El último de aquel equipo de misioneros contemporáneo e histórico que cohabitaba la casa cural de Urkiola falleció el domingo en Gasteiz a los 100 años. Ayer lunes se ofició su funeral en el santuario de los Santos Antonios del alto de Abadiño y hoy es enterrado a las 10.30 horas en el puerto de montaña vizcaino. Él, a diferencia de los también llorados Joseba Legarza o Bittor Garaigordobil, no era sacerdote: era misionero seglar. El inmenso y precioso mosaico del altar que él materializó se mostró ayer lunes orgulloso para despedirle. “Me llamaron y me comunicaron que su deseo era que sus restos descansen en el cementerio de Urkiola. Siempre he tenido noticia de su persona y de su obra. Lamento su pérdida”, traslada el alcalde de Abadiño, el jeltzale Mikel Garaizabal, su condolencia a DEIA.
Hace 28 años, en 1996, se inauguró el mosaico del altar mayor, obra diseñada por José María Muñoz y realizado en su confección y unión por Romarategui. Ocupa 170 metros cuadrados y tiene más de 850.000 teselas que fueron realizadas en el propio templo. Su construcción duró más de dos años. Construyó allí mismo un total de catorce de los vitrales del santuario, diseñados también por Muñoz. Son vidrieras con motivos de vegetación natural y con los cuatro elementos: agua, aire, fuego y tierra.
Romarategui firmó también un mosaico para la Residencia Sacerdotal de San Antonio de Vitoria, o el cartel del LV Congreso Nacional Belenista en Vitoria-Gasteiz en 2017. Y en los últimos tiempos continuaba haciendo pequeñas obras como el mosaico de San Francisco para la Asociación Belenista de Álava o Santa Clara para las monjas clarisas de la capital.
Félix Fernández de Romarategui Lanas –conocido como Peli– ha recibido diferentes galardones en vida en estos últimos años. Así, en 2020, la Diputación de Araba reconoció su trayectoria artística en la gala anual de premio Blas Arratibel que ponen en valor a artesanos de aquel territorio histórico. Y el año pasado, se le rindió homenajes en la iglesia de Caráquez, Ecuador, de la localidad americana de Pedernales. Asimismo, en una exposición fotográfica en la Fundación Vital de Gasteiz con imágenes sobre su vida y obra, o en un el Seminario Diocesano de Vitoria. Durante ese mismo calendario en el libro Ecuador-Urkiola, la cara oculta de la belleza, obra de Juan Ramón Etxebarria.
Romarategui nació en Vitoria-Gasteiz el 30 de enero de 1922, en la calle Herrería en el seno de una familia nacionalista vasca y religiosa. En sus primeros años se formó en las escuelas de El Campillo y en la del Camino de Ali para avanzar en esta línea en la Escuela de Artes y Oficios. En su juventud trabajó como ebanista, carpintero y decorador, algo que continuó durante su servicio militar, que por entonces duraba tres años, destinado en la sección de carpintería de Burgos.
Desde el obispado de Gasteiz valoran que Peli “encontró en la Iglesia un cauce para ayudar a mejorar las condiciones de vida de las personas y reafirmar su dignidad”. Su primer contacto espiritual fue con las Juventudes de Acción Católica, donde se creó una red social, además de religiosa, “para estar al lado de las personas más marginadas y necesitadas de la sociedad. Su rechazo a la dictadura le llevó a estar dos años en la cárcel, donde aprendió euskera”, relatan.
Tras volver a la libertad y de nuevo formar parte de grupos diocesanos, optó por “servir a los más pobres de los pobres”. Por ello, en 1955 y como laico, decidió incorporarse a las Misiones de la Iglesia en Ecuador, donde estuvo más de 33 años de su vida. Allí fue donde Peli realizó sus primeras obras importantes trabajando en varias provincias andinas como Ventanas, Ambato o Bahía de Caráquez entre otras muchas localidades. Realizó todo tipo de labores donde destacó por embellecer las iglesias que otros misioneros estaban construyendo y de esta manera poner en valor la dignidad de la humilde población local de este país sudamericano y dotar de belleza los templos en los que estas personas crecerían en la fe día tras día, generación tras generación.
Tras su paso por América Latina, Romarategui regresó a finales de los años 80 y fijó su residencia en el Santuario de los Santos Antonios de Urkiola, el cual acoge algunas de sus últimas obras. En este templo destaca un gran mural tras el altar mayor.
La Diócesis de Gasteiz ha hecho trascender su fallecimiento “con dolor y agradecimiento por su vida” y ha definido a Romarategui como “artesano, misionero y hombre de una profunda fe en Cristo, a quien tanto plasmó en todas sus obras alrededor del mundo”. Por ello, ha pedido “orar por él para su retorno a la Casa del Padre”.
Según aporta el Obispado, el propio Peli, valorizó las muestras de cariño recibidas: “Quiero agradecer vuestra presencia y amistad al celebrarse mis 100 años de vida. Esta ciudad de Vitoria-Gasteiz me vio nacer, aquí viví mi infancia y juventud, trabajé en carpintería Aguirre y amé nuestra tierra vasca. Guiado por el espíritu misionero, di el salto a Ecuador y allí, durante 30 años, me sentí querido y arropado por el Grupo Misionero Vasco. Allí desarrollé mi obra como artesano, embelleciendo las iglesias y lugares donde vivíamos”.
Peli evocaba con cariño su venida a Bizkaia desde América. “Llegué a Urkiola, mítico lugar donde llevé a cabo trabajos en el santuario que han quedado prendidos en mi corazón. He regresado a Gasteiz y estoy viviendo en la residencia sacerdotal Joaquín Goikoetxeaundia. Y siempre me he sentido muy querido y arropado por mi familia. Quiero enviar en este momento mi eskerrik asko, mi agradecimiento a todas las personas que me han ayudado a vivir y servir a nuestra sociedad, desde los más pobres”.
Dentro de los actos para conmemorar la llegada al centenario de vida del alavés, en 2022 se instaló en el centro de Vitoria-Gasteiz un mural de gran tamaño, elaborado por Verónica Werckmeister, partiendo del boceto del retablo de Urkiola. Peli agradeció el reconocimiento e hizo suyas las palabras que acompañan el mural: “Solo si amamos nuestra tierra podemos amar otras tierras”.
Etxebarria explicó entonces la idea de Peli de llevar el arte a los lugares más pobres, “esto les gustó mucho”, señala Juan Ramon, “les gustaba esa idea de evangelizar a través de arte. Y, también, que este evangelizador fuera un laico. Valoraban el compromiso misionero y artístico de un seglar, que lo mismo daba catequesis y se preocupaba de la pastoral, que hacía obras de arte para las iglesias, con un trabajo callado, paciente, tenaz, artesano, cercano a los pobres”.
Valoraron el esfuerzo del grupo misionero, en aquellas décadas de los 50, 60 y 70, por “embellecer y dignificar los lugares del culto”, como una manera de valorar a aquel pueblo humilde y, en concreto, como una muestra de valoración de la cultura montubia de la Costa ecuatoriana. Y, cómo el grupo misionero vasco le encargó a Peli esta labor. Y se resaltó la importancia de salvaguardar para el futuro estas obras artísticas. Son cien obras hechas por Peli, que hay en Ecuador: murales, vitrales, altares, sagrarios, ambones o lucernarios.