarle la hegemonía a su adversario.
En el deporte y en la política son sanas las alternancias en el poder, porque también en la vida nos adelantan en ocasiones por la izquierda, por la derecha, por arriba y por abajo. El sorpasso a posteriori, cuando verdaderamente se produce y demuestra con los datos encima de la mesa, es indiscutible, otra cosa es jugar con la entelequia que diría Aristóteles como baza deportiva o electoral. Aquí en Euskadi, se presenta la próxima batalla política como una verdadera final a dos: los del paso firme y los que se encomiendan al sorpasso. Mientras ese supuesto "adelanto" no llegue, por mucho que se cacaree y se trate de convertir en mantra, sólo son palabras huecas, una ensoñación. Pero ojo, ni en el fútbol se gana por el palmarés, ni en la política por la hegemonía. El 22 de abril saldremos de dudas.