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Personajes famosos a los que las inundaciones de Bilbao les marcaron

El exjugador del Athletic Andoni Goikoetxea, el artista José Antonio Nielfa, el locutor Juan Carlos de Rojo y el escritor Félix G. Modroño recuerdan su experiencia
El escritor Félix G. Modroño, el exjugador del Athletic Club Andoni Goikoetxea, el locutor Juan Carlos de Rojo y el artista José Antonio Nielfa

Dice Andoni Goikoetxea que hay dos fechas en las que todo el mundo sabe dónde estaba. Ambas se estamparon en el calendario de 1983, cuando la gabarra surcó la ría y cuando, meses más tarde, esta casi borra a Bilbao del mapa. Inundados por un chaparrón de recuerdos, las fiestas diluidas, la tragedia densa como un lodazal, el exjugador del Athletic Club, el artista José Antonio Nielfa, el locutor de radio Juan Carlos de Rojo y el escritor Félix G. Modroño vuelven la vista 40 años atrás para rememorar la riada invitados por Bilboko Konpartsak a un coloquio en el colegio Jesuitas, convertido tras la catástrofe en un centro logístico y pista de aterrizaje de helicópteros.

Andoni Goikoetxea

Aquel año surcó la ría en gabarra

“Ver Bilbao roto fue una tristeza tremenda”

“Ver Bilbao roto fue una tristeza tremenda”. Lo dice Andoni Goikoetxea, al que se le entremezclan los recuerdos “amargos” de aquel 26 de agosto de 1982 en el que Bilbao se anegó con la victoria, el 1 de mayo del mismo año, del Athletic Club en Las Palmas. “Todos nos acordamos de cuando ganamos la Liga y del día de las inundaciones”, afirma y revive aquel aciago viernes como si fuera ayer. “A mí me cogió a la mañana entrenando en Lezama y vuelta para casa con la mujer. Mi hija, que tenía un año, estaba en Castrejana con mis suegros. Una siestecita, como siempre y, a partir de ahí, recuerdo estar mirando por la ventana cómo llovía a mares y el río que bajaba por la autovía de Sabino Arana”, relata. No en vano “cayeron 600 litros por metro cuadrado, que es una auténtica barbaridad”. A la niña no la pudieron ir a recoger. “Nos dijeron mis suegros: No vengáis, porque el río Kadagua también estaba haciendo un destrozo importante. Se había inundado ya Zalla, venía por Sodupe, Alonsotegi también inundado... Bueno, pues nada, ya iremos mañana”, recrea la conversación.

En aquella época, apunta, “no existían los móviles, así que todos nos comunicábamos por el teléfono fijo o a través de la radio, que era la que nos iba informando de todo”. Pegado al transistor, escuchaba: “Que viene la marea, que sube, que no sabemos si pilla o no... Al final se consumó la tragedia. Aquella noche no dormimos absolutamente nadie”.

Muchos no pegaron ojo, pero amanecieron inmersos en una pesadilla. Hubo que lamentar “decenas de fallecidos y daños materiales importantísimos”. Quien más quien menos arrimó el hombro. “Fue un desastre económico. Desde el Athletic apoyamos en lo que pudimos”, avanza Goikoetxea. Y no fue poco. “Estábamos en pleno apogeo. En la Copa de Europa jugamos contra el Lech Poznan. Allí perdimos 0-2 y aquí, un poco después de las inundaciones, ganamos 4-0. Teníamos una prima por pasar la eliminatoria de 400.000 pesetas, que hace 40 años venían a ser del orden de 50.000 euros cada jugador. Creíamos que debíamos aportar algo desde el vestuario y la donamos para la causa por todo lo que pasó, la tristeza, los comercios destrozados...”, rememora.

Al igual que hizo el Athletic en aquel campeonato, Bilbao también remontó. “Cuando la catástrofe es tan grande no sabes por dónde empezar, pero poco a poco todo se fue arreglando. Han pasado los años y hoy tenemos un Casco Viejo de los más bonitos de Europa”, valora.

José Antonio Nielfa, ‘La Otxoa’

Perdió dos locales en el Casco Viejo

“No sabía ni dónde estaba mi padre”

“No llovía. Había mala hostia lloviendo”. La matización la hace el artista José Antonio Nielfa, La Otxoa, para describir con fidelidad lo que presenció aquel día a través de las cristaleras de la antigua cafetería del Teatro Arriaga, donde se refugió tras la sokamuturra. “Me metí y estuve allí cinco horas. Conocí a un chico de Durango, que sigue siendo mi amigo, y allí estuvimos bebiendo hasta que ya dije: Bueno, si nos lleva el agua, nos lleva, y llegué a mi casa, en la calle Iturribide”, relata.

A la mañana siguiente se desperezó en una ciudad asolada por la peor de las resacas. “Me levanté y no tenía ni teléfono ni luz ni sabía dónde estaba mi padre. Desde mi portal se podía salir hacia Zabalbide y me fui hasta Santutxu. Llegué al puente de La Salve y bajé por la Gran Vía a la otra parte de la ría, hacia Marzana. Vi cómo el agua había tapado Bilbao hasta el primer piso, terrible...”, comenta, “impresionado” por “cómo bajaban los coches, los bidones, la altura, cómo desbordaba los puentes... Fue el primer contacto que tuve con la riada y no me lo puedo quitar de la cabeza”, confiesa.

Nielfa perdió los dos locales que regentaba en el Casco Viejo. “Tenía la ilusión de que me iba a encontrar todo parecido, pero nada más abrir la puerta me saludó la música: los bafles, el tocadiscos... En fin, ya vi que no había remedio y que había que esperar”. Lo que no imaginó es que habría más contratiempos. “El proceso fue bastante largo. Los seguros nos quitaron el 40% porque estábamos al lado de la ría, esa letra pequeña que nunca lees”, admite.

Y, como todos, se puso manos a la obra. “En febrero hice la reforma. Todo el comercio nos dimos mucha prisa y el Casco Viejo quedó precioso en muy poco tiempo. Después de inaugurarlo y todo, al año siguiente me llegó una orden del Ayuntamiento diciendo que tenía que tirar la casa porque los cimientos no estaban bien y es cuando dije: A mí otra riada ya no me toca y me subí hacia arriba. O sea, volver a empezar. Después de luchar y estar años trabajando, de nuevo a intentarlo”.

A la hora de rescatar, entre todos los semblantes que contempló, un rostro de la tragedia, no titubea. “Se me quedaron grabados unos chicos que tenían un bar a mi lado y le dejaban dormir dentro todas las noches del año, y aquel día por desgracia también, a un sin techo, que era muy protegido y le queríamos todos en la zona. Era un señor con barbitas, se llamaba El Madriles y fue el único fallecido del Casco Viejo. Ver a aquellos chicos la cara y toda la gente que le conocíamos fue lo que más me impresionó”, se sincera.

Juan Carlos de Rojo

Se pateó Bilbao para informar

“Nos salió uno con una escopeta por el pillaje”

“Fueron unas jornadas endiabladas de trabajo. No había horas ni días”. El locutor Juan Carlos de Rojo atesora un imagen que le traslada inmediatamente a aquellos días en los que la ciudad se volvió una inmensa charca y él lo retransmitió desde Radio Bilbao. “La emisora estaba entonces en el edificio del Hotel Carlton y recuerdo que había una escalera antigua, con una barandilla muy historiada, donde dejábamos los pantalones vaqueros a secar, nos poníamos otros, que ni siquiera eran nuestros, y volvíamos a hacer reportajes a los barrios, a las calles, con el pantalón totalmente empapado. El proceso se repetía dos o tres veces al día”, comenta.

Aparte de “las vidas que se perdieron”, lo que más le impactó fue el ímpetu de la riada. “Puedes ver el agua a dos o tres metros de altura y dices: Qué horror, pero cuando corre mucho y ves que un coche sube y baja como un corchito y una bombona de butano choca contra un puente... La velocidad del agua era impresionante”, corrobora este profesional, al que las intensas lluvias sorprendieron disfrazado de punki y con los ojos pintados. “A mitad de la Gran Vía teníamos ya la cara negra, se nos había corrido todo”.

Tras hacerse con un micrófono, acudió al barrio de La Peña junto con un compañero. “Había barricadas de árboles, lavadoras... Nos asomamos y nos salió un tío con una escopeta y otros cuatro detrás: Aquí no se mueve ni Dios. Cuando vieron que éramos periodistas, nos dijeron: Perdonad, pero es que ya ha habido pillaje. Aquello era la guerra, un desastre enorme”, remarca De Rojo, quien destaca el papel de la radio “dando avisos de gente que no conseguía localizar a sus familiares”. La experiencia le marcó. “Desde el punto de vista del periodismo he vivido el monte Oiz, mil atentados, todo lo que os podáis imaginar, pero lo de las inundaciones fue distinto. Si quieres a Bilbao, ver que tu ciudad está así es muy duro”, confiesa.

Félix G. Modroño

Su libro arranca con la riada

“Fue el germen de lo que realmente hoy es Bilbao”

Al escritor Félix G. Modroño la riada le pilló en Salamanca, pero aún recuerda “la pena” que sintió “no solo por lo que estaba pasando, sino por no haber podido estar aquí”, sobre todo cuando vio “aquel ejército quijotesco con sus palas”. Esa “espinita” se la ha quitado escribiendo La ciudad de la piel de plata, que arranca el día de las inundaciones y las sitúa “en el mapa literario tal y como ocurrieron, porque para los bilbainos fue algo inolvidable, pero fuera es poco conocido”.

Las imágenes de aquel Bilbao de su infancia “totalmente arrasado y embarrado, irreconocible, se quedan en la retina para siempre”, reconoce Modroño, quien destaca la labor de los voluntarios. “Independientemente de creencias, ideologías, edades, todos a una. Había que recuperar una ciudad totalmente destruida. Fue el germen de lo que realmente hoy es Bilbao”.

27/08/2023